La segunda vuelta electoral prevista para el domingo en Rumania fue cancelada dos días antes por el Tribunal Constitucional. La decisión judicial, inédita en el país, fue adoptada en medio de sospechas de financiación irregular e injerencia extranjera a favor del ultraderechista Calin Georgescu.
Si bien esta corte había desestimado varios recursos contra el proceso de elecciones, que tuvo su primera instancia el 24 de noviembre, finalmente adoptó este fallo y lo dejó sin efecto. Por unanimidad, dispuso que “el proceso electoral para la elección del presidente de Rumania será reiniciado en su totalidad” y corresponderá al gobierno establecer una nueva fecha para la votación.
Los candidatos que habían pasado a la segunda vuelta eran la liberal y proeuropea Elena Lasconi y el ultranacionalista de extrema derecha Georgescu, que en las encuestas aparecía con apenas 7% de respaldo. Finalmente, fue el postulante más votado, con 22,9% de apoyo en un electorado dividido entre varios candidatos.
Informes de inteligencia que el presidente Klaus Iohannis divulgó la semana pasada indicaban que la campaña electoral del candidato más votado fue impulsada por la injerencia de un “actor estatal”. Aunque las autoridades no identificaron a ese actor, la prensa rumana publicó que se trataba de Rusia.
Según las autoridades, más de 25.000 cuentas de TikTok aumentaron la presencia de Georgescu en esa red y replicaron sus mensajes, en una estrategia que incluyó pago a influencers y técnicas para evitar la detección de bots. Del mismo modo, informó la agencia Efe, actuaron a favor de Georgescu grupos de Telegram coordinados desde 2022, que contaron con un millón de euros en financiación externa. La Fiscalía investiga si existió financiación ilegal en esta campaña, en la que el candidato no fue muy visible en actos públicos ni en entrevistas en los medios.
A este informe se sumó otro, que registraba 85.000 ciberataques contra Rumania, que, entre otros contenidos, difundían propaganda antioccidental.
Si bien el discurso de Georgescu muestra su simpatía con Rusia, y en particular con el presidente de ese país, Vladimir Putin, el candidato negó reiteradamente que su campaña estuviera vinculada con Moscú. Para el ultraderechista, la decisión de anular las elecciones es un “golpe de Estado” y un ataque en su contra, y anunció que la impugnará.
Mientras el gobierno de Estados Unidos respaldó la anulación de las elecciones rumanas, aliados de Georgescu manifestaron su expectativa en que la posición de Washington cambie cuando Donald Trump asuma la presidencia.
Matthew Miller, portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, dijo que su país tomó nota de la sentencia del Tribunal Constitucional rumano y manifestó: “Las elecciones libres y justas son parte integrante de la democracia y los rumanos deberían poder ejercer su derecho al voto sin influencias extranjeras malignas destinadas a socavar su voluntad democrática”.
George Simion, otro dirigente ultranacionalista de Rumania, líder de Alianza para la Unión de los Rumanos, que manifestó su apoyo a Georgescu, dijo que en su país los partidos europeístas son “golpistas” y que el fallo del Tribunal Constitucional es un “intento marxista de alterar el resultado y negar la voluntad del pueblo”. Agregó que cuando Trump llegue al gobierno los “castigará”.
“Necesitamos tu ayuda por la libertad”, le pidió Simion a un hijo del expresidente, Donald Trump Jr, en su cuenta de la red social X.
El domingo, Georgescu se dirigió públicamente a un grupo de seguidores y les dijo: “Hoy es el día de la Constitución, pero no hay nada constitucional en Rumania”. Mientras tanto, sus votantes gritaban críticas a los políticos y a los periodistas.
De acuerdo con Efe, entre los apoyos de Georgescu se encontraba el de la iglesia ortodoxa, que el domingo pidió a sus fieles que no participaran en las protestas. Justamente, parte de la imagen del dirigente es la de una persona religiosa y conservadora.
Su discurso incluye frases como “Rumania es el centro de la energía del planeta” o “la neutralidad de Rumania está escrita en las estrellas”. Pero también otras más terrenales, como: “Una mujer no puede ser presidenta. Las mujeres tienen otro papel en la sociedad. No estaría a la altura”.