Donald Trump perdió las elecciones presidenciales estadounidenses, pero aún prefiere vivir en el mundo alternativo que le ha creado su propia propaganda. En este universo bizarro, se le considera un héroe invencible de proporciones míticas que decide qué está bien y qué está mal, qué es falso y qué no. En verdad, Trump primero mintió diciendo que ganó las elecciones y luego durante días negó su innegable derrota, pero en el trumpworld, el líder sigue siendo considerado el vencedor. Esta negación fanática de la realidad constituye una esencia clave del trumpismo.
Es necesario pensar en las causas que hicieron posible que Estados Unidos haya producido, elegido y ahora despedido a un líder que presentó una combinación populista de derecha tan desastrosa de negación de la ciencia con respecto a la covid-19, sumada al racismo, violencia, corrupción y posiciones y acciones fallidas en términos de economía, política, salud, cambio climático, impuestos y desigualdad de ingresos. Una parte clave de la explicación son las mentiras. En resumen, una causa fundamental para el éxito del trumpismo fue que los trumpistas manufacturaron, circularon y vendieron mentiras, y muchos estadounidenses las compraron.
La fabricación de desinformación será recordada como la marca registrada de la historia del trumpismo. Pero no debemos olvidar que una lección igualmente significativa es que el trumpismo tuvo éxito porque las noticias reales han sido constantemente minimizadas en los medios por la amplificación de la propaganda gubernamental.
Como candidato en 2016, y antes de eso, Trump utilizó el birtherism (mentiras racistas que sostienen que el presidente Barack Obama no nació en los Estados Unidos) y otras teorías conspirativas para presentarse como un actor político clave. Como presidente, alcanzó un nivel completamente nuevo de propaganda con sus falsedades sobre minorías, inmigrantes y, por último, pero no menos importante, el coronavirus.
Por eso, de todas las cosas que se han dicho sobre Donald Trump, la comparación con uno de los mentirosos más infames de la historia, el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, sigue siendo la más extrema y, sin embargo, la más precisa. La razón de esto es simple: Trump miente con técnicas de propaganda fascista.
Al explicar por qué Trump miente tanto, el presidente electo Joe Biden recurrió recientemente a una comparación histórica adecuada, diciendo que Trump miente “como Goebbels. Dices la mentira lo suficiente, sigues repitiéndola, repitiéndola, repitiéndola, y la mentira se vuelve un conocimiento común". Como muchos historiadores del fascismo y el populismo, creo que Biden está en lo correcto, aunque, como explico en mi trabajo sobre la historia de las mentiras fascistas, Goebbels nunca dijo que repetir mentiras fuera parte de su estrategia. De hecho, al igual que Trump, creía en las mentiras que él mismo fabricó.
Trump miente como el líder de una secta. Cree que sus mentiras están al servicio de una verdad más amplia basada en la fe que él mismo personifica.
Sin duda, la mayoría de los políticos mienten, pero como mentiroso, Trump juega en una liga diferente. Desde una perspectiva histórica, no hay duda de que Trump participa en una tradición de mentiras totalitarias que no tiene nada que ver con las mentiras convencionales de los políticos tradicionales, tanto de izquierda como de derecha. Y aquí la crítica de Biden es correcta.
Trump miente como el líder de una secta. Cree que sus mentiras están al servicio de una verdad más amplia basada en la fe que él mismo personifica. La historia del fascismo presenta multitud de casos de este tipo de mentirosos que creen y quieren cambiar el mundo para ajustarlo a sus mentiras, desde Benito Mussolini hasta Adolf Hitler y muchos otros dictadores e ideólogos.
Hay una cronología de mentiras totalitarias. Los fascistas aumentaron y dominaron la fabricación de mentiras después de años de estar en el poder. Lo mismo pasó con el trumpismo, y el paroxismo de la mentira alcanzó su punto culminante en los últimos días, con las mentiras sobre el fraude y los votos ilegales.
Pero la verdadera noticia es que Trump ya no podrá fabricar y difundir mentiras desde la Casa Blanca. Y al menos en estos días, ya no hay un ciclo de noticias centrado en Trump. La circulación por los medios de las mentiras de Trump fue moneda común en los últimos cuatro años, pero esto ha cambiado con la derrota de Trump. Pero, ¿aprenderán los medios la lección y no pondrán la propaganda trumpista por encima de todo en las próximas semanas, meses y años?
Esta lección también se aplica a los aliados de Trump a escala global. Como Trump, populistas posfascistas como Jair Mesías Bolsonaro en Brasil o Narendra Modi en India han mentido durante muchos años, más recientemente sobre el coronavirus y, como Trump, lo han utilizado como excusa para promover sus vocaciones totalitarias. No es casualidad que la represión y la violencia aumentaran en Estados Unidos, India y Brasil al mismo tiempo que estos países se convirtieron en los más afectados por el virus. Biden tiene razón, Trump ha mentido como Goebbels. Si no se aprende esta lección y se circulan acríticamente las mentiras de tipo fascista, la democracia se verá nuevamente amenazada por futuras formas de trumpismo.
Federico Finchelstein es profesor de historia en la New School de Nueva York. Este artículo fue publicado originalmente en www.latinoamerica21.com