La realidad del interior es dura. El Frente Amplio (FA) –¿la izquierda?– sólo participó realmente en la disputa para un tercio de los gobiernos departamentales. En la mayoría anduvo lejos o muy lejos; en Rocha, perdió por la mínima diferencia.

El domingo 27 de setiembre, en San José, ganaron los blancos. Obtuvieron más de 35.500 votos, lo que supera el 47% del total: 73.764 y 1.323 observados. Quien fuera mano derecha de José Luis Falero y secretaria de la intendencia durante sus dos períodos resultó electa. La victoria de la contadora Ana Bentaberri confirmó lo que se sabía: el “aparato municipal” refuerza la tradición. Y se impone. Una vez más, es electo el sucesor designado. En San José hay que remontarse a 1954 para encontrar un gobierno departamental en manos de los colorados. Ese fue un “consejo” integrado por Francisco S Donato, Ricardo Roquero, Fernando Etchemendy (colorados), Luis I Ordeig y Rogelio Camy Arguinarena (blancos). Apellidos –todos– bien conocidos a nivel local. Todavía se recuerda la forma de hacer política de Alejandro Chiquito Zorrilla, el caudillo que recorría rancho por rancho juntando votos. Aquel capital político lo heredó Juan Chiruchi, que fuera tempranamente “enchufado” en la intendencia como gerente del teatro Macció para pasar a la secretaría general en una meteórica carrera, anterior a la dictadura, con los blancos Felipe Chalela (1966) y Milton Pianzzola (1971) en la intendencia. Después del golpe, Pianzzola siguió en el cargo hasta ser sustituido por coroneles y estos, sobre el final del proceso, designaron a “Juan”.

Ya en 1984, las divisiones internas en el Partido Nacional (PN) permitieron que Chiruchi fuera electo y así “santificado” por el procedimiento democrático. En diez años terminó de armar una maquinaria municipal-electoral ejemplo para su partido, emulada con más o menos suerte por muchos de sus correligionarios. Después de dos mandatos, Juan Chiruchi designó al secretario de la comuna, el doctor Jorge Cerdeña, para sucederlo. Este, a poco de estar al frente del gobierno local, se distanció del caudillo –quizá porque condenó sus pretensiones de instalar su oficina en la intendencia– y pretendió disputarle el liderazgo, aunque con poco éxito. Vuelto al poder, Chiruchi estuvo dos períodos más y le cedió el cargo a su secretario municipal José Luis Falero, que cumplió dos cuestionados períodos en los que –según la opinión generalizada– la herencia son deudas en plata y obras. Con “Ana” se cumple nuevamente que del sillón de la secretaría general se pasa al sillón principal cuando el intendente debe retirarse.

Si es por la historia local, el aparato municipal usado para juntar votos, acomodar correligionarios, premiar adhesiones y castigar adversarios parece decisivo.

En esta rara campaña, a cargo de referentes y punteros, la intendenta electa tuvo un muy bajo perfil. Tan es así que se destaca más su intento de desmarcarse de la administración saliente –de la que fue parte importante– que el de exhibir alguna idea propia. Si es por la historia local, el aparato municipal usado para juntar votos, acomodar correligionarios, premiar adhesiones y castigar adversarios parece decisivo.

La candidata herrerista usó los colores rojo y azul de la bandera josefina, que combinados con la blanca, divisa de su partido, provocan una suerte de confusión visual respecto de la bandera de Fernando Otorgués que identifica al FA. Convocó a la participación para confeccionar su programa como suma de todos los reclamos que recibió. Ahora anuncia la creación de una mesa de acuerdos con “todos” los partidos. Además, firmó acuerdo con las listas de su partido que comprometen un reparto de cargos en la próxima administración. Lo denunció su contendiente en la interna, el ex presidente de la Asociación Rural de San José César Zunino, que sólo sacó 1.546 votos en el escrutinio primario.

En estas departamentales, el FA consiguió algo más de 23.500 votos. Esta cifra supone superar el 31%, un leve aumento respecto de mayo de 2015. Pero –aunque achicó diferencias– en relación a los resultados de octubre de 2019, el FA perdió casi 6.000 votos, mientras que el PN –una vez más– mejoró notablemente en las departamentales respecto de las nacionales. Todo confirma la tesis del balotaje anticipado en las departamentales: el Partido Colorado (PC, 8.140 en octubre) y Cabildo Abierto (CA, 8.022) son los mayores damnificados por el éxito de los blancos. En estas departamentales el PC obtuvo 2.000 y pocos votos, apenas suficientes para volver a la Junta Departamental, mientras que CA, con menos de 2%, no estará en el legislativo.

El voto progresista se dividió entre dos candidatos. La doctora María Noel Battaglino (58,29%) se impuso en la interna del FA a Pablo Urreta (39,41%). La buena oferta electoral del FA no parece haber incidido tanto, o quizá las expectativas fueran excesivas. Sin embargo, respecto de las departamentales de 2015 las distancias se acortaron un tercio.

En las nacionales hay segunda vuelta; las departamentales siguen otra lógica: se decide en una sola instancia. ¿Se podría inferir que ha perdido fuerza la tradición? ¿Es que casi la mitad de los josefinos votaron por Bentaberri por su carisma y liderazgo? No lo creo. Quizá en octubre hubo algunos miles que votaron colorado y otros tantos que votaron a Manini. ¿Por tradición unos, otros por liderazgo? Quizá, simplemente hay muchos que votan “por” y otros tantos que votan “contra”. Luego de ganar la izquierda en 2004 y ante la realidad de un gobierno exitoso social y económicamente –como pasó en otros países– la derecha comenzó una campaña sistemática en la que confluyeron las cámaras empresariales, el poder mediático, las iglesias conservadoras, una parte del poder judicial... Eso que llamamos “reacción” conservadora. En una década se instaló un relato, un estado de ánimo, una suerte de clima de época “anticomunista” que se transforma, en el proceso, en algo peligrosamente difuso, tremendamente amplio.

David Rabinovich es periodista de San José.