“Si tu estrategia es decir que Fabiola está enferma, estás mal. ¡Si decís que no es verdad, demostrá que no le pegaste!”. El miércoles pasado, al teléfono con un exfuncionario, Alberto Fernández ensayó por enésima vez el que será su argumento judicial frente a la denuncia de violencia de género que le hizo su expareja Fabiola Yáñez. Lo repitió en cada charla que mantuvo los últimos días desde el celular que el viernes, pasadas las 20.00, le incautó el Poder Judicial y en el que ya no estarían, porque fueron borradas –según Fernández, accidentalmente–, las conversaciones que mantuvo con la ex primera dama.
El expresidente entregó las claves de acceso al teléfono, a las aplicaciones de mensajería y a su mail. El celular de Fernández es una especie de Aleph borgiano donde están registradas sus conversaciones privadas, pero además las comunicaciones de Estado del último presidente. El análisis y la administración de esa información hipersensible es otro asunto. El celular abierto del exmandatario puede convertirse en un manantial de contenidos para el escándalo personal o para el impacto político.
No es la única usina. La difusión de las fotos de Fabiola golpeada y de dos videos de Fernández con una conductora en una situación privada, en el despacho de la Casa Rosada, aparecen como una microdosis de lo que puede venir. El origen de algunos contenidos tiene un hilo con la fiesta de Olivos por el cumpleaños de Yáñez en medio de la pandemia. Una de las partícipes de aquel encuentro se menciona como portadora de material que probaría la violencia sobre Fabiola. Las comunicaciones entre la ex primera dama y Fernández podrían recuperarse en el celular de Yáñez.
El ring judicial Fabiola-Alberto
La disputa judicial tiene trincheras. Fernández, que niega los hechos, refiere a hábitos de Yáñez y señala que, a pesar de la cantidad de personal que trabajaba en Olivos, nadie habría visto lo que denuncia la ex primera dama. En esa estrategia trabaja Silvina Carreira, la abogada dedicada a temas de “familia” que un dirigente peronista le recomendó al expresidente. Carreira –desconocida para la política y los medios con expertise en temas de familia– y Mariana Arce, experta en temas penales, estuvieron el viernes junto a Fernández durante la entrevista que le dio a Martín Sivak para el diario El País.
Los que trabajan en la denuncia de Fabiola, que quedó a cargo de Mariana Gallego, hablan de “profusión de pruebas” que “no se agotan en las dos fotos” publicadas. Hablan de otro material, incluso videos, y señalan como testigo clave a una persona que asistía a Yáñez cuando estaba alojada en Olivos. Refieren, además, al grupo de amigas de la ex primera dama que habrían estado al tanto de los hechos que denuncia. Fue una de ellas quien le sugirió que se hiciera representar por Gallego, luego de conocer su intervención en el divorcio de Rodrigo de Paul y Camila Homs. El jueves pasado, Fabiola llamó a la abogada para que la patrocinara. Gallego viajó el viernes a Madrid y el sábado se reunió con la ex primera dama.
El equipo que asesora a Yáñez conoce que la estrategia de la defensa será apuntar a su conducta. La propia Fabiola, en el reportaje que publicó Infobae, en el que confirma episodios de violencia por parte de Fernández, menciona que la quieren acusar de “enferma”. Apunta, además, a otro asunto: sostiene que en el entorno de Fernández sabían de la situación y que pidió ayuda al Ministerio de la Mujer y no se la dieron.
En la dimensión personal, la semana que pasó tuvo un punto de quiebre en el sistema Alberto. Shockeados por los detalles de la causa, y sobre todo tras la difusión de las fotos de la ex primera dama golpeada, viejos amigos de Fernández tomaron distancia. Uno de ellos, que lo conoce desde hace 40 años, dejó de hablarle. “Nos mintió con la foto de Olivos, que dijo que no existía y existió... ¿Ahora esto?”, se descargó frente a otro compañero del expresidente.
“A María la puso él y está ensuciando a todo el mundo. Fabiola era su pareja, la fiesta de Olivos fue su culpa”, se descargó. La referencia es a María Cantero, la secretaria privada de Fernández y esposa del broker Héctor Martínez Sosa, implicado en la causa por los seguros, por la que el juez Julián Ercolini abrió el teléfono de Cantero donde estaban los mensajes de Yáñez y las fotos en las que aparece golpeada. Era vox populi que la relación entre Fernández y Yáñez era difícil. ¿Podían desconocer la existencia de episodios violentos? Parece inevitable, más allá del destino de la causa –quede en manos de Ercolini o pase a la Justicia de San Isidro–, que en algún momento la investigación requerirá el testimonio de los colaboradores del expresidente.
Los oficios de Santiago
Aunque hace rato que Fernández perdió incidencia política, la denuncia de Yáñez hizo implosionar al peronismo. Ocurrió en el momento en que el foco crítico se posaba sobre La Libertad Avanza (LLA). Fuera de radar quedan las feroces internas libertarias, una de ellas con derivación judicial, como la denuncia de la diputada Lourdes Arrieta contra otros legisladores de su espacio. La pelea pública entre Marcela Pagano, Rocío Bonacci y Lilia Lemoine fue otro capítulo y arrecian, además, las disputas territoriales como la que tiene Gabriel Bornoroni, jefe de la bancada de LLA en Diputados, en Córdoba por el manejo del PAMI. Se trata de designaciones que, al igual que ANSeS, operó desde Casa Rosada Eduardo Lule Menem, operador de Karina Milei.
Javier Milei siguió los pormenores del caso Yáñez y tomó posición pública a través de X, según una fuente de LLA, para “exponer la hipocresía K y esperar que la Justicia lo condene”. La procesión fue, como indica la dinámica mileísta, por otro lado: las redes libertarias vivieron horas de esplendor y celebración. El timing de la denuncia, la información por goteo y la difusión de fotos y videos se leyeron en una clave que fascina al sistema de poder: como maniobras de espías, donde ahora todo se atribuye a Santiago Caputo como jefe informal de los supernumerarios. Caputo Jr. se ríe del megapoder que se le atribuye.
Así como eran habituales las versiones sobre los comportamientos privados de Fernández, no había trascendidos ni rumores sobre conductas violentas del expresidente. Quizá aparezcan. ¿Existieron y se ocultaron? ¿No se detectaron o no se registraron? No sería insólito: sólo para citar un caso, la inteligencia criolla no pudo anticipar el atentado contra Cristina Kirchner a pesar de numerosos indicios previos como marchas, amenazas y charlas públicas en redes.
Las teorías sobre el accionar de los espías puede determinar la suerte del decreto que le otorga 100.000 millones de pesos de gastos reservados a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). En Diputados se afirma que hay 140 votos para voltearlo. En el Senado no está tan claro. Antes, hay otro expediente crítico: el 21 de agosto está la audiencia por la postulación de Ariel Lijo para la Corte, cuya suerte está atada a lo que hagan los 33 senadores del peronismo porque, además de recelos de algunos radicales, hay dos senadores libertarios que anticiparon su negativa a votar el pliego de Lijo. Se trata de Francisco Paoltroni y Juan Carlos Paggoto.
Lijo se puso, en persona, a juntar votos. Un lobby autogestivo, dicen en el Senado. En su juzgado cayó la denuncia de Mariano Macri contra su familia y directivos del Grupo Socma. Todo ocurrió horas después de que Mauricio expusiera la postulación de Lijo como un error político de Milei. Desde la Casa Rosada habrá una intervención final sólo si se garantiza que se vote, en paralelo a Lijo, a Manuel García Mansilla. “Los dos o nada”, repiten.
La Corte prepara el trámite para la elección que designará a quien presida el tribunal durante los próximos años. Todo indica que, en setiembre, Horacio Rosatti será reelecto. ¿Puede haber un movimiento táctico y que el lugar lo ocupe Carlos Rozenkrantz? ¿Cómo puede impactar en el panperonismo, respecto de Lijo, la denuncia contra Fernández? Las dos preguntas tienen una respuesta temporal: dependerá de cuán fortalecido salga Milei frente a la crisis del peronismo.
El peronismo y la batalla cultural libertaria
“Ganamos la batalla cultural: es el fin del peronismo”, dijo exultante, el viernes, un operador libertario a Cenital. En LLA especulan que las esquirlas del caso Fernández durarán un tiempo largo y acelerarán la crisis interna del peronismo. Anticipan, por caso, fracturas en los bloques y la atomización. Hay peronistas que tendieron puentes con la Casa Rosada y frente al escándalo podrían tener facilitado el tránsito.
En otro despacho se hizo una lectura más estructural y pretenciosa. “Milei es Perón en el 47”, se dijo, y se justificó la analogía con que el libertario creó un nuevo partido y reconfiguró el espectro político e ideológico. Con las horas, la regla oficial fue no sobreactuar. El caso Fernández es un reflejo de los riesgos que eso supone.
Es una prueba de fuego para Milei, que en momentos clave acepta las sugerencias de Caputo y Manuel Adorni de hacer intervenciones administradas y planificadas. Así fue el mensaje del presidente en sus redes sobre el tema Yáñez. Pero su naturaleza es otra, lo que lo hace auténtico, su principal capital para atravesar las tempestades de una economía en la que tres de cada cuatro argentinos dicen verse negativamente afectados por las medidas del gobierno.
El último informe del instituto de investigación Aresco, de Federico Aurelio –que incluye el dato sobre el malestar económico citado arriba– tiene un fragmento sobre la autenticidad del presidente. En el estudio, más de 60% de los consultados afirma que los argentinos no dicen lo que piensan sino lo que conviene, mientras que sólo un tercio cree que Milei es como el resto de los argentinos. Para Aurelio, es uno de los factores que sostienen a Milei y le permiten mostrarse como distinto al resto de la política. Según Aresco, la imagen positiva del presidente se sostiene, estable desde hace meses, en el orden del 55%, pero bajó la expectativa sobre una mejora económica después de un mes con ruidos en el dólar.
¿Cuánto tiempo alcanza esa virtud para apagar el deterioro en las condiciones de vida? Proyección midió en julio y reflejó la motosierra familiar forzada en tres indicadores: 63% no gastó en esparcimiento, 60% no piensa comprar ropa ni artículos del hogar y 75% ajustó su gasto en cuestiones básicas como los alimentos.
En medio, el peronismo armó un microclima en La Rioja para la jura de la nueva Constitución provincial, episodio que Ricardo Quintela planeó, entre otras cosas, como punto de partida para convertirse en jefe del Partido Justicialista nacional, una butaca que hasta hace unos meses ocupó Fernández. Axel Kicillof estuvo ahí, además de vicegobernadores, intendentes, senadores y diputados nacionales. Sin presencia de La Cámpora, se volvió simbólica la presencia de Juliana Di Tulio y Oscar Parrilli, dos referencias ligadas con Cristina Kirchner.
La expresidenta tuiteó el viernes sobre la denuncia de Fabiola y, antes que nada, se despegó de Fernández, a quien ubicó en el club de los malos presidentes junto a Macri y Fernando de la Rúa.
El viernes, a media mañana, Quintela, Kicillof y un puñado de dirigentes tuvieron un desayuno cerrado. Uno de los presentes fue Sergio Berni, que se presenta como “armador bonaerense” del gobernador riojano. Se habló de la denuncia contra Fernández y del impacto político inmediato. Pura confusión sin posibilidad de proyectar, más allá del deseo, sobre derivaciones futuras. Hizo ruido una presencia: la de Fernando Espinoza, procesado en una causa por violencia de género.
Este artículo fue publicado originalmente en Cenital.