En entrevista con el diario El Observador, el 13 de abril el director general de la Salud, Miguel Asqueta, planteó que la política del gobierno respecto de la covid-19 es ir aflojando la cuarentena hasta lograr una inmunidad de manada. Cuando se le preguntó cuándo se puede volver a la normalidad, respondió “en unos cuantos meses”, pero incluso añadió que “se podrá volver más prontamente” si se maneja bien la salida y convivimos con el virus en forma crónica.

La inmunidad de manada se logrará sólo con la vacuna

Si se quiere que la gente se vaya contagiando de covid-19 sin saturar al sistema de salud de forma de lograr inmunidad social y levantar la cuarentena, se necesitarán muchos años. En Uruguay hay unas 20 camas de CTI por cada 100.000 habitantes. Considerando que se liberen para pacientes de covid-19 la mitad de ellas, y que 2% de los infectados requiera una media de diez días de internación en CTI (números que son muy optimistas, la realidad es peor), se necesitarían 2.000 días para infectar a toda la población (más de cinco años). Aun duplicando la cantidad de camas de CTI, se siguen necesitando varios años.

Para ser más claros, tal como estamos, si en un par de años levantamos totalmente las restricciones sociales se generará un rebrote del virus que llevará a la saturación del sistema de salud, lo que generará muertes evitables.

¿Suena horrible? Sí, así es. Con un agravante: este virus muta bastante, y nadie sabe cuánto tiempo pueda durar la inmunidad: de comportarse como el virus de la gripe, al año muchos volveremos a caer enfermos con una nueva cepa del virus, y vuelta a empezar. Por ende, la inmunidad de manada difícilmente se logre, por más bien administrada que estén las cuarentenas.

A no desesperar, esperemos algún tratamiento

Antes de una (improbable) inmunidad de manada, se espera que llegue alguna clase de tratamiento farmacológico. Se habla de un año, un año y medio (como mínimo) para que exista una vacuna. Posiblemente antes de eso alguno de los medicamentos que se están probando demuestre ser útil para disminuir la agresividad de la infección, y ayude a bajar el uso de los cuidados intensivos. Pero, en el mejor de los casos, aún tendremos que convivir con algún tipo de cuarentena durante varios meses.

¿Y si de golpe, ahora, levantamos la cuarentena y volvemos a la normalidad qué pasa?

A medida que pasan las semanas se tienen más y mejores datos sobre la pandemia. Los afortunadamente bajos números de la evolución de la infección en Uruguay pueden hacernos pensar que esta no es tan peligrosa. Por lo que se sabe hasta el momento, se calcula que la mortalidad de la covid-19 sobre el total de infectados es del orden de 1%,1 unas diez veces mayor que la de la gripe común. Si liberamos la cuarentena y en pocos meses se infecta toda la población, tendríamos unas 35.000 muertes asociadas. Si pensamos que en Uruguay mueren normalmente unas 33.000 personas por año, observamos la dimensión del problema. Pero en realidad será peor: 2% de los infectados (o más) termina necesitando internación en CTI (con una mortalidad en dichos casos del orden de 50%). Si los CTI se saturan, la mortalidad del virus más que se duplica. Si extrapolamos esos datos al mundo entero, se estaría hablando de unas 150 millones de muertes asociadas a la covid-19 de no haberse realizado ningún tipo de cuarentena. Dicho de esa manera asusta, y mucho.

Para planificar bien cómo implementar la cuarentena en los meses que faltan es imprescindible no subestimar las dimensiones reales del problema. De lo contrario, la realidad no tardará en mostrarnos nuestro error.

Frenemos un nuevo brote antes de que empiece

Desgraciadamente, este 13 de abril posterior a la Semana de Turismo parece que hubiera arrancado a funcionar el país, aunque este año no haya habido ciclistas. El movimiento en la calle era marcadamente mayor que en las semanas previas. Ómnibus repletos con gente parada, en su gran mayoría sin tapaboca, a pesar del exhorto gubernamental a su uso.

Por más que los casos reales sean varias veces los registrados, no llevamos ni el uno por 1.000 de infectados en Uruguay, y en términos epidemiológicos esto recién empieza. Lamentablemente, hay gente que piensa que lo peor ya pasó y vamos poco a poco de salida. Craso error.

Hasta ahora hubo mucho de suerte en que el coronavirus no se haya propagado entre los trabajadores obligados a salir a buscar un ingreso para vivir. Recordemos que quienes tenían un trabajo informal (algo más de 20% de los trabajadores en 2018, según el Instituto Nacional de Estadística) lo perdieron, y no tienen ninguna otra fuente de ingresos; el gobierno les da un cupón, por única vez, de 1.200 pesos. Ello, más que ayuda, es una invitación a salir a pelearla por sus propios medios. Y el virus, tarde o temprano, llegará a todos los barrios.

Para minimizar futuros brotes aún se pueden implementar muchas medidas: uso obligatorio de tapabocas en la vía pública; escalonar horarios de entrada y salida de puestos de trabajo, para evitar horas pico en el transporte público; testear casos asintomáticos, entre otras. Pero para planificar bien cómo implementar la cuarentena en los meses que faltan es imprescindible no subestimar las dimensiones reales del problema. De lo contrario, la realidad no tardará en mostrarnos nuestro error (y de manera muy desagradable).

Ítalo Bove es doctor en Física, profesor adjunto con dedicación total del Instituto de Física de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República.


  1. La mortalidad de los casos registrados es mucho más alta, y en el mundo está sobre el 5%; sin embargo, se sabe que la mayoría de los infectados son asintomáticos, los cuales en general no son registrados. Cuando en una población controlada se hace test a todos los individuos, se encuentra que la mortalidad del virus es de 1% o menor. Ver: www.cebm.net/covid-19/global-covid-19-case-fatality-rates