Desde el inicio, cuando se presentó la iniciativa, surgieron múltiples comentarios, voces que se alzaron en su contra, ejercicios de pedidos de informe, juicios sobre si debía o no Antel llevarlo adelante. Sólo una parte del gobierno y algunos de a pie entendimos lo bueno de este emprendimiento, que ya es una magnífica realidad. Claro que eso no alcanza para que se sigan poniendo palos y se siga haciendo gimnasia parlamentaria o política.
En lo personal, no soy un ilustrado, tampoco soy historiador, no tengo título que me ampare y, por cierto, no miento sobre eso. Soy un chofer profesional de autos con aparato a taxímetro: comúnmente y familiarmente, un tachero. Además, me considero un hombre político, con principios claros y definidos. Por lo tanto, tengo y construyo opinión sobre determinados temas o sobre todo, aunque no todo lo exprese a través de las letras.
Personas más instruidas, formadas e influyentes que quien suscribe nos remontaron a las épocas del pan y circo, épocas en las que el emperador de turno le daba al pueblo dos trozos de pan y el entretenimiento que brindaban los gladiadores en la arena del Coliseo. Desde el agradecimiento por la ilustración, me permito afirmar que esta minimiza el asunto, rozando lo ridículo, y afirma una suerte de que somos manejables e incluso hasta inhumanos al tomar en cuenta otras necesidades.
No hay dudas de que el viejo ícono del Cilindro no daba más. La discusión sobre si convenía repararlo o hacer algo nuevo llevó su tiempo y se saldó por lo segundo. La zona es una vasta extensión de terreno que influye en parte del Cerrito hacia General Flores, en parte de una punta de la Unión y en las viviendas que están sobre Dámaso Antonio Larrañaga.
Todas ellas son zonas de trabajadores que convivían con las ruinas inutilizadas del viejo Cilindro, en un contexto de inseguridad. Esto sólo lo anexo como un pequeño detalle frente al que muchos pasan de largo, sin darle importancia.
La afirmación de “pan y circo” tiene su mayor defección en que un gobierno de izquierda no asume el derecho al acceso a la cultura, al deporte y al esparcimiento como un circo. De ninguna manera. Si hay algo bien notorio e indiscutible en cuanto a la acción del gobierno es la puesta de una variada y extensa agenda de derechos. Podremos estar a favor, en contra o en el medio. Más allá de eso, es un hecho concreto y tangible. Nadie puso el grito en el cielo cuando se refaccionó el teatro Solís; tampoco cuando, luego de años y años de abandono, se recobró de sus cimientos, resucitando como el ave Fénix, la sala del SODRE, hoy Adela Reta.
Por otro lado, el discurso de que hay otras urgencias es totalmente comprensible. También es cierto que siempre habrá otras urgencias. Quizá esta sea la parte más difícil que debe enfrentar un gobierno.
Lo cierto y concreto es que el Antel Arena es toda una realidad, y esto pone a Montevideo y a Uruguay compitiendo en espacios culturales en el mundo con gigantes como Movistar y otras empresas. Pasamos a ser una opción en tecnología y calidad.
Los habitantes de la zona están más que contentos y satisfechos, y como mencioné anteriormente, en su inmensa mayoría son trabajadores. Los espacios de recreación alrededor se han convertido en una catarata de sonrisas y alegría por parte de los pequeños que invaden las instalaciones. También se puede observar a jubilados tomando aire. Un disfrute generalizado.
El Antel Arena, además, es una fuente de trabajo directo e indirecto; ya se han modificado líneas de ómnibus para que desde otras zonas se pueda acceder. Cada espectáculo que se realiza es trabajo para el taxi, tanto al comienzo como al final.
No voy a eludir el tema de los costos: que si fue más, que si se multiplicaron, que si esto o lo otro. He trabajado varios años en la construcción; lo he hecho en calidad de administrativo de obra, por lo que he tenido acceso a costos y sé de múltiples factores que generan una elevación en los costos primariamente calculados.
Por ser sólo un taxista, no me compete meterme en eso. La responsabilidad es de quienes proyectaron y ejecutaron, son ellos los que deberán dar cuenta, y no tengo ninguna duda de que así lo harán.
Mi opinión, por tanto, es que me enorgullece como montevideano y uruguayo la realización y concreción de esta magnífica obra. Otro gran paso hacia el acceso al esparcimiento, a la cultura y al deporte, otro ítem en la agenda de derechos. Más teniendo en cuenta que venimos mencionando que la revolución tecnológica generará más tiempo para el esparcimiento y, desde ya, debemos prepararnos para eso, pues eso también es repensarse y reconvertirse frente a lo que se viene a pasos de gigante.
Seamos más positivos, seamos más amplios, no pensemos solamente en la chacra de cada uno o en la cuenta de los votos.
El circo no lo generan quienes van a los espectáculos. Quizá sí lo generen quienes desde la cómoda butaca hacen interpelaciones. Si quieren espectáculo, concurran al Antel Arena y disfruten; es un sano consejo que les brinda un taxista de la ciudad.
Enrique Gerschuni es taxista e integrante de Banderas de Liber.