Hay varios factores que contribuyeron al buen desempeño de Uruguay ante la pandemia e hicieron que pesaran más los aciertos que los errores. De ambos hubo, sin duda, y los movimientos sociales han señalado con claridad algunos de los errores. Está claro que la situación no está superada, sino que va siendo controlada con variables que pueden introducir cambios rápidamente. Las fronteras con Brasil y los contactos con el resto del mundo, así como la eventualidad de supercontagiadores en contextos de aglomeración son algunas de esas amenazas. Las fortalezas acumuladas en el proceso de construcción del Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) son buena parte de las razones que explican la evolución favorable de la pandemia a nivel nacional. Sin embargo, el SNIS es un proceso inconcluso, hay muchos desafíos pendientes y la pandemia de covid-19 ha agregado nuevos.

La pandemia está lejos de haberse resuelto a nivel del planeta. Se registra un agravamiento de la situación en varios países y el ingreso de nuevas fases en otros. Es preciso tener en cuenta el bajo nivel de inmunización colectiva generado incluso en países donde la cantidad de enfermos fue muy grande y la demora previsible en el logro de una vacuna eficiente. Sumados a la capacidad de mutación del virus y la posibilidad de nuevos virus, estos elementos hacen prever que en los próximos años nuestras sociedades vivirán escenarios marcados por la covid-19. Más que un futuro pos covid-19, hay que pensar en distintos contextos covid-19.

Ello no significa que esta pandemia sea el principal problema de salud en todo momento, sino que incidirá en un conjunto de problemas críticos preexistentes, en muchos casos acentuándolos, modificando su desarrollo, configurando nuevos escenarios.

En el nuevo contexto mundial creado por la pandemia se ha producido un agravamiento de problemas estructurales preexistentes que van desde el aumento de la desigualdad, de la pobreza y el hambre, a enfermedades relacionadas con un estilo de vida consumista y sedentario. No puede soslayarse la crisis ecológica. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, será la mayor crisis económica y social de la región desde que hay registros, que empiezan en 1900. Las enfermedades no transmisibles, los problemas de salud de la infancia, la violencia en los vínculos, el deterioro ambiental, la salud mental, la malnutrición y el hambre serán tal vez los problemas críticos a priorizar, y surgirán otros.

¿Hacia dónde vamos en estos nuevos contextos?

Como en toda situación crítica, hay más de una alternativa de abordaje y su evolución depende de factores estructurales, pero sobre todo del accionar de diferentes protagonistas.

Si pensamos en tres grandes grupos de actores, los estados, las comunidades y el mercado, podemos decir que el escenario covid 2020 fortaleció el rol del Estado y la comunidad.

En la pandemia fueron los estados los que asumieron la responsabilidad de articular medidas de contención y atención ante los problemas sanitarios. Medidas drásticas como el confinamiento fueron aceptadas masivamente, a pesar de que contradicen procesos muy arraigados de consumo exacerbado y globalización de la circulación.

Mientras los demás países han invertido entre 4% y 8% de su PBI para enfrentar la crisis apoyando a los sectores más vulnerados, Uruguay sólo ha dedicado 0,4%.

Sin embargo, el rol de los estados se ve afectado por varios factores:

a) El accionar de gobiernos tan importantes como el de Donald Trump o el de Jair Bolsonaro, que debilitan la capacidad estatal de desarrollar políticas sociales integradoras, cuestionan la agenda de derechos humanos y la agenda ambiental, acentúan los componentes belicistas en lo internacional y represivos en lo nacional. Como destacaba Miguel Fernández Galeano en El Diario Médico, Brasil y Estados Unidos tienen 7% de la población y presentan 40% de los casos de covid-19 y de las defunciones por esta causa.

b) El debilitamiento de los organismos internacionales y su rol de regulación o articulación en contextos de globalización. Los ataques de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud en plena pandemia, el incumplimiento de los acuerdos sobre contaminación ambiental, los cuestionamientos a la UNESCO, las agresiones a la Corte Penal Internacional son elementos muy graves.

c) El resurgimiento en América Latina de las doctrinas neoliberales que promueven retrocesos en los derechos sociales alcanzados en la primera década del siglo XXI. Siguen teniendo predicamento las concepciones que consideran al Estado como el principal problema y abogan por su privatización, así como por la desregulación de los mercados. Sus consecuencias son mayor concentración del poder económico, crecimiento desmedido del sector financiero e incremento de las desigualdades.

d) Las dificultades que han encontrado (o que han construido deliberadamente) los estados para enriquecer la democracia con procesos activos de participación de la sociedad civil en la construcción de políticas públicas. Esta debilidad en el involucramiento social, en la deliberación amplia y la participación en la toma de decisiones ha generado una mayor vulnerabilidad de las políticas de protección.

Más allá del rol del Estado está el accionar de las personas y las comunidades, la base fundamental de respuesta a la pandemia. Más relevante aun si pensamos en la salud como un todo, en la prevención y la promoción, en un entramado social generador de salud.

El surgimiento de respuestas solidarias es un elemento a destacar como proceso societario. Recomiendo ver en la página Solidaridad.uy el despliegue de iniciativas en nuestro país.

Son intervenciones valiosas por sus contenidos y los valores que contribuyen a construir. Pero además son respuestas inmediatas a la emergencia alimentaria que golpea duramente a algunos sectores.

Estas acciones son muy valorables ante la insuficiencia total de las medidas adoptadas por el gobierno nacional para evitar el empeoramiento de la situación social. Más de 100.000 personas cayeron bajo la línea de pobreza en tres meses. Mientras los demás países han invertido entre 4% y 8% de su PBI para enfrentar la crisis apoyando a los sectores más vulnerados, Uruguay sólo ha dedicado 0,4%. Las lógicas de recortes presupuestales, desmantelamiento de programas sociales y rebaja salarial sólo pueden conducir a situaciones más graves en lo social. Ya lo vivimos en los 90.

¿Cómo salimos de las crisis? ¿Y en qué dirección?

Estamos ante una realidad nueva, y esto requiere estrategias renovadas. Abrir espacios de innovación implica apoyarse en los procesos que vienen desde tiempo atrás y contribuir a su desarrollo creativo ante los nuevos desafíos sociosanitarios. Este es un tiempo en que las comunidades deben asumir un rol protagónico mayor. La redefinición de los problemas críticos y la elaboración participativa de nuevos objetivos sanitarios nacionales y locales son parte de ese camino.

Pablo Anzalone es licenciado en Ciencias de la Educación y fue director de Salud de la Intendencia de Montevideo.