En un país con fuerte impronta federal y con un sistema político necesitado de acuerdos, ¿con qué va a gobernar Javier Milei? Una síntesis rápida de los datos muestra que, de base, será un presidente argentino con un músculo político extremadamente flaco. El más flaco desde el retorno a la democracia en 1983.
El Congreso de la Nación Argentina
Las dos cámaras legislativas son lo primero que miramos. Las elecciones legislativas del 22 de octubre pasado repartieron las 130 bancas de la Cámara de Diputados de la Nación y los 24 asientos del Senado de la Nación. De todos esos escaños, La Libertad Avanza conquistó 35 que, sumados a los tres que ya tenía, le permitirán contar con 38 diputados nacionales. En el Senado obtuvo siete y no tenía ninguno hasta la fecha. Eso dejará a Javier Milei como el presidente argentino electo con menor base política inicial desde 1983 hasta la fecha.
En términos comparativos, el gobierno de La Libertad Avanza arrancará con casi el 15% de la Cámara de Diputados y apenas el 10% del Senado de la Nación. Si contamos todos los gobiernos desde 1983 hasta 2019 inclusive, el promedio del peso legislativo de los presidentes electos es del 46% en la primera cámara y del 49% en la segunda. Eso incluyendo al gobierno de Cambiemos (2015) que, hasta la victoria de Javier Milei, era el más minoritario. Los inquilinos del sillón de Rivadavia suelen ganar con valores cercanos a la mayoría propia. Este no será el caso.
El poder federal
A la dimensión legislativa también hay que sumarle la federal. O, como nos gusta decir a politólogos y politólogas, los gobernadores e intendentes. No es un tema menor para gobernar el país. Dios atiende en Buenos Aires, pero necesita de las provincias. Estos actores son, en definitiva, quienes ejecutan la política pública, brindan apoyo político, construyen el propio y, muchas de las veces, activan las mayorías legislativas que los presidentes de turno requieren. Un gobernador y un intendente generalmente intentan armarse una carrera que, en un futuro, los deposite a ellos mismos en la Casa Rosada. No hay que dejarlos de lado. Y, mientras uno tenga cerca más de ellos, más fortalecido saldrá, más consensos logrará y más potenciales rivales futuros se sacará de encima.
Si se observa la cantidad de gobernadores con los que cada presidente electo asumió su poder en cada debut, la distribución del poder federal ha sido más beneficiosa para los gobiernos peronistas que para los no peronistas. En 1989, 1995, 2003, 2007, 2011, 2015 y 2019 los presidentes contaron con una base de sustentación provincial mucho más amplia que los de 1983, 1999 y 2015. Para los primeros, en promedio, el 64% de los distritos ha sido propio. Para los segundos, el 23%.
El caso de Javier Milei rompe con toda la lógica histórica. Encuadrado entre los gobiernos no peronistas, tendrá menor cantidad de gobernadores propios que Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri: cero. Si a eso le sumamos que, según datos de la Red de Innovación Local, contará con solamente seis intendencias sobre 2.019 que tienen monitoreados (0,3%), hablamos, entonces, de un presidente que tendrá una capilaridad territorial prácticamente nula. El contexto de arranque para abrazar las ideas de la libertad es, al menos, débil en términos políticos.
La caja de herramientas presidencial
Esto no indica que en un futuro de corto o mediano plazo no pueda modificarse. Más arriba comentaba que el poder de los presidentes argentinos es inicial. Esto quiere decir que se construye. Para ello, todos los presidentes cuentan de entrada con una cantidad de recursos políticos, institucionales, simbólicos y financieros para lograr la adhesión de diputados y senadores nacionales, gobernadores e intendentes de distintos puntos del país. En este sentido, cada uno de los ocupantes de la Casa Rosada ha utilizado una caja de herramientas a su disposición para garantizarse a sí mismos gobernabilidad. La botonera que permite decidir.
Este punto, sin embargo, es la mayor interrogante que tiene Javier Milei hoy. El discurso de la casta política, del cambio radical y del estruendo de los cimientos del sistema político argentino va en contra de la lógica del ejercicio del poder presidencial en el país. La Libertad Avanza tiene muy escaso poder de fuego legislativo y un absolutamente nulo poder de fuego federal. Su programa político va en contra de activar la botonera. En vías de lograr el programa económico y social revolucionario de derecha que se propone necesitará apelar a alguno de los dispositivos que tendrá a disposición.
La clave pasará por sus aliados más recientes: (una parte de) Juntos por el Cambio. El apoyo de Mauricio Macri, de concretarse bajo la forma de alguna especie de cogobierno, le dará la segunda minoría en la Cámara de Diputados y la tercera en el Senado de la Nación. Eso aumentará al 30% en la primera y al 16% en la segunda, valores más cercanos a los de Cambiemos en 2015. Si a eso se le suma una posible diáspora peronista y un eventual realineamiento de los gobernadores e intendentes, entonces los números pueden ser más favorables para Javier Milei durante el arranque de su mandato presidencial.
En Argentina la gobernabilidad se construye. Pero él tiene que querer hacerlo.
Una versión más extensa de este artículo fue publicada originalmente en Cenital.