El Sistema Nacional de Emergencias (Sinae) tiene comités departamentales cuyos jefes son los/as intendentes/as. En este contexto de pandemia, se pueden construir centros coordinadores locales de emergencia con la convocatoria a todos los actores institucionales a nivel local que potencien las fuerzas de la comunidad que ya existen, privilegie y apoye al primer nivel de salud (Administración de los Servicios de Salud del Estado ‒ASSE‒, intendencias, Universidad de la República) para apagar este incendio.
La metáfora de los incendios no es ingenua. Sirve. Cuando ocurren, actuamos con todo. Cuartel central de bomberos, cuartelillos zonales, aviones hidrantes y construcción local de cortafuegos. Incluidos los y las vecinas, que apagan los brotes chicos golpeando con ramas.
Las redes comunitarias existen. Se han expresado. Una vez más. Armando ollas populares, merenderos, promoviendo salud y cuidados en el primer nivel de atención, con el impulso de equipos de salud con enfoque familiar, y vecinos y vecinas que se organizan para los cuidados. No hay que inventar nada. Hay que tener una política de apoyo y respaldo. Surgen iniciativas como las de la Red de Alimentos Compartidos, que reciclan más de 120.000 kilos de verduras y frutas, o las de Plato Lleno, que recuperan productos de panadería.
Mirar y privilegiar este nivel no es un arrebato romántico de aquellos que idealizamos el saber popular. Es un aspecto central de la radicalidad democrática de una política que se haga con la gente.
El nivel de gobierno municipal no ha sido valorado suficientemente, salvo en Canelones y departamentos del interior donde juegan un rol mucho más activo y son apoyados por los y las intendentes/as.
En la izquierda algunas miradas siguen siendo centralizadoras. En general estamos omisos en alentar el empoderamiento de los municipios. Los y las frenteamplistas tenemos tareas políticas a ese nivel y es desde allí que remontaremos fuerza. Basta como autocrítica la ausencia de votos en las últimas elecciones municipales.
En esta pandemia hay tareas políticas y sociales para fortalecer la comunidad, la lucha contra la pandemia. Con mirada local, y para ello nada mejor que el ámbito municipal. Yamandú Orsi largó en punta. En Montevideo ya se hacen tareas de ese nivel. Sería muy inteligente adoptarlo como parte de la agenda de gobierno. Pero más importante sería que el Frente Amplio lo asumiera como fuerza política. Como discurso y como tareas para su militancia.
Una bofetada contra la omnipotencia humana
Estamos ante una emergencia social y sanitaria determinada por un fenómeno viral. Un bicho muy chiquito, muy agresivo, que ha puesto en jaque a la humanidad entera. Una bofetada. No es el fin del mundo, como bien afirmó la epidemióloga Lucia Alonso, intentando calmar el miedo y la zozobra. El pánico nunca es bueno como motor de la percepción del riesgo. Hay evidencia científica sobre cuáles son los mecanismos que se activan en nosotros, desde el punto de vista neuronal, que bajan la cortina para no ver tanta crueldad, para no soportar tanto miedo. Lo que debemos activar ‒y cuando es en comunidad, mejor‒ es la gestión de las alarmas, la gestión individual y colectiva de los riesgos.
Se pueden construir centros coordinadores locales de emergencia con la convocatoria a todos los actores institucionales a nivel local que potencien las fuerzas de la comunidad que ya existen.
En rigor, se fortalece la percepción del riesgo cuando tenemos una comunicación eficaz. Cuando damos señales desde el Estado y desde las fuerzas políticas y sociales de que es posible, entre todos, empoderándonos, cuidarnos mejor.
Un Estado ausente
El término sindemia se propuso precisamente para englobar el conjunto de problemas críticos que se dan en lo biológico pero también en varios campos de la salud, del bienestar social, la protección social y económica.
Es obvio que no se trata sólo de medidas sanitarias. Algunos jerarcas han hablado hasta con arrogancia de los que damos cátedra sobre la necesidad de la renta básica de emergencia. Varios economistas han demostrado que no es una carga fiscal pesada y que económicamente es viable. Es posible que haya que recurrir a endeudarse. En un mundo donde todos se endeudan para enfrentar esta situación. Pero no. Están cerrados los ojos y los oídos, y desde el gobierno no se escucha. Una especie de porfiado narcisismo que continúa en campaña electoral y tiene la absurda pretensión de creer que tiene la justa, niega la posibilidad de, al menos, conversar sobre esta posibilidad.
La respuesta de salud pública debe integrar determinantes de la salud que tienen que ver con la actividad laboral, la alimentación y otros problemas de salud. Fundamentalmente la salud mental, que está seriamente afectada por esta crisis. La violencia intrafamiliar, el aumento de femicidios, suicidios, es grave. Nada más elocuente para fortalecer la salud mental individual y colectiva que darle tareas a la gente. Para que dejemos de ser pasivos y nos transformemos en actores para cuidarnos entre todos y todas. Se llama actitud. Y tiene que ver con la percepción del riesgo.
En Uruguay, por diversas razones, hemos sorteado lo que podríamos llamar la primera oleada. Pero ahora, porque vivimos rodeados y porque es una pandemia, los contagios y enfermos crecen en términos de reacción en cadena, se multiplican, y el pánico vuelve. ¿Puede ser controlado? Las medidas anunciadas por el presidente Luis Lacalle Pou no parecen estar acordes con la alarma que planteó el Grupo Asesor Científico Honorario.
Paradoja: se habla de circulación comunitaria del virus, pero no se apela a la fuerza de la comunidad organizada, al enfoque local que convierta esa circulación comunitaria en un vector que la propia comunidad a nivel local pueda afrontar con los recursos que se han construido históricamente, con el primer nivel de atención, con los rastreos a nivel local. No es un disparate. Se planteó a las autoridades nacionales sin respuesta.
Ahora, un documento firmado por varios ciudadanos y ciudadanas ""), por organizaciones sociales y vecinales, eleva una propuesta a las autoridades nacionales, departamentales y municipales en el sentido de valorar la importancia del abordaje local a nivel municipal, cuando se cuenta con una comunidad activa y participativa.
Milton Romani Gerner fue embajador ante la Organización de Estados Americanos y secretario general de la Junta Nacional de Drogas.