Como en muchas otras ciudades del mundo, el 8 de marzo, día internacional de los derechos de las mujeres, un largo cortejo, lleno de clamor y de calor, se extendió por las calles de Montevideo. La noche violeta alumbraba algunas pancartas. Recuerdo una en particular: “Sin mujeres no hay revolución”. Orden de actuar. De revolucionar pacíficamente las costumbres y los hábitos.

Desde el 8 de marzo la fachada de la Embajada de Francia está engalanada con un gran retrato de Simone Veil, pintado por una artista uruguaya del grafiti. Para Francia, Veil encarna este combate por los derechos de las mujeres. Ministra de Salud, en 1975 defendió ante el Parlamento francés el derecho de cada mujer sobre su cuerpo haciendo adoptar la ley que despenalizó el recurso de la mujer a la interrupción voluntaria del embarazo.

Fue la primera mujer en acceder, hace exactamente 40 años, a la presidencia del Parlamento europeo, que por primera vez se elegía por voto universal. Su candidatura fue apoyada conjuntamente por Francia y Alemania. Ella fue rescatada de Auschwitz y de los campos de exterminio. El año pasado sus restos ingresaron al Panthéon, símbolo revolucionario y republicano de personalidades excepcionales cuyos logros en vida ilustran un ideal universal de derecho y de fraternidad.

El 8 de marzo, entonces, celebramos los derechos de las mujeres. Este combate no debe, sin embargo, limitarse a un solo día en el calendario. Es un combate de cada día.

En Francia, la igualdad entre las mujeres y los hombres se ha convertido en una gran causa nacional, con medidas concretas. Para luchar contra las violencias sexistas y sexuales se creó un nuevo delito, el de ofensa sexista. El ciberacoso también es condenado. Este fenómeno de persecución digital que sufren miles de mujeres jóvenes por medio de las redes sociales debe combatirse.

Para favorecer la igualdad entre las mujeres y los hombres se deben crear, imperativamente, condiciones para el acceso y el éxito de las mujeres en su vida profesional, con un objetivo simple: las mujeres deben ser remuneradas igual que los hombres.

En Francia, en el sector privado, la ley impone que las empresas tomen medidas en este sentido. Las empresas tendrán tres años para eliminar las disparidades salariales injustificadas so pena de multas financieras elevadas. El Banco Mundial acaba de atribuir a Francia el puntaje 100 sobre 100 en el marco de su nuevo índice sobre “las mujeres, la empresa y el derecho”. En el sector público, el Estado debe ser ejemplar, en particular en la cantidad de puestos de responsabilidad ocupados por mujeres. El camino aún es largo.

A escala mundial, las desigualdades entre las mujeres y los hombres todavía son una realidad estadística y humana vergonzosa. Conocemos las cifras. Las mujeres ganan en promedio 20% menos que los hombres. 70% de las personas que viven con menos de un dólar por día son mujeres. Las mujeres poseen menos de 20% de las tierras. Un tercio de las mujeres en el mundo está expuesto a violencias sexuales y físicas durante su vida. Cada año, más de 12 millones de niñas son obligadas a casarse antes de los 18 años de edad. Estadísticas intolerables, inaceptables.

Es por eso que Francia milita a favor de una diplomacia feminista. ¿Qué es una diplomacia feminista? Es una diplomacia que tiene la ambición de tener en cuenta todos los temas que favorecen la emancipación de las mujeres a lo largo del mundo:

– Luchar contra las violencias sexistas y sexuales.

– Luchar contra la desigualdad en el ámbito profesional.

– Favorecer la educación de las niñas.

– Apoyar el acceso de mujeres a responsabilidades y a la esfera política.

La igualdad entre las mujeres y los hombres es un desafío político y diplomático a escala global. En la relación entre las naciones, en la organización del orden internacional, esta igualdad de género es el principio que define e ilustra cierta idea de progreso humano.

Desde enero de este año Francia tiene el honor de presidir el Grupo de los Siete (G7). Una de las prioridades de nuestra presidencia del G7 será la igualdad entre las mujeres y los hombres.

Un nuevo fondo de 120 millones de euros se reservará, en el marco de nuestra ayuda al desarrollo, para financiar programas de igualdad y para los movimientos feministas, especialmente en el sur.

Hace algunos días, se asignaron nuevas prioridades a un consejo consultivo por la igualdad, creado por Canadá en 2018: emancipación económica de las mujeres africanas; lucha contra las violencias sexistas y sexuales; la educación de las mujeres y de las niñas, así como de los hombres y de los niños.

Una asociación inédita, el Partenariado de Biarritz, ciudad francesa donde tendrá lugar la cumbre del G7 en agosto de este año, propondrá que los estados, en una coalición de voluntarios, se comprometan a hacer progresar sus legislaciones nacionales a partir de un compendio legislativo de las “mejores leyes” para las mujeres.

Con el objetivo de ampliar el combate contra las violencias de las que las mujeres son víctimas, Francia propone también la universalización de la Convención de Estambul sobre la prevención y la lucha contra la violencia hacia las mujeres.

Una diplomacia feminista es también una diplomacia que lucha contra las situaciones en las que las violencias sexuales se utilizan como armas de guerra. Todos recordamos el último premio Nobel de la Paz, que fue atribuido conjuntamente a Nadia Murad, símbolo de las violencias y del calvario infligidos a las mujeres yazidíes, y al doctor Denis Mukwege, por su extraordinaria acción a favor de las mujeres víctimas de violencia sexual en la República Democrática del Congo.

Una diplomacia feminista, en este contexto, también debe recordar que las mujeres deben liderar los procesos de reconciliación y de resolución de los conflictos. Entre 1990 y 2017, solamente 2% de los mediadores, 8% de los negociadores y 5% de los testigos y signatarios de los principales procesos de paz eran mujeres.

Una diplomacia feminista es también apoyar el acceso de las mujeres a la dirección de las grandes organizaciones multilaterales internacionales.

Una diplomacia feminista es, finalmente, una diplomacia en la que las mujeres embajadoras sean más numerosas.

Todavía estamos lejos de la paridad en Francia, aunque las embajadoras hoy son más numerosas que hace cinco años. Es un hombre quien lo dice.

En la tarde del 8 de marzo, en esta avenida 18 de Julio en Montevideo, cuando la noche caía sobre esa imponente y ferviente manifestación, pensaba en todo esto. Uruguay está comprometido con este combate por la igualdad de las mujeres y los hombres, al igual que Francia. Con el mismo fervor y enfrentando los mismos desafíos.

Unos días antes, en una hermosa librería del centro de Montevideo, compré El segundo sexo, de Simone de Beauvoir. Después de haberlo leído en francés, hoy lo leo en español en este hermoso país.

Hugues More es embajador de Francia en Uruguay.