A Fernando Ferreira le rondan en la cabeza escenas e imágenes de un documental que aún no tiene nombre, pero que empezó a filmar el sábado 2 de julio. Las ideas se le dispararon desde hace un tiempo que no sabe precisar: le surgían a cualquier hora, en cualquier momento y que luego bajaba a tierra en una libreta. Una palabra, una frase, un boceto fueron tomando forma cuando llegaba a su casa, de noche, después de una larga jornada en su taller mecánico.

Se crio en el barrio Martín Vidal de San Carlos, dentro de un taller de autos y en el Colón Fútbol Club (CFC), el cuadro con el escudo verde y rojo que mientras habla con la diaria luce en su campera deportiva. Aunque es mecánico electricista desde los 11 años y tuvo un programa en el canal 8 de San Carlos sobre automovilismo de rally, no hay pasión más grande para él que el carnaval y la murga.

“Mis padres me dejaban en el club -porque, en ese entonces, podía ir solo siendo niño- y veía el ensayo de grandes murguistas de aquella época”, cuenta. Sus murgas referentes son Falta y Resto, Araca la Cana y Reina de la Teja. “Para mí, escuchar esas voces era como tocar el cielo con la mano”, y ver esa gente actuar y cantar, y la batería, le hacía erizar la piel, igual que cuando lo cuenta sentado en la oficina de su taller mecánico.

Un día, en pleno invierno, cuando le faltaba un año para ser mayor de edad, la murga Los Fantasmas se Divierten de San Carlos actuó en la sede de CFC. Para Fernando fue un día clave: se atrevió a probar su voz y quedó. Desde el momento en que “me puse un traje y me pinté la cara, no paré más”, dice. Integró también la murga Cara a Cara y la comparsa La Carolina.

Para Ferreira, la murga es “el canto popular más abierto”, es “verdad pura”. La murga le abrió las puertas al ambiente cultural y a ella le debe su acercamiento al Espacio Cultural El Nido y a su próximo proyecto: un documental enmarcado en La Capuera, una localidad a los pies de la Laguna del Sauce, perteneciente al municipio de Piriápolis. Si bien el censo de 2011 arrojó que allí vivían 2.838 personas, se estima que actualmente la cifra creció a 8.000.

El foco, según adelantó Ferreira, será reflejar, difundir y dar a conocer el capital y potencial humano y artístico que late en esta zona de Maldonado que ha sido muy estigmatizada, asegura. “Siempre se dice que en La Capuera hay drogadictos y rapiñas, pero si vamos a dramatizar, hoy te roban en todos lados”, expresa.

Además, plantea que algunos vecinos de La Capuera no saben que existe El Nido, un espacio cultural rico en talleres, donde niños, jóvenes y adultos se encuentran para aprender danza, candombe, rap, teatro y percusión, y donde hay “una gran riqueza artística”.

En el taller de murga de El Nido que imparte Felipe Castro, hijo del carnavalero Raúl Castro, al que él asiste todos los lunes desde hace tres años y sagradamente a las 20.00, hay cinco personas que “te puedo asegurar que cualquier murga de Montevideo las ve y se las lleva”, dice Ferreira. Algunos alumnos pasaron del taller de Castro a integrar la murga de Maldonado La Osa Rafaela.

“El año pasado salimos con una remera blanca y en ella estampado el nombre ‘Apariencia Delictiva’, que ironiza el falso estigma. Este año queremos hacer los trajes y pintarnos la cara. Habrá batería, que el año pasado tampoco hubo”, promete.

En el taller de candombe, en el que Ferreira participa como espectador, con mate y termo debajo del brazo, se entremezclan niños de 11 años y adultos de 60 con un tallerista que tiene “tremenda” capacidad para enseñarles a personas de edades tan dispares, y está integrado por personas que trabajan a “pulmón” y “con la gorra”, porque ahí “nadie cobra nada”.

Eso también es lo que pretende rescatar y valorar el documental, que aún no tiene nombre pero, se estima, tendrá una duración de una hora u hora y cuarto y mostrará lo que se hace en cada taller y cómo se trabaja. Ferreira cree que terminará de filmar a fin de año, con el cierre del taller y su exposición final.

La necesidad de hacer este documental, que contará con la financiación exclusiva de Ferreira y otro fanático del carnaval, es para que la gente conozca las otras caras de La Capuera: el lado humano y artístico, la huerta de los vecinos y el valor de la belleza natural de la zona.