El encuentro previsto para este jueves entre funcionarios del gobierno ruso y el ucraniano en la ciudad turca de Estambul, la primera reunión en más de tres años entre representantes de ambos países para dialogar sobre una tregua, no se llegó a realizar y queda por ver si podrá hacerse este viernes.

Inicialmente propuesta por el presidente ruso, Vladimir Putin, la instancia estuvo marcada por las bajas expectativas que el Kremlin puso en este evento: envió una delegación integrada por funcionarios de segundo orden, liderada por el exministro de Cultura Vladimir Medinski, un hombre considerado de línea dura.

Ucrania, en cambio, por su lógica necesidad de querer negociar una tregua cuanto antes, actuó de otra manera. El presidente Volodímir Zelenski le planteó a Putin verse cara a cara en Estambul, propuesta que ni siquiera fue respondida desde Moscú.

En su afán negociador, Zelenski se trasladó a Ankara, la capital de Turquía, donde se reunió con el mandatario anfitrión, Recep Tayyip Erdogan, y dejó clara su voluntad de reunirse con el líder ruso, algo que nunca estuvo ni siquiera cerca de suceder.

Tras el encuentro con su par turco, el presidente ucraniano expresó: “Los rusos no se toman en serio las conversaciones de paz”.

Zelenski agregó que, si Moscú no mostraba disposición a participar en las negociaciones para buscar una tregua, otras naciones deberían ejercer mayor presión política y económica sobre Rusia e imponer más sanciones.

“Rusia no siente la necesidad de poner fin a la guerra, lo que significa que no hay suficiente presión política, económica”, declaró el ucraniano, que pidió “sanciones apropiadas” contra el Kremlin de parte de las potencias occidentales.

El presidente de Ucrania igualmente dijo que envió a Estambul a una delegación negociadora liderada por el ministro de Defensa, Rustem Umerov, aunque agregó que mandaba a sus funcionarios por respeto a Erdogan y también al presidente estadounidense Donald Trump, quienes impulsaban las negociaciones.

La imposibilidad de llegar a un acuerdo es la evidente diferencia de puntos de partida en que están situadas las partes.

De un lado Rusia, la potencia invasora, domina aproximadamente la quinta parte del territorio de Ucrania: casi la totalidad del óblast de Lugansk y más del 70% de Donetsk, Jersón y Zaporiyia, además de la Península de Crimea, conquistada por las fuerzas del Kremlin en 2014.

En todo momento las autoridades rusas, comenzando por el propio Putin, manifestaron de manera terminante que el reconocimiento de la totalidad de los territorios invadidos es una condición previa innegociable sin la cual no se puede llegar a un acuerdo de paz.

Hace pocos días el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, una de las figuras más fuertes del Kremlin, quien lidera la diplomacia rusa desde hace 21 años, afirmó que el reconocimiento de Ucrania de la soberanía de Rusia sobre estos territorios sería “imperativo” para las negociaciones.

Las demandas de Kiev son exactamente opuestas. El gobierno de Zelenski reclama por su integridad territorial y, además, viene pidiendo desde hace largo tiempo con insistencia “garantías de seguridad” para evitar que Rusia se vuelva a invadir a Ucrania en el futuro.

El requisito prioritario de los ucranianos, sin embargo, es el ingreso en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), o al menos algún tipo de protección garantizada por el artículo 5 de la alianza.

Esta alternativa es considerada “inaceptable” por Trump, quien aseguró que la integración ucraniana a la organización no es posible. Como alternativa, Kiev presionó para lograr algún tipo de compromiso militar de los países occidentales que sirva para disuadir a Moscú, otra posibilidad que tampoco tiene mucho vuelo y que es firmemente rechazada por el Kremlin, que no quiere ver tropas de la OTAN en Ucrania.

Las acusaciones de Kiev y sus aliados sobre la no intención del Kremlin de negociar en este momento son ciertas, tanto como que en el campo de batalla el predominio ruso es evidente e irreversible por la correlación de fuerzas existentes.

Partiendo de que ninguno de los dos quiere moverse de donde está, la continuidad de la guerra es el resultado lógico. El firme apoyo de las potencias de la Unión Europea, además de Reino Unido y los restantes socios de la OTAN, no puede impulsar más que una prolongación de la resistencia ucraniana, en un momento en el que es clave ver el rol que va a adoptar el presidente Trump.

Este jueves, enterado de la frustración de las negociaciones en Estambul y mientras se encontraba en el avión presidencial retornando desde Emiratos Árabes Unidos, última parada de su gira por Medio Oriente, Trump declaró que no espera que haya avances sustanciales sobre la situación en Ucrania hasta que él se reúna personalmente con Putin.