El mundo contemporáneo se caracteriza por la hipermodernidad. El ritmo se acelera, el sujeto se vuelve cada vez más “autónomo” y “competente”, pero pierde sus puntos de referencia. Las consecuencias de esta hipermodernidad son la desestabilización de los fundamentos identificatorios y narcisistas de los sujetos y un desequilibrio de los metaencuadres. Los nuevos modos de gestión en las distintas instituciones muestran que el sentido del trabajo está cambiando, mientras que la rentabilidad se impone como única preocupación.

La realidad psíquica de los sujetos, las dificultades a las que se enfrentan y todo lo que sucede a nivel del inconsciente, de la vida psíquica y fantasmática de los sujetos y del colectivo se borran. El sujeto debe tener las habilidades requeridas, ser autónomo y eficiente para que el sistema funcione. Estos modos de gestión no tienen en cuenta ni la realidad de los trabajadores ni la especificidad de su trabajo.

El significado del trabajo y los valores que se van construyendo en el ámbito laboral están cada vez menos en el centro de las preocupaciones de los dirigentes, que se centran en los presupuestos y en el rendimiento. Como resultado, el significado de las instituciones está cambiando. La estandarización y la carga administrativa impuesta a los profesionales los someten a un “terror sin nombre” y a vínculos conflictivos con sus superiores.

Estamos siendo testigos de una confusión de idiomas, en una sociedad en la que todos estamos obligados a adoptar un nuevo idioma, una nueva lengua. ¿Cómo podemos mantener nuestra humanidad y cuestionarnos ante la expansión de esta ideología?

Dos palabras sobre la importancia y el rol de las instituciones

“La institución es esta instancia que articula lo político con lo psíquico; y es efectivamente a este nivel que se realiza el trabajo de ligazón de estos dos registros, y que se lleva a cabo el trabajo de transformación propio de lo intermediario; dinámicas que participan en el trabajo de la cultura”, explican JP Pinel y G Gaillard.

R Kaës afirma que la institución es una instancia fundadora a nivel antropológico, en la que se basan la continuidad de las generaciones y los procesos de pensamiento, ya que estos últimos sólo pueden formarse y desplegarse en la diferencia. La institución es una instancia fundamental que tiene un carácter de eternidad. “La Institución nos precede y nos sobrevivirá”, dice. Es garante de las prohibiciones fundamentales (asesinato, incesto, canibalismo) y sostiene las reglas de transmisión entre generaciones. R Kaës distingue la Institución de las instituciones que surgen en un contexto histórico, cultural y político específico y que están situadas en el tiempo y el espacio. Las cuestiones intra, inter y trans subjetivas tienen un papel importante en la fundación de las instituciones. Desempeñan una función de metaencuadre, convirtiéndose en el receptáculo de la parte indiferenciada de la psique, como explica José Bleger, y estructuran, limitan y movilizan los procesos de simbolización. Estas funciones, atribuidas al encuadre institucional (R Kaës, 1987), permiten a las instituciones realizar un trabajo de ligazón entre el “bien privado” y el “bien público”, según N Zaltzman. El hecho de que la institución sea un espacio articulado entre el sujeto y el campo social le confiere precisamente esta función de “telón de fondo” (R Kaës, 1997; G Gaillard, 2004) que moviliza los procesos de humanización y garantiza su mantenimiento. Las instituciones encarnan entonces el “bien común” y el “trabajo de la cultura”.

El rol y la función de la universidad

Entre estas instituciones está la universidad. Etimológicamente, “universidad” viene del latín universitas, que significa “el todo, la universalidad de las cosas”. La universidad tiene varias funciones, entre ellas la formación y el aprendizaje, la especialización mediante un plan de estudios específico y la preparación de los jóvenes para una profesión.

La universidad no sólo transmite conocimientos, sino también valores y modos de actuar. Inscribe a las personas en la sociedad, les permite socializar, crear vínculos, acceder a un pensamiento plural.

Pero su función esencial es la apertura al mundo, al otro y a la transmisión. La universidad no sólo transmite conocimientos, sino también valores y modos de actuar (formas de hacer las cosas). Inscribe a las personas en la sociedad, les permite socializar, crear vínculos, acceder a un pensamiento plural, aprender a hacer frente al otro y a hacer con la alteridad del otro. Su rol es el de hacer un lugar a los vínculos grupales que permitan contener la negatividad inherente a la vida psíquica del sujeto. El papel de la universidad es, por lo tanto, transformar esta negatividad sublimándola. Sirve como un trasfondo que mantiene unido lo múltiple y construye lo “común”.

Los sujetos encuentran ahí una filiación, una inscripción, y son llevados a ligar, a unir las dimensiones individuales y colectivas. Esta complejidad del vínculo les permite investir al mundo, sentir que son parte de él y que pueden desarrollar ahí su creatividad. La universidad ayuda al sujeto a acceder a su propia subjetivación porque trabaja en un entretejido de la trama simbólica, cumpliendo una función de “intermediario” con la sociedad. Es también garante de la continuidad histórica, de una larga temporalidad y de las figuras de la alteridad; sin embargo, las modalidades de los vínculos sociales contemporáneos están cambiando; ya no quieren saber nada del pasado y abogan por la ruptura generacional.

Humanización, trabajo de cultura

La universidad tiene un lugar importante en la civilización y garantiza el bien común. N Zaltzman propuso el análisis de que “una civilización se caracteriza por organizaciones regidas en sus concepciones, principios, críticas, actos políticos, por la preocupación por el bien común, público y privado. Este bien común se caracteriza a su vez por la búsqueda de una alianza, una compatibilidad entre los objetivos del interés general y los del interés individual. El totalitarismo separa el bien individual del bien común. Sólo el bien público colectivo es parte del bien común. El bien privado se convierte en letra muerta” (Zaltzman, 1998, p. 15).

Hoy en día, estamos viendo una desligazón del bien colectivo a favor del “bien privado”, el bien individual, como explica G Gaillard. En este punto, el Kulturarbeit (trabajo de la cultura) entra en juego. La labor de la cultura concierne al proceso mismo de la humanización. La universidad en tanto institución ocupa un lugar importante en la cultura porque permite al sujeto depositar allí sus partes arcaicas. Con el uso de objetos culturales que sirven por un lado para “la contención del empuje pulsional” y por otro lado para proporcionar un “apuntalamiento secundario”, el sujeto podrá sublimar. Por lo tanto, debe mantener su creatividad viva si quiere sobrevivir.

Un ejemplo

Un buen ejemplo de lo que los nuevos modos de gestión imponen a nuestra sociedad es el de la universidad francesa. En julio de 2020, el gobierno aprobó la Ley de Programación de Investigación Multianual. Concierne a la financiación institucional de la investigación pública, al empleo científico, a la organización administrativa de la investigación y a las relaciones entre la investigación pública y la sociedad. Sin entrar en detalles, creo que es importante subrayar que el objetivo de esta ley (como lo especifica el Colectivo de Sociedades Instruidas Académicas) es ante todo financiero. La contratación de profesores investigadores, la perpetuación de su empleo y la financiación de la investigación se verán muy afectadas y servirán como criterios para la evaluación de las universidades. Así pues, mientras que antes la producción científica era la cuestión principal, ahora es la capacidad de la universidad para encontrar financiación lo que se tendrá en cuenta. Esta orientación financiera tendrá graves consecuencias en la investigación pública, que se ve privada de su autonomía. Este proyecto se inspira esencialmente en un modelo poco compatible con la naturaleza de la investigación en las ciencias humanas y sociales. Pero es también incompatible con el modelo cooperativo que impulsa nuestras lógicas científicas tanto a nivel nacional como internacional. Además, los llamados no son muy abiertos y no se adaptan a cierto número de disciplinas, en particular las artes, la literatura y los idiomas.

Conclusión

La universidad tiene una posición importante en la sociedad desde la antigüedad: hace circular la palabra, abre la mente y promueve el diálogo. Con el establecimiento de los sistemas económicos, la universidad se aleja de su “tarea primaria” y entra en un modo de supervivencia motivado por la búsqueda de financiación y la promoción de su actividad. El sujeto, su lugar y su inclusión en la sociedad se logran a través del trabajo de la cultura del cual la universidad es portadora. Por eso me parece importante que la universidad sea independiente de las cuestiones financieras, para servir a la investigación pública y promover el conocimiento.

Lila Mitsopoulou es doctora en Psicología, docente maître de conférences de la Universidad de Lyon 2, Francia. Este artículo se basa en la exposición de Mitsopolou en el Ateneo Mensual de Análisis de las Prácticas Profesionales organizado por la Asociación de Psicopatología y Psiquiatría de la Infancia y de la Adolescencia de Uruguay y por la Asociación Uruguaya de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares. Traducción: Jacqueline Lafitte, Gabriel Pérez Pezzani.

Referencias

Gaillard, G., (2015), «L’institution, le «bien commun» et le «malêtre»», in Kaës R., (ss. la dir. de -), Crises et traumas à l’épreuve du temps, París, Dunod.

Gaillard G., (2004), «Appelés à investir, conviés à l’abstinece. L’intervention en analyse de pratique et « l’arrière-fond » institutionnel », in Connexions, No 82, p. 57-69.

Pinel, J.P., Gaillard, G., (2020), Le travail psychanalytique en institution, Manuel de cliniques institutionnelles, París, Dunod.

Kaes, R., (1987), L’institution et les institutions. Etudes psychanalytiques, París, Dunod.

Kaes, R., (1997), «Fractures du lien social: quelques conséquences sur les fondements de la vie psychique», in Sassolas M. (ss. la dir. de -), Les soins psychiques confrontés aux ruptures du lien social, Ramonville Saint-Agne, Erès.

Zaltzman, N., (1998), De la guérison psychanalytique, París, Puf.