Varios edificios de apartamentos en Beirut, la capital libanesa, fueron destruidos el viernes por un intenso bombardeo de Israel, que obligó al primer ministro, Najib Mikati, a abandonar Nueva York, donde participaba en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y convocar a una reunión de emergencia en su país.
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Poco antes, Mikati había pedido en la ONU que se “disuada” a Israel para “detener su tiranía y la guerra genocida que está lanzando contra Líbano” desde el lunes.
Las autoridades sanitarias libanesas informaron que dos personas murieron y 76 fueron heridas, 15 de ellas hospitalizadas. También comunicaron que los bomberos y rescatistas seguían trabajando en el barrio atacado, Haret Hreik, en la zona conocida como Dahye, para remover los escombros y combatir incendios, y que era probable que la cifra de muertos aumentara. Las columnas de humo fueron visibles a gran distancia y las explosiones se oyeron incluso fuera de la capital.
De acuerdo con distintos medios internacionales, un objetivo de Israel era matar al líder de Hezbolá, Hasán Nasrala. Pero el ejército israelí sólo informó del ataque a un cuartel de Hezbolá.
Más tarde, dio la orden a la población libanesa de abandonar determinados puntos de Beirut, y volvió a bombardear.
En un comunicado citado por Europa Press, el ejército manifestó entonces que atacó edificios de apartamentos bajo los que se encontraban “armas pertenecientes a la organización terrorista Hezbolá”, en la zona de Dahye, y “objetivos terroristas” en la región de Tsur.
Daniel Hagari, portavoz del ejército, dijo que “Hezbolá tiene más de 150.000 cohetes destinados a matar a civiles israelíes” y que algunos fueron “colocados estratégicamente debajo de la población civil” libanesa. Según Israel, en la noche del viernes Hezbolá disparó 65 proyectiles contra su territorio.
Los bombardeos en Beirut y el desplazamiento de civiles llevaron a que colapsaran los centros improvisados para recibir a los refugiados. Pero además tuvieron como consecuencia un incremento de la tensión internacional.
Consultado sobre los primeros ataques, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, evitó pronunciarse. “Sobre los acontecimientos de las últimas horas, todavía estamos recopilando información, asegurándonos de que entendemos completamente lo que sucedió, cuál era la intención, y hasta que tengamos esa información, no puedo dar una respuesta”, dijo mientras la Asamblea General de la ONU sesionaba.
Horas antes, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, daba su discurso en ese ámbito. “Tengo un mensaje para los tiranos de Teherán: si nos atacan, los atacaremos. No hay lugar en Irán que el largo brazo de Israel no pueda alcanzar, y eso vale para todo Medio Oriente”, dijo, según citó la agencia Efe. “Y tengo otro mensaje para la Asamblea y el mundo fuera de aquí: estamos ganando”, agregó Netanyahu.
Irán, país al que Israel responsabiliza por las acciones de Hezbolá, repudió los ataques contra Líbano. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores iraní, Naser Kananí, dijo que fueron “un claro crimen de guerra” cometido con “bombas donadas por el régimen estadounidense al régimen sionista” y, por lo tanto, consideró que Washington es “cómplice” de estas acciones “y debe rendir cuentas”. Afirmó también que los llamados a un cese del fuego por parte de Estados Unidos y la Unión Europea “son un claro engaño con el objetivo de ganar tiempo para la continuación de los crímenes”.
También se pronunció la embajada iraní en Líbano: “No hay duda de que este crimen condenable y este comportamiento imprudente representa una escalada peligrosa que cambia las reglas del juego y requiere un castigo y una disciplina apropiados para su perpetrador”.