El Instituto Nacional de Colonización (INC) ya no vende campos, los arrienda. Los criterios son rigurosos: perfil de colono, sin “tarjeta” de político alguno. Hasta hoy, lo más parecido a reforma agraria después del Reglamento de 1815.

Los contratos de arrendamiento con los nuevos colonos se hacen en régimen de cotitularidad o colonización asociativa. Se otorga iguales derechos a los integrantes de la pareja arrendataria de forma de amparar a la mujer en caso de ruptura. El INC prioriza a los asalariados rurales, a productores familiares radicados en el medio rural con conocimiento de producción; a las familias jóvenes y con hijos a cargo; a desalojados, arrendatarios, productores familiares con poca superficie; a los vinculados a organizaciones de productores y asalariados rurales. Los emprendimientos asociativos o las empresas colectivas son opciones que facilitan el acceso a la tierra de los asalariados rurales y permiten a los pequeños productores mejorar su escala.1

Un ingeniero agrónomo que trabaja en el INC explica que este “siempre tiene al menos cinco buenos candidatos interesados por cada fracción que se llama con destino a lechería. La demanda para fracciones lecheras es cinco veces la oferta que tenemos. La renta es más o menos la mitad del valor de mercado. El principal factor que presiona a los tamberos es el precio de la tierra, no el de las tarifas”. De esto se habla poco.

Álvaro Ambrois, presidente de Conaprole, aporta algo más; “78% de la producción de Conaprole va al mundo, ahí somos tomadores de precios. Lamentablemente los precios han venido cayendo, todos lo sabemos” [...] “estamos con una dinámica de negocios buena, razonable, lo que no son buenos son los valores de los mercados, que son los que nos condicionan, sin duda alguna”. Con respecto a la deuda que mantiene Venezuela con la cooperativa, afirmó que “Conaprole hizo estos negocios en un momento de muchísimas dificultades y valorábamos muchísimo el acuerdo que había hecho nuestro gobierno con el gobierno venezolano”.

Por otra parte, el presidente del Instituto Nacional de la Leche (Inale), Ricardo Izaguirre, aclaró que “en este momento estamos entre los 30-29 [centavos de dólar], que son precios que apenas cubren los costos de producción” [...] “el sector es muy dinámico, cada tres productores que se retiran [...] otras dos familias ingresan, en general gente joven” [...] “a nivel de producción nosotros venimos recuperando la producción que habíamos perdido” [...] “el endeudamiento vino bajando lentamente, estuvimos en 350 millones de dólares, hoy estamos en 300”. Algunos grandes emprendimientos son importantes deudores. Esta situación explica un alto porcentaje del endeudamiento.

Hay que tener en cuenta que “según cifras que manejan los productores, cada mes diez productores lecheros abandonan la actividad”. “Son familias y trabajadores que se ven obligados a dejar sus tambos porque el precio que reciben por su leche no alcanza a pagar los costos de funcionamiento. Son familias enteras con años dedicados a la producción lechera que ven que todo su esfuerzo diario queda en nada o, peor aun, en deudas”.2

La realidad está lejana de la sensación que nos trasmite este discurso apocalíptico de los amnésicos dirigentes de las gremiales de productores lecheros.

Es necesario recordar que “a fines de la década del 90 y hasta el 2004 las exportaciones del sector lácteo aumentaron 230 millones de dólares; sin embargo, el sector tenía una deuda de 200 millones de dólares con el Banco República, más lo que se debía a la banca privada. Es decir que el desarrollo de la lechería en realidad fue en base a endeudamiento. En ese momento la leche valía diez centavos de dólar y llegó a valer siete centavos. La deuda era impagable. La banca privada ejecutaba a sus deudores y el Banco República iniciaba los trámites. Tenía que iniciar los trámites porque si no, las deudas prescribían y el Banco quedaba sin nada de qué agarrarse. Las gremiales agropecuarias todas, desde las más grandes a las más chicas, pedían ‘¡Paren las ejecuciones!’ porque más de un productor llegó a suicidarse y el resto no pagaba las deudas ni en 100 años. ¡Eso era crisis!”.3

Efectivamente, “el último dato disponible del MGAP [Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca] en base a Dicose [División Contralor de Semovientes] es que en el ejercicio 15/16 había 3.873 establecimientos con lechería comercial y en el ejercicio 16/17 eran 3.718, no hay datos para el ejercicio 17/18. Son 155 tambos menos en un año, coincide con 10 menos por mes, si se mantuviese la tendencia. Debe considerarse que el ejercicio 15/16 corresponde al peor año de la lechería en los últimos 15 por temas de precios y climáticos, los dos ejercicios siguientes mejoraron el precio y el clima. Eso se ve en el volumen de remisión que no para de crecer en los últimos tres años (ver web de Inale)”. Nuestro interlocutor aporta otro dato: “La superficie dedicada a la lechería aumentó de 764.000 hectáreas a 826.000 en el ejercicio 16/17”. Es un aumento de 8,3% respecto de 2016 y resulta un dato llamativo si se considera lo que sería –según las gremiales– una “crisis terminal” del sector.

Según informa Búsqueda (20/12/2018), entre 1987 y 2007 desaparecieron 170 remitentes por año; en los últimos diez fueron 70 por año.

“El aumento general de producción parece responder a la expansión de la superficie dedicada al rubro, dado que la productividad (en litros por hectárea) se redujo un 10% en un año”, informa el reciente reporte Estadísticas del sector lácteo 2017, y agrega: “Sin perjuicio, el rendimiento por vaca en ordeñe así como por vaca masa mejoró, lo cual señala que los predios que continuaron son más grandes y eficientes en estos indicadores productivos”. Hay que decirlo, así opera el sistema capitalista (concentra y excluye) en su lógica de la competencia.

Siempre según el reporte mencionado, el precio de la leche en polvo descremada continuó estable, pero en valores cercanos a 50% de los máximos obtenidos en 2014, aunque el de la leche en polvo entera sí mejoró bastante. Sólo la manteca –cuyo precio alcanzó en 2017 su máximo– se comercializa a precios superiores a los del promedio 2010-2017.

De acuerdo a las informaciones del Sistema Nacional de Información Ganadera, en el ejercicio 2016-2017 los establecimientos lecheros con actividad comercial eran 3.718 (no se incluyen los que declararon titularidad de ganado, sin campo). Son 418 establecimientos menos en el correr del último quinquenio.

En San José el número de productores es de 1.119; ocupan una superficie de 152.385 hectáreas. En propiedad son 54.849, 36%; la superficie arrendada, 67.048 hectáreas, representa 44%. Otras formas de tenencia suponen 30.488 hectáreas; 20%. El valor de los arrendamientos es un problema importante para la mitad, casi, de los productores, y representa un porcentaje significativo de los costos.

Otros temas que afectan la rentabilidad final de los tambos tienen que ver con la alimentación, los costos de la intermediación y de insumos como fertilizantes, semillas, etcétera. Según el ex diputado Heber Sellanes, “la energía eléctrica representa 4%, el combustible 4%, la carga impositiva 11%.” ¿Qué es lo caro en el tambo? “La comida de las vacas, que representa más de 50% de los costos. Y allí tenemos las semillas de Cargill, los agroquímicos de Monsanto, el fertilizante de Isusa y la tecnología, toda importada”.

Llama la atención que, a nivel nacional, la superficie total de los tambos se recupera en medio de “la crisis”.

Años Superficies
2012-2013 806.200
2013-2014 797.900
2014-2015 771.000
2015-2016 764.000
2016-2017 826.800

En relación al tamaño de los establecimientos se observa, en 2017, una clara mayoría menores a 200 hectáreas (75%), situación que se repite en años anteriores. Es importante señalar que este cuadro muestra a todos los productores que presentaron declaración jurada, incluso los que son titulares de ganado sin campo.

Ejercicio Establecimiento Hasta 50 ha Más de 500 ha
2013-2014 4.053 1.226 335
2014-2015 3.919 1.162 321
2015-2016 3.873 1.077 295
2016-2017 3.922 1.170 349

Según la declaración jurada cerrada en junio de 2018, el número total de productores lecheros es de 3.708. Dentro de las tierras de colonización no desaparecen tamberos. Por el contrario son cada vez más y hay interesados en el negocio.

No falta quién arriesgue una explicación plausible para el cierre de muchos tambos familiares. Desde siempre escuchamos a los productores hablar sobre el sacrificio que implica su tarea; son casi esclavos de sus vacas, no tienen domingo ni feriado, soportan frío, lluvia y soles inclementes. Estos productores, cuando llegan a los 60, 65, 70 años no tienen a quién dejarle sus establecimientos. Convencieron a sus hijos de que el campo es puro sacrificio, que no es rentable… En muchos casos, bien por eso, les dieron acceso a una educación que ellos no tuvieron; los muchachos, profesionales o no, están trabajando en las ciudades.


  1. Fuente: Ecos regionales de Trinidad. 

  2. ecos.la/UY/ (28/11/18). 

  3. Doctor Heber Sellanes, julio de 2016.