La ciudadanía mira atónita cómo el canciller de la República anuncia que renuncia a su cargo en el marco de los 100 primeros días de gobierno del presidente Luis Lacalle Pou. Es una decisión que sólo puede generar perplejidad. En un momento, además, en que el gobierno de la “coalición multicolor” está sufriendo una serie, que parece no tener fin, de alejamientos por pedidos de renuncia del presidente de la República –como en los casos de autoridades de Antel y de la Corporación Nacional para el Desarrollo– o de líderes, como lo que sucedió en la Administración Nacional de Puertos a pedido del general Guido Manini Ríos. Sin dudas que la renuncia del canciller sólo aviva el fuego de la inestabilidad de la coalición de gobierno.
El canciller Ernesto Talvi generó una buena valoración en la ciudadanía con su esfuerzo por hacer posible el retorno de los compatriotas que se encontraban en el exterior cuando se inició la pandemia del coronavirus. También se veían bien sus esfuerzos por mantener el mejor relacionamiento con el Mercosur. En el tema Venezuela, siempre tan complejo, empezó patinando con una declaración de apoyo a la política injerencista de Estados Unidos y terminó privilegiando el rol de facilitador de acuerdos para una salida pacífica, cosa que lo llevó a afirmar que desde su cargo no podía catalogar a Venezuela de “dictadura”.
La misma posición que sostuvo hasta el final el canciller Rodolfo Nin Novoa. Trascendieron sus diferencias con el presidente sobre a quién invitar y a quién no para el 1º de marzo, y también sobre nombramientos de embajadores. Talvi proponía a Sergio Abreu para Argentina y Lacalle Pou propuso a Carlos Enciso. Tampoco tenían acuerdo respecto de la embajada en Estados Unidos. ¿Fueron Venezuela y los casos de disputas por embajadas los hechos que determinaron su renuncia? No. Claramente no. El propio Talvi lo dice transparentemente. Renuncia para asumir su rol de líder del sector mayoritario, Ciudadanos, del Partido Colorado. Digámoslo en criollo: renuncia para tener más libertad para enfrentar al doctor Julio María Sanguinetti, que le disputa el liderazgo colorado.
Talvi se ve amenazado. Siente que para preservar su liderazgo tiene que tener las manos libres, y así enfrentar mejor al sanguinettismo
Talvi debe estar muy arrepentido de haber propuesto a Sanguinetti para ser el secretario general del partido. El notorio episodio de confrontación por Julio Luis Sanguinetti, debido a que Talvi se negó a nombrarlo en la Comisión Administradora del Río Uruguay y sin embargo el presidente solicitó su venia para UTE, en claro acuerdo con Sanguinetti padre, más la publicitada afirmación de que Talvi no le atiende el teléfono al secretario general de su partido, entre otras perlas, son lo que determina esta insólita renuncia.
Talvi se ve amenazado. Siente que para preservar su liderazgo tiene que tener las manos libres, y así enfrentar mejor al sanguinettismo. Pero acá viene lo que aparece como una decisión absolutamente desgraciada: su renuncia. El líder mayoritario del Partido Colorado privilegia las disputas internas del coloradismo sobre su responsabilidad de gobierno. Esto es mucho más que un error, es una pésima señal para la estabilidad del gobierno, es una pésima señal para la comunidad internacional y, en definitiva, es la peor forma posible de asumir responsabilidades de gobierno.
El cargo de ministro de Relaciones Exteriores es, sin duda, de los más importantes en nuestra República. Es un cargo que exige una gran responsabilidad. Para un país pequeño como Uruguay, su política de relaciones exteriores es vital. Por eso al aceptar el cargo de canciller se asume una gran responsabilidad nacional, de gobierno y ante el conjunto de los ciudadanos. No es comprensible, diría más, no es admisible que una responsabilidad de ese tamaño sea desechada por disputas internas en un partido político. El hecho de que sea a sólo tres meses de haber asumido, lo agrava mucho. Es un claro síntoma de inestabilidad que genera incertidumbre. ¿Cómo se relacionan los países extranjeros con un canciller renunciante? Parece una situación muy inconveniente para nuestra República.
Vuelvo al título: ser o no ser. En una encrucijada clave, el líder del Partido Colorado eligió su disputa interna con el doctor Sanguinetti sobre su altísima responsabilidad de gobierno. Acierta Talvi al querer distanciarse de las peores viejas prácticas políticas que representa Sanguinetti; se equivoca feo al dejar de ser el canciller de todos los uruguayos. El gobierno de coalición multicolor empieza mal.
Jorge Rodríguez es presidente del Partido Demócrata Cristiano, Frente Amplio