No se puede afirmar que en nuestro país no hay rumbo en materia socioeconómica en el contexto de la pandemia de covid-19. Hay un rumbo clarísimo y deliberado. Acá no hay improvisación ni tanteo; las decisiones son intencionadas y políticas. Los gobiernos neoliberales son fieles a sus intereses de clase y tienen claros sus objetivos. Responden a intereses de un colectivo social determinado y recorren rutas trazadas en una dirección.
Es evidente que sólo un sector privilegiado de la población se encuentra en cuarentena. Esa parte de la población que tiene los recursos que le permiten realizarla está y estará protegida. La fragmentación social se ve hasta en las distintas estrategias impartidas, ya que se ha exhortado al autocuidado y no se ha puesto de manifiesto una política desde el gobierno que exija a todos un mismo comportamiento. Para poder llevar a cabo políticas por las que, en lugar de responsabilizar a la población por las conductas que ponen en riesgo la salud, sea el gobierno quien se haga cargo de la toma de decisiones, se debe proteger y subvencionar económicamente a quienes lo requieran. Es el gobierno quien debe asegurar y dar las condiciones que lo permitan. Es el gobierno quien debe garantizar el derecho a la salud y, desde el punto de vista económico, una renta que permita a los más vulnerados por la pandemia un sostén básico. En este momento el escudo son los trabajadores.
Politizar no es partidizar. No pretendemos comulgar con ideologías en que que el capital está por encima de lo humano. En que paga el trabajador y se expone en primera línea, porque la riqueza, que quedará en manos de unos pocos, es financiada con la salud de los más desposeídos. Claro que es político. Porque la política trata del gobierno y de la organización de las sociedades. Es el proceso de tomar decisiones. Y esta es una decisión. Decisión económica por determinar aumento de tarifas, aumentar el IVA, disminuir el salario real y no subvencionar económicamente a quienes lo requieren; y costo social por las decisiones tomadas.
Aunque en la misma dirección, resulta más difícil de entender que desde el gobierno se impulse una ley que nada tenga que ver con la urgencia en salud. Una ley que fue pensada en una coyuntura social totalmente distinta a la actual y que si bien ya significaba un retroceso social y de derechos, ahora se suma que su tratamiento excluirá la posibilidad de tratar temas sí urgentes y actuales que se susciten por los devenires del presente inmediato. Una ley tan amplia y abarcadora que no deja afuera casi ningún puntal.
Es el gobierno quien debe garantizar el derecho a la salud y, desde el punto de vista económico, una renta que permita a los más vulnerados por la pandemia un sostén básico.
Tratar esta ley con la sociedad paralizada también es una chicana política. Es antidemocrático y autoritario, ya que los involucrados en los resultados no van a poder emitir opinión. Las organizaciones sociales y los gremios se verán impedidos, por motivos obvios, de interactuar, y la sociedad toda quedará sin voz, representada solamente por una derecha dividida y complicada en una coalición con alianzas débiles y condenada a su autodestrucción, y una oposición que actualmente se encuentra en minoría parlamentaria. Escenario complicado para la democracia.
En este contexto, la mayoría de los medios masivos de comunicación juegan un juego sucio, dirigidos por quienes se abrazan al poder, y cada vez más se manifiestan activamente. Algunos discursos parecen guionados con la intención clara de desvalorizar y demonizar a los gremios acusándolos de corruptos y de antioficialistas. Es fácil cuando el cuarto poder, generador de opinión y de “realidad”, está de tu lado.
Ojalá que el camino de la derecha llegue a su fin y en un futuro volvamos a tomar decisiones que protejan a los más postergados.
Es importante que la izquierda logre construir un relato que trascienda a las personas y atraviese culturalmente la historia, reivindicando un proyecto que pueda ser sostenido en el tiempo. Porque sin dudas es a través de este relato que vamos a poder empoderar a quienes llevarán adelante este camino.
Es necesario no ser neutrales y tomar posición en cada una de nuestras acciones, ya que, como afirmaba Paulo Freire, la neutralidad es una manera tal vez cómoda, pero hipócrita, de esconder la opción propia o el miedo de denunciar la injusticia.
María Parada es médica y ex docente de la Universidad de la República.