Algunos referentes de la derecha vernácula han intentado recientemente negarse a sí mismos al negar la pertinencia y vigencia de las categorías derecha e izquierda. Tal vez por cierta “vergüenza” o por desconocimiento, tal vez porque quieren disimular algo indisimulable. A continuación, transcribo unos fragmentos de sendas declaraciones públicas del ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, y de la candidata a la Intendencia de Montevideo, Laura Raffo.
Dijo Salinas: “Yo soy una persona que viene de la ciencia, y para mí lo primero es el país. Y lo de la izquierda y la derecha es una mentira. Fabulosa. El que se la quiere creer que se la crea; es más divisionista que unionista. Y a mis 58 años, como parte de un partido que hace un año que nació, debo haber votado alguna otra cosa en mi vida previa, ¿no? Se supone que debo tener otros orígenes”, afirmó Salinas. “Hasta en la familia hay gente de izquierda. Ese es un error, una creación mental; la izquierda y la derecha son un constructo mental. Porque yo no sé bien qué es la izquierda de Estados Unidos y qué es la derecha de Uruguay, en el sentido de quién tiene más interés social, más interés por que los pobres sean los privilegiados”, agregó.1
Ahora bien, vayamos por partes. Derecha e izquierda son categorías conceptuales acuñadas hace más de dos siglos y acerca de las cuales mucho se ha escrito en el campo de las ciencias sociales; muchos científicos políticos, sociólogos y filósofos de vasta y reconocida trayectoria mundial son –en este sentido– de referencia innegable. Apelo, en esta ocasión, a Norberto Bobbio y su texto Izquierda y derecha. Razones y significados de una distinción política (Taurus, 1995) y selecciono apenas un párrafo del texto: “A pesar de que la diada sea continuamente rebatida desde distintas posiciones y con diversos argumentos, y con mayor frecuencia, pero siempre con los mismos argumentos, en estos últimos tiempos de generalizada confusión, los términos ‘derecha’ e ‘izquierda’ siguen estando vigentes en el lenguaje político. Todos aquellos que los utilizan no dan en absoluto la impresión de usar palabras en balde, porque se entienden muy bien entre sí” (Bobbio, 1995, p. 88).
Si el ministro dice al pasar que “hasta en la familia hay gente de izquierda”, él mismo reconoce la pertinencia y el contenido del vocablo. En consecuencia, señor ministro, no es una mentira fabulosa como usted afirma en la misma declaración. También sostiene que los que utilizan los términos son “divisionistas”, o sea, él mismo lo es al referirse a parte de su familia. Nada más para agregar.
Por otro lado, dijo Raffo: “Creo que no suma etiquetar, no suma poner opiniones personales. Uno puede no coincidir con ideas, pero no hay que atacar a las personas. Entiendo que [Álvaro] Villar pone etiquetas, izquierda/derecha, y yo creo que la gente no compra más el izquierda/derecha. La gente lo que hoy quiere es que le solucionen sus problemas. [La distinción entre izquierda y derecha] Es una visión muy maniqueísta del mundo. Es algo con lo cual yo no me defino ni me definí nunca. Yo me defino como humanista, pongo al ser humano en el centro, a sus necesidades, y busco cómo desde un gobierno se puede ayudar a contemplar las necesidades de estas personas, sobre todo de las personas más vulnerables. Eso no me parece sea logros de izquierda o de la derecha. Poder atender las necesidades de la gente es algo a lo que tienen que apostar todos los gobernantes”.2
La señora Raffo adjudica intencionalidades curiosas; al parecer, ella cree que decirle que es de derecha sería casi como un “insulto” o un “agravio”, porque se siente atacada; otra vez lo del vocablo. La impresión que tengo es que ella entiende bien su significado. Por otra parte, agrega que, en cambio, se define como humanista. Me pregunto cuál de los partidos políticos en Uruguay no lo sería. Siendo que el objeto de la política es la resolución de los problemas, necesidades y demandas de las personas, su autodefinición es tan vaga como inconsistente.
Ahora bien, sabemos que las evidencias en ciencia política nos remiten a un espectro en el continuo ideológico, que va desde la ultraizquierda hasta la ultraderecha. Del negro al blanco también hay infinidad de matices. Precisamente, al utilizar las categorías para analizar los proyectos políticos, los discursos, las políticas públicas y la praxis política conviene apelar a un conjunto de criterios o variables significativas, que desde luego no agotan el marco de referencia conceptual.
Algunos referentes de la derecha vernácula han intentado recientemente negarse a sí mismos, al negar la pertinencia y vigencia de las categorías derecha e izquierda.
¿Cómo distinguimos la izquierda de la derecha cuando gobiernan? ¿Es lo mismo Evo Morales que Jeanine Áñez en Bolivia? ¿Es lo mismo Dilma Rousseff que Jair Bolsonaro en Brasil? ¿Es lo mismo Tabaré Vázquez que Luis Lacalle en Uruguay? Obviamente considero a las formaciones políticas detrás de los gobernantes, a los partidos y sus alianzas, y no sólo a los líderes como referencia personal y exclusiva. Por tanto, colocaré aquí un conjunto sucinto de criterios normativos y operativos, a partir de los cuales podemos definir en qué posición del espectro ideológico se ubican gobiernos y partidos políticos.
Regulación o desregulación de los mercados. Es bien diferente el resultado en cada una de las opciones, y sólo por poner un ejemplo: la regulación del mercado de empleo favoreció a la clase trabajadora uruguaya, vía negociación colectiva. La desregulación tiende a favorecer al capital en detrimento del trabajo. La desregulación es una estrategia que impulsa la derecha, aquí y en casi toda América Latina.
Mercantilización o desmercantilización de los servicios públicos. La mercantilización es convertir una relación social en mercantil, y lo contrario es extraerla del circuito mercantil. Generalmente lo primero, aunque hay pocas excepciones, es lo que hace la derecha. Las reformas pro mercado son –entre otras– aquellas que privatizan servicios públicos (particularmente en las áreas clave), promovidas de modo paradigmático por la derecha.
Sistema tributario regresivo o progresivo. El esquema impositivo puede hacer recaer más la recaudación en el IVA (impuesto al valor agregado) y es regresivo, o en el Impuesto al Patrimonio, a las ganancias del capital, o en el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas, y es más progresivo. En suma, allí donde se coloque la mayor presión fiscal se reflejará cuán redistributivo y equitativo es el sistema tributario; esto es lo que distingue a la izquierda de la derecha. En Uruguay se avanzó –con la izquierda– en 2008 con una reforma que apuntó más a la equidad distributiva. Las declaraciones del actual presidente en plena pandemia afirmando que no se aumentarían las cargas impositivas al capital son harto elocuentes.
Comportamiento del gasto público social. Si el gasto (inversión) social es incremental, supone un posicionamiento progresista; ahora bien, cuando el criterio es procíclico en períodos de crisis, el comportamiento del gasto social es regresivo. Cuando se dice –de parte del gobierno uruguayo– que tal vez no puedan mantenerse las políticas sociales (salud, educación, vivienda, asistencia social, etcétera...) por razones fiscales y se resuelve una reducción de 15% en tiempos de crisis, se aplica un criterio procíclico. Esto es un rasgo de la derecha.
Papel del Estado en la provisión de bienestar. Si se apuesta al mercado y a su supuesta autorregulación y además se tiende a retraer al Estado de sus intervenciones económicas y sociales, identificamos una postura de derecha; por lo contrario, cuando el papel del Estado se hace más que relevante, es por lo general la izquierda la que lo reafirma.
Participación social institucionalizada o informal. Cuando se asume que la participación ciudadana se debe acotar al acto electoral y poco más; por ejemplo, eliminando los consejos colectivos (Primaria, Secundaria y Educación Técnico-Profesional) de la Administración Nacional de Educación Pública, se manifiestan posiciones de derecha.
Equidad, igualdad social y redistribución de la riqueza. Cuando la preocupación es hacer crecer la torta y al mismo tiempo repartirla más equitativamente, resulta una postura de izquierda, marcando una diferencia sustantiva con la derecha, que suele argumentar que lo primero es el crecimiento económico porque luego sobrevendría la prosperidad para todos. Fue el rasgo y el discurso de la derecha en los 90 en toda la región: la teoría del trickle down o teoría del derrame, y a todas luces un fracaso descomunal.
En fin, podría seguir enumerando criterios que distinguen la izquierda de la derecha. Más adelante seguiré en la línea de desmontar las retóricas o discursos de la supuesta neutralidad o asepsia ideológica de algunos dirigentes políticos o gobernantes de la derecha uruguaya.
Christian Mirza es profesor universitario en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República y fue director nacional de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social entre 2005 y 2010.