¿La pluralidad es una buena estrategia de acumulación? ¿Qué se necesita para que una propuesta política sea plural y acumule? Historia, análisis y estrategia.

Hoy la propuesta electoral de la izquierda se ha complejizado. Las mismas ideas tienen expresiones electorales variadas y desordenadas, y es difícil decidir qué votar.

En general, las personas votan a quien dice y hace lo que ellos creen que habría que decir y hacer; y también votan a quien le creen. Por eso las estrategias sectoriales basadas en intereses y no en ideas erosionan la representatividad de las organizaciones. Los intereses son propios de la organización, y las ideas, del conjunto de la sociedad. Para analizar esta cuestión es relevante observar el rol que tiene la “información” en la teoría de la elección racional y valorar algunas características de la historia política del país.

La teoría de la elección racional es una de las más utilizadas para el análisis político. Y si bien, actualmente, ha sido muy cuestionada, aún plantea algunas cosas a tener en cuenta. ¿Qué propone esta teoría? Según sintetiza Anthony Downs, que las ideologías son indispensables para la democracia –entendida como sistema de elección de gobernantes– porque sistematizan, armonizan y ordenan un conjunto de ideas, valores y posturas que le permiten a la gente acceder con facilidad a la información, a grandes rasgos, necesaria para tomar una decisión al momento de votar.

Más allá de que la elección racional sea la base teórica de los proyectos políticos neoliberales y al día de hoy cada vez tenga menos vigencia, tiene un punto fuerte en la centralidad que le otorga a la información. Es necesario que las organizaciones políticas den señales claras y se ordenen para que la ciudadanía tenga mejor información sobre sus posturas, perspectivas y propuestas. Esto resulta útil para reflexionar sobre la actualidad.

En la política uruguaya históricamente ha habido una buena cantidad de corrientes de pensamiento. Ese hecho es fácilmente constatable observando la cantidad de referentes del pensamiento, organizaciones y agrupaciones a la interna de los partidos. Las escuelas filosóficas que asisten al debate público nacional son una cara muy importante del quehacer político, y a veces queda oculta para la mayoría.

Lo que se ve en la política es un reflejo de la sociedad. La ciudadanía uruguaya es bien diversa y es bastante plural; eso empuja a que variadas escuelas de pensamiento tengan éxito relativo en la política, en las elecciones y en la construcción de organizaciones. En Uruguay, la pluralidad, la diversidad, el ser policromáticos, mejora las oportunidades de incidir en las instituciones democráticas. Incluso quienes en el pasado han actuado políticamente por fuera de las instituciones tenían en su seno a referentes de procedencias muy diversas y, probablemente, con fines últimos también distintos.

Un breve repaso a modo de ejemplo. El Partido Nacional desde Luis Alberto de Herrera tuvo dos grandes barras a la interna: los herreristas y los blancos independientes, luego wilsonistas. El Partido Colorado, desde José Batlle y Ordóñez, tuvo un ala batllista y un ala riverista. Incluso dentro de esas dos corrientes internas de cada partido había disidencias más pequeñas. El Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros nació de la convergencia de militantes originarios del Partido Nacional, del Partido Socialista, anarquistas, cristianos y otros. Aunque vedadas constitucionalmente para hacer política partidaria, también en las Fuerzas Armadas hay corrientes ideológicas. Detallar la diversidad del pensamiento a la interna militar resulta difícil, pero una división clara puede verse entre quienes son más nacionalistas y quienes tienen una visión más panamericanista. En la época de la dictadura había militares que no veían un futuro democrático y otros más proclives a la negociación con la sociedad civil. El Frente Amplio (FA), una organización política con gran éxito en la historia reciente, encuentra su fortaleza en la pluralidad y nace como el gran encuentro de todas las corrientes filosóficas afines al cambio con justicia social, al avance democrático, al progreso inclusivo y que resisten el conservadurismo.

Así, la pluralidad de perspectivas ha estado en toda construcción política relevante en la historia nacional.

Las organizaciones que componen el FA deberían poder votar como una coalición y no como un partido. Parece necesario que a la interna del Frente se reorganicen y fortalezcan sus espacios filosóficos.

Hoy, a 22 años de la reforma de 1999 que habilitó el balotaje, comienza a observarse la influencia de las “reglas de juego” en la organización del espectro político nacional. En Uruguay la ciudadanía puede elegir en primera vuelta sus representantes al Parlamento y en una segunda instancia a quien comandará el Ejecutivo. Eso brinda la posibilidad de votar organizaciones chicas para el Legislativo y luego definir el gobierno. Naturalmente esto abre el juego a nuevos actores. Es más viable ingresar al Parlamento e incluso ser parte de una coalición. El gobierno actual es una clara muestra de esto. Institucionalmente viene funcionando bien y la siguiente fórmula parece rendir muy bien electoralmente: competencia por separado, fijación de electores (población objetivo), alianza para el gobierno. Permite una propuesta plural y con buena capacidad representativa para competir en una sociedad cada vez más compleja, diversa, estratificada y dinámica.

Los espacios

Probablemente, si el FA volviera sobre sus cimientos, mejoraría sus oportunidades de volver a ser gobierno. Esto quiere decir renunciar a la idea de que el FA sea un partido y reafirmar su condición de frente, de coalición, de movimiento. Las organizaciones políticas del futuro son los movimientos. La ruptura debería ser discursiva y práctica. Las organizaciones que componen el FA deberían poder votar como una coalición y no como un partido. Parece necesario que a la interna del FA se reorganicen y fortalezcan sus espacios filosóficos.

¿Espacios filosóficos? Sí, grandes lugares de encuentro entre personas que piensan más o menos lo mismo y que en vez de discutir “los menos” trabajan por “los más”. ¿Cuáles son? La corriente nacional y popular (espacio 609), los marxistas-leninistas (espacio 1001 y coyunturalmente la 90), la democracia cristiana (actualmente muy desdibujada por los rumbos que ha seguido el FA), la socialdemocracia (antes el Frente Liber Seregni, ahora reordenándose) y la “nueva izquierda” (El Abrazo, Casa Grande y otros grupos menores).

A partir de una dinámica ordenada en espacios ideológicos, es posible que estos hagan política con el “pensamiento” como motor de acción y no se muevan sólo por el interés. Porque lo que genera representatividad popular es el pensamiento; los intereses particulares no sólo son muy cambiantes, sino que resultan comprensibles nada más que para la interna de los militantes. Si las organizaciones políticas actúan en base a ideas y valores, el FA podrá recuperar su característica de fuerza plural, lugar de encuentro de las distintas corrientes de pensamiento que tienen puntos tangenciales, y la ciudadanía en general podrá identificar con facilidad cuál la representa mejor. En el largo plazo, las estrategias basadas en intereses debilitan la representatividad de las organizaciones políticas.

La pluralidad es, hoy, la mejor estrategia de acumulación y necesita una lógica de espacios que aporte claridad y simplifique la información que recibe la ciudadanía.

La política de espacios suma claridad y aparece como la mejor fórmula para competir. También es la manera histórica de construir proyectos útiles y la mejor dinámica para fortalecerlos.

Juan Andrés Erosa es militante de Rumbo de Izquierda y estudiante de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.