Hacer de los discursos políticos una suerte de vacío. Decir que es necesario dejar de lado las ideologías. A través de estos discursos que venimos escuchando a diario hay reafirmaciones concretas del mundo en el que vivimos. Intenciones claras de reproducir a través del lenguaje y el texto las injustas contradicciones de la sociedad. Intentos concretos de desestabilización social. No podemos ser tan ingenuos y pensar que detrás del conservadurismo liberal del gobierno no hay claras expresiones de una ideología más que arraigada.
Este intento de desideologización no es ni más ni menos que la oportunidad política para mantener una especie de silencio de masas. Un enmudecimiento de la voz colectiva, desarticulando las movilizaciones sociales.
¿Qué quiere decir esto de que “no soy de izquierda ni de derecha”? Es una búsqueda explícita de que no haya necesidad de participación social. Una especie de ameba multicolor. Hacé la tuya.
Este plan se logra, entre otras cosas, a través de los discursos y los dispositivos de la cultura, desde donde se pueden reafirmar prácticas reproduciendo las relaciones de poder.
El neoliberalismo no es solamente un proyecto económico, es, en definitiva, un proyecto cultural.
Estos discursos que buscan desideologizar en realidad lo que hacen es impulsar el orden actual para que no nos cuestionemos y no lo cuestionemos.
La cultura, por medio de las instituciones como la educación, las religiones y los medios de comunicación, atraviesa todas nuestras prácticas. La violencia simbólica ejercida es un factor determinante en su reproducción.
Por lo tanto, estos discursos que buscan desideologizar en realidad lo que hacen es impulsar el orden actual para que no nos cuestionemos y no lo cuestionemos. Discursos desde el odio y la intolerancia. Cuerpos dóciles, decía Michel Foucault. Cuerpos adaptados y obedientes que reproducen la normalidad impuesta.
¿Por qué nos hablan de nueva normalidad? ¿La nueva normalidad es una nueva forma de alienación y reproducción de las prácticas sociales de injusticia? ¿Cuál sería entonces la nueva anormalidad? ¿La nueva normalidad incluye normalizar la crisis social?
Normalizar nuestras prácticas, según el mismo filósofo, es la forma más efectiva de ejercer poder en la sociedad. Es desarrollar y promover el entramado social para fortalecer estas redes. Porque, entre otras cosas, normalizamos que haya sujetos que quedan excluidos de los derechos que establecemos como derechos propios del ser humano. Sujetos que están sujetos a algo. Normalizamos la exclusión.
Sin embargo, podemos pensar que la realidad en la que vivimos podría ser de otra manera. La realidad es una construcción social y colectiva. No naturalizar ni normalizar las prácticas de desigualdad, esto es clave para transformar el mundo. El capitalismo se nutre de la pobreza porque la genera. Genera pobreza y exclusión social. No se es pobre por naturaleza. Los pobres del mundo son generados por factores sociales productores de exclusión, ya que la pobreza es un constructo.
Que no nos hagan creer que es normal que de ahora en más la pobreza crecerá y que los salarios bajarán como consecuencia de la crisis social. Porque los salarios bajan como consecuencia de las decisiones políticas que se toman para enfrentar las crisis.
Es una mentira que el gobierno tuvo éxito en la pandemia. Porque la salud de una sociedad no se mide sólo en términos de fallecidos por una enfermedad determinada. La salud se mide en pobreza, en desempleo, en bienestar social, en desnutrición, mortalidad infantil, etcétera.
Este proyecto que ya conocemos y que nos condujo a una de las situaciones más críticas en nuestro país reforzó las inequidades sociales y la violencia, aumentó el desempleo y la pobreza, y disminuyó el salario y la inversión en salud y educación. Claramente ese es el camino del gobierno de coalición de derecha y ultraderecha. No hay desideologización del proyecto, hay discursos que por un lado son claros programas, con objetivos concretos, y por otro lado nos venden que se acabó el tiempo de las ideas.
Es una verdadera irresponsabilidad llevar a cabo un programa de gobierno de esta naturaleza, generando ambiente de crisis y desestabilización.
Construir un proyecto colectivo contrahegemónico, que cuestione la mercantilización de la sociedad, es un camino para poder llevar a cabo la lucha contra estos discursos. Generar proyectos culturales que empoderen a sus protagonistas, proyectos que trasciendan a las personas. Es fundamental recuperar la ética de la solidaridad.
No aceptemos como normal las diferencias sociales. No aceptemos como normal la dominación del hombre por el hombre. Las personas sólo podrán realizarse en una sociedad libre y racional. No naturalicemos lo injustificable. Escribía Bertolt Brecht: “No aceptes lo habitual como cosa natural, porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar”.
María Parada es médica y ex docente de la Universidad de la República.