El presidente iraquí, Barham Salih, propuso este martes la celebración de elecciones parlamentarias anticipadas para intentar superar la situación de extrema inestabilidad política que se vive en el país, que el lunes originó duros enfrentamientos entre milicias rivales en los alrededores del Palacio Presidencial que provocaron la muerte de al menos 30 personas y heridas a otras 200.
La situación puntual que desató la violencia fue el anuncio del influyente clérigo chiita Muqtada al Sadr sobre su retirada de la vida política en el país árabe. Irak celebró sus últimas elecciones en octubre de 2021, pero la incapacidad de los actores políticos para reajustar el frágil equilibrio entre facciones y formar gobierno ya había llevado al propio Al Sadr a reclamar nuevos comicios y sacar a sus fieles del Parlamento, de acuerdo a lo que informó Europa Press.
Ante esta situación, el presidente Salih expresó su consternación y reclamó el fin de la violencia en el país, para lo cual agradeció la posición “responsable” del propio Al Sadr de llamar a la calma, según lo consignado por la agencia de noticias iraquí INA.
Salih hizo referencia a la alta abstención que hubo en las elecciones de 2021 y dijo que cree que es momento de votar nuevamente como forma de garantizar la estabilidad social y política y emprender las reformas que viene reclamando la mayor parte de la ciudadanía. Tal como recordó el portal France24, desde la caída del gobierno de Saddam Hussein, en 2003, Irak se rige por un sistema confesional de poderes, mediante el cual la jefatura de Estado está reservada a un representante de la comunidad kurda –el actual presidente Salih, que ocupa el cargo desde octubre de 2018–, un musulmán chiita es el primer ministro, en tanto que la presidencia del Parlamento está reservada para un representante de la comunidad suní.
Este martes Muqtada al Sadr volvió a hacer declaraciones públicas tras su renuncia del lunes que generó la ola de violencia antes mencionada.
De acuerdo a lo que informaron agencias internacionales, en su mensaje Al Sadr les ordenó a sus seguidores que abandonen todo tipo de protestas en el centro de Bagdad, tanto las violentas como los campamentos que hubo frente a la Casa de Gobierno durante casi un mes.
“Sigo creyendo que son disciplinados; por eso, si no abandonan las protestas, incluso frente al Parlamento, me iré de este movimiento”, advirtió el religioso chiita, que también rechazó los actos violentos protagonizados por algunos de sus seguidores contra militantes de otras facciones, también chiitas, pero proclives a un mayor acercamiento con Irán.
“Hay milicias descontroladas, sí, pero eso no significa que el Movimiento Sadrista también deba estarlo”, recalcó Al Sadr, de 48 años, un líder religioso que ganó mucha relevancia en el país durante los años posteriores a la caída de Hussein.
Los durísimos enfrentamientos que hubo el lunes en la Zona Verde de Bagdad –considerada la más segura de la milenaria ciudad– dejó en evidencia que las autoridades en funciones no están en condiciones de retomar el control por voluntad propia. “El Ejército está dividido entre los leales a Irán y los sadristas”, dijo un funcionario no identificado del gobierno a la agencia Reuters. Los toques de queda establecidos por el Ejecutivo ni bien se desencadenaron los incidentes fueron completamente infructuosos para detener a los manifestantes.
Tras haber pasado por la invasión estadounidense y por una cruenta guerra interna, en la actualidad Irak vive un contexto de parálisis política, porque tras el triunfo del sadrismo en las elecciones legislativas de octubre no se logró conformar un nuevo gobierno, lo que se tradujo en movilizaciones callejeras y esporádicos hechos de violencia.
Si bien Irak es un país en el que la mayoría de la población es musulmana chiita, Hussein, quien era suní, reprimió a los chiitas y también a la población kurda, generando enormes resentimientos internos que afloraron luego de su caída.
Desde que Estados Unidos invadió Irak y destituyó a Hussein, Irán –la mayor nación chiita a nivel mundial– comenzó a tener una influencia cada vez mayor en la vida interna de su país vecino.
El gobierno de Teherán respaldó fuertemente a los grupos chiitas, incluidos los sadristas, durante la guerra contra Estados Unidos, mientras creaba sus propias organizaciones militares y políticas, como Asa’ib Ahl al Haq (Liga de los Justos) y Kataeb Hezbolá (Brigadas del Partido de Dios), que poco a poco fueron ganando espacio tanto en el Parlamento iraquí como en varias ramas del gobierno. Irán ve a Irak como un escenario vital para su proyección de poder regional, pero esta idea no es compartida por Al Sadr, quien a pesar de ser chiita, tiene una postura nacionalista, que se contrapone con los intereses iraníes.