La crisis política que vive Israel desde hace años sumó un nuevo capítulo este lunes, cuando los dos referentes del gobierno, el primer ministro Naftali Bennett y el ministro de Relaciones Exteriores Yair Lapid, acordaron presentar la semana que viene ante el Parlamento (Knésset) una ley de disolución del órgano legislativo para poder llamar a nuevas elecciones, las quintas en tres años y medio.

Bennett y Lapid manifestaron en un comunicado conjunto que tenían las “opciones agotadas para estabilizar” su heterogénea coalición, que lleva un año en el gobierno. En total son ocho los partidos políticos de todas las tendencias -desde la derecha nacionalista hasta la izquierda, pasando por la inédita inclusión de un partido árabe, Raam- que integran la coalición, que se unió con el único objetivo de terminar con los mandatos de Benjamin Netanyahu, líder del derechista Likud.

Si la semana que viene se aprueba la votación, algo que se da por hecho, el líder de Yesh Atid, Yair Lapid, se convertirá en el primer ministro interino hasta que se celebren las elecciones el 25 de octubre. Lapid seguirá siendo ministro de Relaciones Exteriores, mientras que Bennett ocupará el cargo de primer ministro suplente, aunque fuentes cercanas al primer ministro citadas por el diario israelí Haaretz dicen que está considerando retirarse de la política.

En una conferencia de prensa, Bennett dijo que “hizo girar cada piedra” para salvar a la coalición, cosa que no pudo conseguir. Expresó su gratitud por su unión con Lapid, quien se convertirá en el primer ministro interino. “Haré todo lo posible para asegurarme de que tenga éxito”, agregó.

En su intervención, Lapid subrayó que “no podemos permitir que las fuerzas de la oscuridad nos destruyan desde dentro”, y luego agradeció a Bennett y lo elogió por “poner al país por encima de sus intereses personales”.

De acuerdo a lo que informó el portal Aurora, el gobierno de coalición cumplió el 13 de junio su primer aniversario, encadenando una crisis tras otra, especialmente desde abril, cuando perdió su mayoría parlamentaria tras la deserción de Idit Silman, una diputada de Yamina, el partido nacionalista religioso que lidera Bennett.

Mientras tanto, el partido árabe islamista Raam también congeló a finales de abril durante tres semanas su participación en el gobierno con el telón de fondo de los disturbios violentos de los palestinos en el Monte del Templo de Jerusalén durante el Ramadán, pero luego decidió reintegrarse al endeble Ejecutivo.

Haaretz informó que este lunes en los pasillos de la Knésset el sentimiento que predominaba entre los miembros de la coalición era el desconcierto. Incluso muchos legisladores manifestaron que no fueron informados con anticipación de la decisión del llamado a nuevas elecciones, tomada después de una reunión entre Bennett y Lapid.

El ministro de Defensa, Benny Gantz, fue el primero en responder públicamente, afirmando que cree que “el gobierno hizo un muy buen trabajo” y que “es una vergüenza que el país deba ser arrastrado a elecciones”. También valoró positivamente la actuación del gobierno el ministro de Salud, Nitzan Horowitz, líder del partido izquierdista Meretz. “Este es un gobierno histórico que salvó la democracia israelí. Estoy orgulloso de nuestra parte en esto. Hicimos un esfuerzo enorme para preservarlo; sus logros serán recordados durante muchos años. Meretz continuará trabajando en nombre de los israelíes y luchará por nuestros valores en las próximas elecciones”, dijo el dirigente de izquierda.

Mansour Abbas, del partido árabe Raam, dijo en una entrevista televisiva que él y su partido “quieren ser socios en la próxima coalición” para poder así tener incidencia en la defensa de los intereses de su comunidad dentro del país.

Una palabra muy esperada fue la del líder de la oposición, Benjamin Netanyahu, quien publicó un video en las redes sociales celebrando la “gran noticia” y prometió establecer un “gobierno nacional que traerá de vuelta el orgullo nacional”.

“Está claro para todos que este gobierno, el mayor fracaso en la historia de Israel, está al final de su camino. Un gobierno dependiente de los partidarios del terror, que descuidó la seguridad personal de los ciudadanos de Israel y que elevó el costo de vida a niveles nunca vistos”, dijo el ex primer ministro, que en las próximas elecciones buscará retornar al poder, mientras siguen en curso los juicios en su contra por sonados casos de corrupción.