“Hace más de 30 años que la República Islámica nos dice que Israel va a bombardearnos –dice Mona entre lágrimas de agotamiento y rabia–, ¡y ahora que está ocurriendo descubrimos que no se construyó ni un solo búnker para nosotros, que no se diseñó ningún plan de emergencia, mientras todo sigue cada vez más caro! ¡Es como si a nadie le importara la vida de los iraníes, ni siquiera a nuestro propio gobierno!”. La noche anterior, Mona –mi mejor amiga en Irán, cuyo nombre he anonimizado– había conducido más de cuatro horas en medio de un tráfico intenso para salir de Teherán y llegar a un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad, donde ella y su pareja creen que los bombardeos serán menos intensos. En la autopista, en dirección contraria, hacia Teherán no hay ni un solo vehículo. Desde que el ministro de Defensa israelí lanzó la advertencia de evacuar la capital, casi todos intentan huir.

Cuando Israel comenzó una serie de ataques aéreos el 13 de junio bajo el nombre de Operación León Naciente, su primer ministro, Benjamin Netanyahu, afirmó que el objetivo era desmantelar el programa nuclear de Irán. En un mensaje dirigido al “orgulloso pueblo de Irán” tras los ataques, Netanyahu, como de costumbre, dijo mucho más: “Mientras cumplimos nuestro objetivo [de frustrar la amenaza nuclear y de misiles balísticos del régimen islámico], también estamos allanando el camino para que ustedes alcancen su libertad (...). El régimen no sabe qué lo golpeó ni qué lo golpeará (...). Nunca ha estado más débil. Esta es su oportunidad para alzarse y hacer oír su voz. Mujer, Vida, Libertad, Zan, Zendegi, Azadi”.

Publicado en el canal oficial de Youtube del primer ministro israelí, los comentarios a favor del “tío Benjamin” y de su llamado a “hacer a Irán grande otra vez” se cuentan por miles. “Bibi, te amamos desde Irán, y amamos a Israel”, se lee en un comentario firmado por una cuenta llamada DavinBritain.

No es común que un líder extranjero se dirija directamente al pueblo de otro país –en especial a uno que considera el archienemigo del propio– para llamar, esencialmente, a un golpe de Estado, instrumentalizando incluso un movimiento de protesta interno como Mujer, Vida, Libertad, que comenzó en setiembre de 2022 tras la muerte bajo custodia policial de Jina Mahsa Amini.

Pero en Irán el control sobre los relatos nacionales es constante, tanto por parte de su régimen autoritario –que se obsesiona con restringir la libertad de expresión, de reunión y de opinión de sus ciudadanos, como se evidenció en la feroz represión a las protestas de 2022– como por actores extranjeros, que se entrometen en los asuntos internos del país con el fin de controlar su narrativa y, con ella, su futuro.

Las campañas respaldadas desde el exterior para desestabilizar al régimen iraní –en el poder desde 1979, tras la caída de la dinastía Pahlavi– no son nuevas. Netanyahu viene presentando ante las audiencias occidentales la lucha existencial contra el programa de enriquecimiento nuclear iraní desde al menos 1992, allanando así el camino para su intención explícita de derrocar a la República Islámica.

En 2002, durante la audiencia del Congreso estadounidense que antecedió a la invasión de Irak, Netanyahu –entonces ministro de Relaciones Exteriores de Israel– ya expresaba su obsesión: “Por supuesto que nos gustaría ver un cambio de régimen –al menos a mí– en Irán, así como me gustaría verlo en Irak. La pregunta ahora es práctica: ¿cuál es el mejor lugar para comenzar? No se trata de si el régimen de Irak debe ser eliminado, sino de cuándo hacerlo. No se trata de si queremos un cambio de régimen en Irán, sino de cómo lograrlo. Irán tiene 250.000 antenas satelitales. Tiene acceso a internet”.

Hoy, al encender la televisión en cualquier ciudad iraní, los medios de comunicación en persa con sede en el extranjero –que a veces informan incluso desde sitios militares estratégicos, como el Domo de Hierro israelí– son omnipresentes, lo que pone en duda la independencia de las narrativas iraníes que estos medios construyen.

En 2022, cuando los iraníes –y en particular las mujeres iraníes– salieron a las calles, su valiente desafío logró importantes (aunque frágiles) avances en la sociedad. Mona, por ejemplo, desafía todos los días la ley del velo obligatorio desde que fue liberada de prisión en 2023, tras haber participado en las protestas. Muchas otras mujeres valientes como ella decidieron caminar por las calles sin hijab, reclamando su derecho a la autonomía sobre sus propios cuerpos.

Sin injerencias extranjeras, la lucha por el cambio en Irán ya está en marcha, lo que desmiente la afirmación de Netanyahu de que él está allí para “liberar a Irán”.

La manipulación del relato no se limita a las pantallas de televisión o a las “antenas satelitales”; también se ha extendido a las redes sociales. Apenas un mes antes de que comenzaran los ataques de Israel, muchos iraníes que acceden a Instagram a través de VPN empezaron a recibir memes que mostraban al ayatolá Jamenei –el “líder supremo” de Irán– desintegrándose en pedazos, junto con el mensaje “La República Islámica de Irán está en su fase más débil”; el clip cerraba con unas manos encadenadas que se liberaban y las palabras “la generación libre”.

El 21 de junio, la cuenta oficial de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en redes sociales –creada en 2019 y que actualmente cuenta con millones de seguidores– publica a sus oficiales expresándose en un farsi fluido sobre operaciones militares en Irán, tanto pasadas como en curso. Esta cuenta incluso celebra el año nuevo iraní (Noruz) y conmemora la muerte de Jina Mahsa Amini, además de compartir ocasionalmente mensajes de Reza Pahlavi, el hijo del depuesto sha Pahlavi, exiliado en Los Ángeles y firme partidario de Israel. Fue en esta cuenta donde las FDI explicaron en farsi que “las acciones en curso en Teherán son las mismas que Israel llevó a cabo en Gaza y Líbano”.

Como decía Mona, es como si los iraníes fueran constantemente privados de su propia agencia en la lucha por el cambio y la paz. Ya sea en la búsqueda de una sociedad más libre o ante la amenaza de una guerra devastadora, ¿quién está poniendo en el centro lo que quieren los millones de Monas en Irán?

Priscillia Kounkou Hoveyda es una cineasta y directora creativa radicada en Sudáfrica, exabogada de derechos humanos y fundadora de Collective for Black Iranians, un proyecto de producción audiovisual crítico y consciente que explora narrativas en la intersección entre Irán, África y la identidad negra. La versión en español de este artículo, con traducción de Mariano Schuster, se publicó en la revista Nueva Sociedad.