Este lunes el canciller alemán, Olaf Scholz, no pasó una moción de confianza que él mismo había convocado en el Parlamento (Bundestag), por lo que el 23 de febrero se celebrarán las elecciones en las que la ciudadanía determinará quién será el nuevo gobernante. Antes, el presidente germano, Frank-Walter Steinmeier, disolverá formalmente el Parlamento y será quien convoque a las elecciones.

En la sesión del lunes, 207 parlamentarios mantuvieron su confianza a Scholz, únicamente lo apoyaron los representantes de su sector, el Partido Social Demócrata (SPD, por sus siglas en alemán), 394 votaron en contra del mandatario y 116 se abstuvieron.

El resultado de la votación era sumamente previsible después de que el 6 de noviembre se disolviera la coalición de gobierno, luego de la salida del Partido Liberaldemócrata (FDP, por sus siglas en alemán). Los ecologistas eran el otro partido que conformaba la coalición.

Esta crisis fue el desenlace de meses de disputas entre los tres partidos de gobierno sobre la política económica, la migración y enfrentamientos personales. Finalmente, las diferentes posturas respecto al presupuesto del año que viene terminaron de detonar la alianza. Esta ruptura se reflejó en el debate parlamentario del lunes, donde Scholz defendió su gestión, a la vez que atacó con vehemencia a los liberales, a quienes acusó de sabotearlo.

“La política no es un juego y no podía permitir semanas y semanas de sabotaje. Entrar en un gobierno requiere la madurez moral necesaria”, afirmó Scholz al abrir un debate en el que hubo ajuste de cuentas y mucha promesa electoral, de acuerdo con lo que informó el diario español El Mundo.

En su réplica, el líder de la oposición, el conservador Friedrich Merz, líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán), arremetió contra Scholz por la manera en que se refirió a sus exsocios liberales y particularmente a su líder, el exministro de Finanzas Christian Lindner. “Lo que dijo de su antiguo socio es impropio, una pura impertinencia”, sentenció Merz mirando a Scholz. “Evidentemente, su respeto acaba donde hay otras opiniones políticas”, agregó.

El canciller Scholz recurrió a un truco retórico en el comienzo de su discurso: trasladó el voto de confianza parlamentario a los electores. “Adelantar las elecciones generales es también mi objetivo. Ahora serán los alemanes y las alemanas quienes decidan qué rumbo debe tomar el país”, afirmó Scholz, quien, ya hablando en tono electoral, prometió aumentar el salario mínimo a 15 euros la hora, mejoras en la educación, mejores infraestructuras y, para mayor equidad, otra reducción del IVA para los alimentos, del siete al cinco por ciento.

Pero pese a estas promesas, las encuestas de opinión sitúan a Scholz y a su partido casi 15 puntos detrás de los conservadores de la CDU y sus aliados de la Unión Social Cristiana Bávara (CSU, por sus siglas en inglés).

“Usted deja al país sumido en una de las mayores crisis económicas de la historia”, le recriminó Merz a Scholz, a quien acusó de no haber pronunciado ni una sola vez en su discurso la palabra “competitividad”.

Los reproches a su gestión como gobernante fueron masivos, especialmente en materia económica e impositiva. “Ustedes piensan en pasado. No tienen agenda para las generaciones futuras, incluido la sostenibilidad de las pensiones”, dijo el líder demócrata cristiano.

Merz, además, arremetió contra el ministro de Economía, Robert Habeck, del partido de los Verdes. “En lugar de nuevas ideas de política económica, el ministro habla de cambiar heladeras y de bombas de calor. El ministro es la duda escenificada, alguien que se presenta como intelectual para ocultar el hecho de que también ha fracasado. Usted no seguirá con nosotros esta política económica”, declaró Merz.

Alemania, cuya economía es la más grande de la Unión Europea, se encuentra en un momento de crisis. Según lo que declaró a AFP la politóloga Claire Demesmay, politóloga del Instituto de Estudios Políticos de París, “el modelo alemán está en crisis”.

La prosperidad de Alemania “se construyó sobre la base de energía barata importada de Rusia, sobre una política de seguridad delegada a Estados Unidos y sobre las exportaciones y la subcontratación a China”, expresó Demesmay.