La crisis estructural política, social, económica y humanitaria que vive Haití motivó que a comienzos de este mes el primer ministro en funciones, Ariel Henry, pidiera ayuda internacional para tratar de sobrellevar una situación catastrófica, que está asolando al país más pobre y menos desarrollado de todo el continente americano.
A los problemas estructurales que tiene la nación caribeña, se le sumaron en los últimos tiempos algunos factores adicionales. Tras el asesinato en julio del año pasado del presidente Jovenel Möise –crimen que aún no fue resuelto- Henry asumió el gobierno, pero su falta de legitimidad no hizo otra cosa que empeorar las cosas. La enorme influencia que tienen las pandillas, devenidas en grandes organizaciones criminales, constituyen un poder paralelo y de hecho desde hace más de un mes el más importante de estos grupos, llamado G9 an Fanmi e Alye, volvió a bloquear como había hecho el año pasado, el acceso al principal puerto del país, la Terminal Varreux, situada en la capital, Puerto Príncipe, generando una escasez de combustibles, alimentos y otros bienes.
El pedido de Henry generó una enorme ola de protestas en Puerto Príncipe y en otras ciudades del país, porque los recuerdos que dejaron anteriores intervenciones de tropas internacionales enviadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) son extremadamente negativos. Los abusos de todo tipo provocados por los cascos azules, que llegaron al país en 2004, luego de la caída del gobierno de Jean-Betrand Aristide, están muy presentes en buena parte de una población, que además ha padecido el impacto de terremotos, huracanes y una epidemia de cólera que actualmente está en curso, sin la posibilidad de ser combatida debidamente por la falta de insumos de todo tipo.
Agencias internacionales informaron que el lunes el Consejo de Seguridad de la ONU se dividió sobre el tema del envío de una fuerza internacional a Haití para ayudar a las fuerzas de seguridad locales a controlar la situación.
El secretario general de la entidad, el portugués António Guterres, dijo que los haitianos enfrentan una emergencia dramática y que es necesaria una intervención “armada” para ayudar a la policía local a abrir el puerto y crear un corredor humanitario para la entrega de ayuda.
“Es una situación absolutamente de pesadilla para la población de Haití, especialmente en Puerto Príncipe”, agregó. Recientemente, Guterres llamó en una carta al Consejo de Seguridad a “examinar urgentemente la solicitud del gobierno haitiano de desplegar sin demora una fuerza armada internacional especializada para enfrentar la crisis humanitaria”.
Dentro del Consejo de Seguridad, China y Rusia manifestaron sus objeciones a una intervención en Haití. Geng Shuang, representante permanente adjunto de China ante la ONU, dijo que el organismo debía ser cauteloso a la hora de apoyar una nueva fuerza para Haití.
“En un momento en que el gobierno haitiano carece de legitimidad y es incapaz de gobernar, ¿el envío de una fuerza de acción rápida de este tipo a Haití recibirá el apoyo comprensivo y la cooperación de las partes en Haití, o se enfrentará a la resistencia o incluso detonará una confrontación violenta con la población?”, preguntó el representante de Pekín.
Por su parte el enviado ruso ante la ONU, Dmitri Polianski, dijo que sería “inaceptable” apoyar “la injerencia externa en los procesos políticos de Haití” que supeditaría los intereses del país “a los intereses de actores regionales de renombre mundial que ven el continente americano como su patio trasero”, dijo, en clara referencia al gobierno de Washington.
Ante esta situación, se están buscando otras alternativas. En ese sentido, Estados Unidos y México preparan una resolución en la ONU que autorizaría una misión de asistencia internacional a Haití, con la finalidad de que se pueda entregar ayuda humanitaria urgente a millones de personas, manifestó la embajadora estadounidense ante el organismo, Linda Thomas-Greenfield.
Según informó el diario mexicano La Jornada, la diplomática explicó que la misión propuesta –la cual no es de la ONU– sería por tiempo y alcance limitado y estaría encabezada por un país aliado que no fue identificado con la experiencia amplia y necesaria requerida para que una labor así pueda ser efectiva. La misión incluiría un mandato para el uso de la fuerza militar en caso de que sea necesario.
Thomas-Greenfield subrayó que el gobierno de su país es muy consciente de la historia de intervenciones internacionales en Haití, y en particular de las preocupaciones de que el consejo autorice una respuesta que pudiese llevar a un papel de mantenimiento de la paz sin un límite de tiempo definido.