La ciudad balnearia turca de Antalya, ubicada sobre las costas del mar Mediterráneo, será este jueves la sede del primer encuentro de alto nivel desde que comenzó la invasión rusa a Ucrania, hace ya dos semanas.
Sergei Lavrov y Dimitri Kuleba, ministros de Relaciones Exteriores de Rusia y Ucrania, respectivamente, intentarán llegar a algunos acuerdos, en una reunión en la que también participará el canciller turco, Mevlut Cavusoglu. Antes de este encuentro hubo tres reuniones con delegaciones de ambos países, celebradas en Bielorrusia, que no lograron mayores avances, más allá del acuerdo para establecer corredores humanitarios que han funcionado con bastantes dificultades.
En la previa del cónclave de este jueves en Turquía, el negociador ruso Leonid Slutsky dijo que su país “no concederá un solo punto en la negociación”, informó la agencia rusa de noticias RIA.
Las exigencias del Kremlin para detener su ataque ya son conocidas.
El gobierno de Vladimir Putin quiere lograr la neutralidad y la desmilitarización de Ucrania, y además que este país reconozca la soberanía rusa sobre la península de Crimea y también la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, situadas en la región del Donbás, en territorio ucraniano.
Por su parte, en declaraciones al canal público alemán ARD, Ihor Zhovkva, asesor del presidente Volodímir Zelenski, declaró que su gobierno está dispuesto a dialogar “sobre la neutralidad de Ucrania” y renunciar a una hipotética entrada en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pero afirmó que para que esto suceda deben cumplirse “ciertas condiciones”.
Pero mientras los jerarcas discuten, la situación de la población civil sigue siendo durísima. Este miércoles se implementaron durante varias horas corredores humanitarios en algunos puntos de Ucrania, pero las autoridades locales informaron que sólo pudieron evacuar a 40.000 personas de las zonas de conflicto hacia lugares seguros, cuando esperaba poder sacar a cerca de 100.000.
Una situación particularmente dramática se vivió en la ciudad de Mariúpol, en el sureste del país, luego de que el gobierno ucraniano denunciara el ataque ruso sobre un hospital maternal, que terminó sin muertos, pero con 17 heridos, todos ellos adultos, informaron los rescatistas.
La noticia repercutió en todo el mundo; el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el portugués António Guterres, escribió en su cuenta de Twitter: “Los civiles están pagando el precio más alto por una guerra que no tiene nada que ver con ellos. Esta violencia sin sentido debe cesar. Poner fin al derramamiento de sangre ahora”.
Sin embargo, la teoría del ataque ruso fue desmentida por el representante permanente de Moscú ante la ONU, Vasili Nebenzia, quien declaró, según consignó la cadena RT, que “lugareños informaron que, tras echar a todo el personal del Hospital de Maternidad 1 de Mariúpol, las Fuerzas Armadas ucranianas han instalado en él una posición de tiro”.
Pero más allá de acusaciones cruzadas, la situación es muy dura en esta ciudad de 400.000 habitantes situada en el sureste de Ucrania, que está desde hace días bajo el asedio ruso, que considera su conquista clave para unir la península de Crimea con las repúblicas del Donbás afines a Moscú, Donetsk y Lugansk.
Según dijo el alcalde de la ciudad, Vadym Boichenko, en un mensaje en su cuenta de Telegram, durante los primeros nueve días de ataques rusos sobre la ciudad la cantidad de fallecidos ascendió a 1.207 civiles.
Este miércoles la ONU, de acuerdo a un recuento llevado por la propia entidad, informó que más de 500 civiles murieron en Ucrania como consecuencia del ataque militar, aunque el organismo internacional estima que la cifra real es “considerablemente mayor”, en la medida en que tiene dificultades para verificar las informaciones.
Paralelamente, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados comunicó que aproximadamente 12 millones de ucranianos precisarán ayuda humanitaria en las próximas semanas. El país tiene algo más de 40 millones de habitantes y desde que comenzó la invasión rusa aproximadamente 2,3 millones se fueron del país, mientras que centenares de miles están desplazados de sus hogares, pero dentro de las fronteras ucranianas.
Cielo abierto
El gobierno de Estados Unidos comunicó este miércoles que rechazó el ofrecimiento realizado por Polonia de dar a las Fuerzas Armadas ucranianas aviones de combate de fabricación rusa.
El Pentágono consideró que el movimiento sería de “alto riesgo”, porque inequívocamente iba a ser tomado por Moscú como una señal de una escalada, algo que todos los países que integran la OTAN quieren evitar, ya que pretenden que esta guerra se libre únicamente en territorio ucraniano. El martes el gobierno polaco había propuesto mandar sus aviones a la base estadounidense ubicada en la ciudad alemana de Ramstein, para luego ser transportados a las zonas de combate.
Pero el portavoz del Pentágono, John Kirby, dijo que “la decisión de transferir aviones es, en última instancia, del gobierno polaco”, pero remarcó que la propuesta de Varsovia no era “asumible” para la Defensa estadounidense por plantear “serias preocupaciones” para toda la OTAN.
También este miércoles Zelenski volvió a pedir a las potencias occidentales que cierren el cielo ucraniano, algo que ya se han negado a hacer en reiteradas ocasiones, porque ello llevaría a una confrontación directa con Rusia.
El mandatario ucraniano afirmó que millones de personas pueden morir si los países occidentales no prestan apoyo aéreo contra la invasión rusa. “En el futuro será demasiado tarde. Créame, si esto se prolonga de esta manera, verá cómo acabarán cerrando el cielo, pero perderemos a millones de personas”, dijo Zelenski en una entrevista emitida por el canal británico Sky News.