Maldonado se ganó la fama de ser el departamento de las oportunidades y del desarrollo, y, quizás por eso, cada año cientos de extranjeros y uruguayos llegan a buscar una fuente laboral que brinde mejor calidad de vida para sus familias. Pero no todos lo consiguen, aunque la tasa de desempleo en este departamento es la segunda más baja del país (5,2%), después de Durazno, de acuerdo al último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE).

La llegada del invierno, la falta de trabajo y el impacto de la inflación en la canasta básica mueven a cientos de personas hacia las ollas barriales o los comedores municipales en busca de un plato de comida. Algunas, como las dos que funcionan en el balneario Buenos Aires, ya están a tope aunque esperan recibir a más gente durante el invierno.

En esa zona comprendida entre Manantiales y José Ignacio -una de las de mayor crecimiento demográfico del departamento-, las ollas son gestionadas por dos grupos familiares. Una está a cargo de Washington Baladón, quien cocina todos los sábados y ofrece una “doble porción” para que la gente “tenga el almuerzo al otro día”.

“Se acercan 150 personas cada sábado, a partir de las 17.00. Estimamos que entregaremos entre 200 y 250 viandas en los meses de pleno invierno”, dijo el vecino a la diaria. Agregó que desde la semana pasada cuentan con la colaboración de la Intendencia de Maldonado (IDM), aunque los insumos sólo alcanzan para una olla semanal.

“El resto del mes la sostenemos con el aporte de un supermercado barrial y otra cadena de supermercados, más algún vecino que trae algo y algún político del Frente Amplio que se arrima”, declaró, para informar que la otra olla del balneario también es gestionada por una familia que asiste, cada sábado al mediodía, a “40 o 50 personas”.

La olla popular del barrio Kennedy, ubicado entre El Jagüel y el Club de Golf, funciona de lunes a viernes, desde las 10.00 a las 14.00. Ubicada en la biblioteca del escritor Damián González Bertolino, en la esquina de Isabel de Castilla y la avenida San Pablo, recibe a unas 92 personas. “Varias llevan cuatro o cinco porciones para la familia”, dijo a la diaria Celina, la referente de la olla.

En Piriápolis funciona una olla popular los días sábados, aunque al momento de la consulta su referente no supo precisar a cuántas personas asisten. La Coordinadora de Ollas que estuvo operativa durante la pandemia -cuando se aprobó el Fondo Covid departamental- no está funcionando, por lo cual es difícil definir a ciencia cierta cuántas ollas alimentan a habitantes de otras localidades o determinar cuál es el aporte que reciben desde el sector público. Entonces había 35 organizaciones registradas para recibir suministros de la IDM.

“Inquietudes” por alimentación

El director general de Desarrollo e Integración Social de la IDM, Miguel Plada, dijo el mes pasado, al inicio de los primeros fríos, que ya estaba “recibiendo inquietudes de la comunidad en materia de apoyo en alimentación”.

Informó que la comuna entrega unas 3.000 canastas mensuales y distribuye alimentos en merenderos, centros comunales, instituciones benéficas y cuadros de fútbol infantil, entre otros. En total, “rondan los 3.500 kilos de alimentos en forma mensual, con una inversión de alrededor de 218.000 pesos (cifra registrada en abril)”, indicó.

Asimismo, la IDM divulgó que también ofrece una canasta de “riesgo nutricional” a personas con bajo peso, embarazadas adolescentes o en lactancia, canasta a personas en situación de discapacidad y para celíacos.

A esto sumó que, si bien el “bono leche” correspondiente al Instituto Nacional de Alimentación (INDA) pasó a ser una prestación monetaria, entrega 480 usuarios pensionistas dos kilos de leche entera en polvo cada dos meses.

En tanto, el comedor estudiantil para jóvenes que se encuentra en el barrio fernandino La Loma y es gestionado por políticas de Juventud de la IDM recibe un promedio de 150 jóvenes de marzo a diciembre, según datos de la comuna divulgados en febrero de este año.

En el comedor municipal de Maldonado Nuevo se entregaban 300 viandas diarias y en el de Villa Delia unas 200, según las últimas cifras divulgadas por la IDM al cierre de 2022.