Hamas tiene un plan maquiavélico y está funcionando. Primero, ha convencido a decenas de miles de palestinos en la franja de Gaza a que salgan a manifestarse contra las vallas que los mantienen encerrados dentro de la prisión a cielo abierto más grande del mundo. No tienen asegurada agua potable, electricidad ni futuro, pero, seguramente, de no ser por Hamas se quedarían tranquilos en sus casas, suponiendo que no hayan sido destruidas por los bombardeos israelíes de 2014. Y segundo, Hamas ha conseguido que el Ejército israelí dispare indiscriminadamente contra los manifestantes, o sea, lo opuesto a su comportamiento habitual. Así, Hamas ha logrado proyectar una imagen negativa de Israel ante el mundo. Los muy taimados. ¿Y cuál es el secreto de su éxito? Muy sencillo, han convencido a Israel de que los palestinos de Gaza, en su mayoría desarmados o, a lo sumo, pertrechados con objetos tan letales como piedras y llantas quemadas representan una amenaza para su seguridad y hasta para su propia existencia.
“No hay inocentes en Gaza”, decía recientemente Avigdor Lieberman, ministro de Defensa israelí. ¿Ni siquiera bebés y niños? No, señor. Como escribía hace poco la no del todo satírica publicación The Onion, un bebé palestino de ocho meses, capaz de gatear, ya representa un formidable adversario para las abnegadas fuerzas de defensa israelíes. No es de extrañar que la población israelí esté en constante estado de pánico desde que comenzaron los disturbios en Gaza. Tanto, que los festejos en las calles de Tel Aviv del domingo, tras haber ganado la Eurovisión, fueron sobre todo una expresión de catarsis, con gente llorando y abrazándose ante el inminente apocalipsis que se les viene.
Pero, para ser justos con todos, los palestinos de Cisjordania también tienen su mérito en esto de poner en jaque la supervivencia de Israel. Unos meses atrás, la adolescente cisjordana de 17 años Ahed Tamimi golpeó en los brazos y pateó en las canillas a dos soldados israelíes para echarlos del patio de su casa. Los soldados, en vez de ametrallarla en el acto, retrocedieron, y fueron celebrados por la prensa israelí por su manejo de la no violencia, en la mejor tradición de Gandhi y Martin Luther King. Una foto de la marquita roja que dejaron las manos de Ahed en la piel de uno de los soldados se está exhibiendo en estos días en el museo de las fuerzas armadas de Israel, junto a los restos de un tanque de la guerra del 48. Ahed, mientras tanto, ha sido condenada a ocho meses de prisión, y es posible que salga de la cárcel a tiempo para su décimo octavo cumpleaños, si es que el tribunal militar que la sentenció no recapacita acerca del terrible peligro que representan los bofetones y patadas de esta muchacha.
De todos modos, esto es sólo la primera fase. Lo que sigue es la parte verdaderamente endiablada del plan. En pocos años, Gaza se volverá inhabitable y Cisjordania, estrangulada por los asentamientos ilegales que le roban todos sus recursos naturales, tarde o temprano, seguirá el mismo camino. Entonces, Hamas y los demás enemigos de Israel convencerán a la población palestina entera de que ya no hay nada que perder y la harán salir a manifestarse, a ver una última vez las tierras que pertenecieron a sus padres y sus abuelos antes de que las balas de los heroicos soldados israelíes acaben de una vez por todas con esta amenaza y todos podamos vivir en paz.