Se supone que, de en tanto en tanto, los países y sus ciudadanos se detienen a pensar y pensarse. Es una etapa de reflexión democrática que sirve para hacer balances, definir horizontes y seleccionar caminos. Por supuesto que se hace política antes y después de este momento puntual, pero la importancia fundamental del período de campañas electorales es que prefigura el conjunto de actores que en los próximos años regirá los destinos de todos, así como su cuota parte de poder.
Uruguay se encuentra en uno de esos momentos hace meses, incluso podría decirse años, porque no nos engañemos: hay profesionales de la política que destinan cada día de su vida a saciar su apetito de poder, sobre todo aquellos que pretender –necesitan– hacer coincidir su apetito económico con el político, y que hace más de una década y media mastican su ira todos los días al ver cómo los trabajadores de este país recuperaron su dignidad y sus derechos.
¿Estamos en campaña?
¿Alguien siente que estamos en campaña? Queda la sensación de no estar logrando hablar de los grandes temas que aquejan al país. Nos imponen una agenda en la que nos pasamos el día entero discutiendo sobre si Venezuela es una dictadura, sobre si Sartori es un invento de Mujica, sobre si Manini es Bolsonaro, sobre si hubo tupabandas, y un largo etcétera. ¿Son estos los temas de los que precisa hablar nuestro país? ¿Son estos los temas que definirán nuestro futuro? Claramente no, y cada día que pasa sin hincar el diente en los temas trascendentales es un día perdido.
Es preciso empezar a dar la batalla para discutir los temas que verdaderamente importan, colocándolos sobre la mesa: educación, economía y trabajo, en definitiva, qué modelos de país vamos a construir.
Por supuesto que los medios de comunicación van hacer foco en aquellos temas que resultan más rimbombantes, pero nuestra tarea como Frente Amplio, como fuerza política que ha transformado las bases de la política nacional a favor de los más desprotegidos, debe ser esa. Tenemos 80 días y podemos hacerlo.
Educación
Cuando hablamos de educación, se suele simplificarlo todo, haciéndose énfasis en la idea de que la educación atraviesa su peor momento histórico, de que nunca antes estuvimos peor. La pregunta es: ¿cuál era el punto de partida? Los ahora salvadores de la educación destinaban el 2,5% del Producto Interno Bruto, un porcentaje más bajo que el que destinaba Haití.
¿Cuáles eran los resultados educativos cuando la oposición era gobierno? ¿Cuántos estudiantes culminaban el liceo? ¿Cuántos siquiera se anotaban en secundaria y UTU? Ahora que nos hablan de construir liceos, ¿cuántos había cuando gobernaban sacando préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial? Habrá que preguntarle a Ernesto Talvi qué opinaba en esa época, cuando negociaba con ellos del otro lado del mostrador.
Actualmente, la educación está en condiciones de dar un salto como nunca, los niveles de inversión crecieron como nunca en la historia. ¿Que tenemos problemas? No hay dudas, pero también tenemos las condiciones para dar un salto en calidad, con algunos resultados que ya comienzan a verse, como el hecho de que el 48,6% de quienes actualmente asisten a la Universidad de la República son la primera generación de su familia en alcanzar la educación terciaria. Esto era impensable en el Uruguay rosado.
Seguridad
¿Cuántos policías hay hoy y cuántos había antes? ¿Con qué equipos cuentan hoy y con qué equipos contaban antes? ¿Cuánto gana un policía hoy y cuánto ganaba antes?
Durante años, desde la oposición sólo se habló de aumento de penas; en los hechos, estas aumentaron, la población carcelaria aumentó, pero los problemas no se solucionaron. Fue allí que milagrosamente permeó en las cabezas opositoras la necesidad de rehabilitación. Es así que ahora nos hablan de rehabilitación, pero, al mismo tiempo, insisten con la necesidad de achicar el Estado. ¿Cómo lo piensan financiar, entonces?
Es necesario generar una estrategia de seguridad desde la perspectiva de la víctima, profundizando y mejorando el trabajo de la Policía, así como los mecanismos de control, sin olvidar que la clave es la rehabilitación, generando un modelo totalmente diferente, con cárceles más chicas, con trabajo y educación, que corte el proceso de fractura social que se genera en la privación de libertad.
Quedan 80 días. El pueblo uruguayo merece tomar una decisión informada y seria. No dejemos que una campaña deliberadamente lavada y sin sustancia defina la suerte de nuestro pueblo
Economía
¿Cuál fue la tasa histórica de crecimiento de nuestro país y cuál ha sido durante los gobiernos del Frente Amplio? ¿Cuál fue la tasa histórica de inversiones en nuestro país y cuál ha sido en los últimos años? ¿A cuántos mercados exporta actualmente nuestro país hoy y a cuántos exportaba? ¿Cómo evolucionó la deuda neta? ¿Cuál es su perfil? ¿Cuál fue el primer gobierno en obtener soberanía para nuestro país con el FMI?
Es sobre estas preguntas y sus correspondientes respuestas que debemos hacer foco. Son las que permiten echar luz sobre la gran mentira de la década perdida y otras barbaridades que no resisten el menor análisis. El asunto es que estas preguntas no saldrán nunca de quienes pretenden mantenernos ocupados con cuestiones superficiales.
Trabajo
¿Cuál fue el apoyo de los gobiernos de los partidos tradicionales a la expansión de derechos para los trabajadores? ¿Cómo evolucionó la tasa de activos? ¿El desempleo? ¿El salario mínimo? ¿El salario real? Las respuestas son conocidas, pero las hemos naturalizado a tal punto que nos cuesta imaginar retrocesos. El que no lo quiera creer que analice lo que ha sucedido en Brasil y Argentina.
Nos encontramos en un momento crucial, en el que es necesario cuidar los avances logrados y, al mismo tiempo, procesar una serie de cambios profundos: capacitar laboralmente a nuestra gente, transitar la revolución digital incluyendo, sin descartar a nadie, mejorar salarios, reducir la jornada laboral. En definitiva, generar espacio para el buen vivir de nuestro pueblo. Esa es la discusión.
Modelos de país
¿Batllista Talvi? En todo caso, es un “jorgebatllista”, intermediario con el FMI desde los gobiernos de Lacalle, quien negoció gigantescas deudas y condiciones a favor de los bancos y en contra de los intereses de Uruguay.
Cuando actuaba como economista “técnico independiente”, hablaba de las fortalezas de la economía uruguaya; curiosamente, hace dos años, en las vísperas de su “pasaje a la política”, todo se ha vuelto oscuro y negativo, al borde del cataclismo. ¿Es creíble?
Ahora nos avisa que se puede devaluar por las buenas o por las malas, en un pequeño acto de sinceridad que muestra la hilacha de por dónde viene el ajuste. Una vez más, los que pierden son los trabajadores, los pequeños comerciantes.
¿Evolucionar con un Lacalle? La austeridad que propone se parece a la motosierra del padre, a los ajustes de Macri y la derecha europea. Una austeridad que es para todos menos para él, que hasta hace poco seguía cobrando el sueldo sin trabajar. Ya anunció su pretensión de desmantelar ANCAP, “reformular” Consejos de Salarios (no más negociación colectiva, sino empresa a empresa, debilitando la posición de los trabajadores), derogar la inclusión financiera dándoles rienda suelta a las sociedades financieras que lo lavan todo y no pagan nada. En seguridad, ahora quiere gatillo fácil y ley para derribar aviones (!).
¿Quiénes conforman los equipos de trabajo que están detrás de Talvi y Lacalle? ¿A qué se dedicaron en los últimos 30 años? ¿Qué hicieron durante todo este tiempo? ¿Son confiables? ¿Qué pensaban antes y qué piensan ahora de la realidad política de nuestro país? ¿Qué hay detrás del maquillaje?
Quedan 80 días. El pueblo uruguayo merece tomar una decisión informada y seria. No dejemos que una campaña deliberadamente lavada y sin sustancia defina la suerte de nuestro pueblo.
Federico Lezama es responsable de la Secretaría de Accesibilidad para la Inclusión de la Intendencia de Montevideo y Santiago Aristoy es integrante de dicha secretaría.