El domingo 13 de diciembre nos fuimos con Elena a la plaza Seregni de Costa Azul, en los 104 años del nacimiento del general. Nos acercamos al ibirapitá de Perico y bajamos media cuadra hacia el mar y, frente a la casa donde pasara sus últimos veranos plenos, recordamos el pedido de Lili el día que inauguramos la plaza: “Cuiden el roble del general”.
Y lo encontramos hermoso, fuerte ya, con su follaje a pleno, convocante. Esto nos permitió pensar en todo lo que ha sucedido, incluso más, en los mojones que nos han marcado. No quiero caer en lugares comunes, menos aún en estos días de tanta sensibilidad, pero sentí que aquella metáfora del ombú que le contara en sus cartas a Lili, publicada por Blanca Rodríguez, reaparece frente a su roble con mucha fuerza: “[…] pero a medida que me puse a pintarlo, el ombú se reveló como algo muy particular. Cada pincelada que daba, tratando de modelar su forma, es como si hubiera podido palpar con mis manos el viejo tronco, recorrer sus arrugas, intimar con él, conocer su historia. Es un viejo ombú; viejo, sabio y filósofo. Su larga vida está expresada en sus rugosidades, en sus cicatrices, que hablan de su lucha vital en los tres siglos que tiene de existencia. Sufrió el rayo y el temporal, que quebraron sus ramas y dejaron esas señales que muestra en su cuerpo. Pero después de cada herida, siempre supo reponerse y echar brotes nuevos como ahora. Mírame –dijo– he soportado mil tempestades: me han tronchado ramas, estoy lleno de cicatrices, pero tengo brotes nuevos y –por sobre todas las cosas– vivo y sigo siendo árbol, sigo siendo ombú”.
Hoy, a 50 años del nacimiento del Frente Amplio, el roble del general con su pujanza nos convoca. Porque nuestro Frente Amplio hoy sigue siendo, sigue trabajando, sigue soñando con la misma vitalidad que en su origen. Y este presente, como aquel, es hijo de su historia y de quienes pusieron sus manos, sus piernas, su corazón, su vida en la construcción de una realidad posible para todos.
El Frente que nació hace 50 años ya nació tributario de la historia acumulada de la izquierda en nuestro país. El Frente surge en la acumulación de la lucha de los obreros, de los estudiantes, de la intelectualidad, de la raíz cultural, de cientos de hombres y mujeres, en Montevideo y el interior del país. El Frente se nutre en el consenso del humanismo cristiano de Juan Pablo Terra, en el pensamiento profundo forjador de generaciones de Carlos Quijano y los independientes de Marcha, del socialismo nacional de Vivian Trías, del camino de la revolución en América Latina definido por Rodney Arismendi y el Partido Comunista (PCU) en 1955, del batllismo de Zelmar Michelini, del nacionalismo independiente de Luis Pedro Bonavita, de la matriz tejedora de la colcha de retazos de Héctor Rodríguez, y del camino y las vías del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), que se sumó con el 26 de Marzo y Mario Benedetti al frente.
El Frente se sostiene desde el pie, con la formidable argamasa de los comités de base y el pueblo militante; pueblo que resistió a la dictadura, que dijo No en el plebiscito del 80, que votó en blanco en 1982, que votó verde en 1989, que juntó firmas y defendió las empresas públicas en los 90, que resistió de pie la dura crisis de 2002 y que festejó con los uruguayos en 2004.
Aquel Frente Amplio, este Frente Amplio, fue y sigue siendo la herramienta política de nuestro pueblo para afirmar una república de derechos, basada en el ideario artiguista siempre vigente: federal e integradora, profundamente democrática, defensora acérrima de la soberanía particular de los pueblos, “conductor y conducido”, impulsora de la educación de su pueblo, enfrentada a todo tipo de despotismo militar, comprometida en la lucha diaria por la justicia y la equidad. Con el derecho a la cultura como centro de nuestros desvelos, como la principal política social a construir para la verdadera transformación, para la verdadera revolución social. Con la memoria como verdad, con la paz como eje; basta ya de doctrinas de seguridad nacional y adoctrinamiento consecuente, nada tiene que ver con el pensamiento artiguista y con su ejército, que fue el de criollos, indios, zambos y negros, “el pueblo reunido y armado”. Con un diálogo directo con la sociedad, con los trabajadores, con hombres y mujeres, con los jóvenes del No a la Baja, con la expresión libérrima de reconocimiento de la diversidad. Con un desarrollo sostenible, con un modelo productivo basado en la soberanía, que apueste a la inversión en conocimiento, a la tecnología, a los saberes de su pueblo, integrado y no dependiente, que nos sostenga hoy y nos garantice futuro. Con la riqueza de todo el territorio nacional, buscando en nuestras raíces el aporte desde los distintos lugares del país, dialogando en cercanía continua en cada localidad, departamento, región; en una síntesis dialéctica capital, área metropolitana, litoral, norte, sur, centro, noreste, este del país; con una mano extendida a nuestros hermanos en ambas fronteras, generando convivencia ciudadana desde el respeto por las y los otros.
Con la humildad necesaria para aprender de todos, con los compañeros militantes de todas las horas, pero también, y sobre todo, abriendo puentes desde el Frente para no dejarnos aislar; dando una firme batalla contra “la grieta” que quieren construir en nuestro pueblo, enfrentando a la coalición de derecha empecinada en dividir y estigmatizar, aferrada a los falsos antagonismos de capital/interior y ciudad/campo.
Con la unidad como consigna, con el reconocimiento de la construcción común a partir de distintas visiones que convergen en nuestro programa único. Sin ambiciones personales, legítimas sin duda, pero que siempre estarán detrás del objetivo colectivo. Con la construcción en base a los pilares de las grandes corrientes de pensamiento que forjaron nuestra fuerza política. Para avanzar y profundizar en 2024 con la reconquista del gobierno, sabiendo hacia dónde dirigimos nuestros esfuerzos; convencidos de que el camino posible es el que sigue construyendo una república de derechos, una república de igualdad, de fraternidad, de solidaridad, de plena inclusión en su rica diversidad.
Con capacidad de reflexión crítica y aprendizaje en los errores, con objetivos definidos sobre la base de lo que hicimos, de lo que nos faltó, con una serena autocrítica, sin ser condescendientes.
Con la reforma del Estado en su profesionalización, retomando y revalorando la cercanía y transparencia como centro. Renovando el compromiso en la lucha constante para erradicar la vulnerabilidad y precariedad en nuestro pueblo. Y blandiendo como única gran arma eso que caracterizaba a Seregni, como dicen Gerardo Caetano y Salvador Neves en el prólogo de su libro Seregni: un artiguista del siglo XX: “El sentido peculiar de responsabilidad histórica, esa pulsión de auscultar siempre, en particular en los momentos difíciles, la brújula del rumbo estratégico, esa obsesión de perseguir un mañana mejor sintiéndose parte de una peripecia que no empezó ni terminará con él”.
Nuestras fortalezas
El roble del general nos convoca, con su verde esperanzador y tres grandes fortalezas que nutren a nuestro país.
En primer lugar, la fortaleza de la sociedad organizada, aglutinada en grandes colectivos que se han ido afirmando, pero también renovando, con el paso de los años. En estos colectivos encontramos a los trabajadores y su central única, clasista e independiente, que ha debido ir sorteando los cambios que le depara el futuro del trabajo, bajo una consigna hoy más vigente y universal que nunca como es la dignidad del trabajador, en sus múltiples dimensiones. Encontramos a las mujeres de nuestro pueblo, las que, en palabras de Álvaro Rico, son un referente ético fundamental en el presente; ellas, nuestras compañeras, nos brindan hoy más que nunca un legado de consistencia y una enorme densidad humana y combativa en busca de la igualdad. A los jóvenes, que son más que el futuro de nuestro país, son su presente, son su fuerza renovadora, son la lucha constante por un mundo mejor; son los jóvenes que luchan contra la pobreza de la violencia expresada en su fuerte y claro No a la Baja; pero también son los jóvenes que lograron que su agenda de derechos fuera también la nuestra, rompiendo estigmas y defendiendo una libertad madura y responsable reflejada en la legalización de la marihuana. Son los “jóvenes en ebullición” de los que habla Martín Couto. Finalmente, el cultivo de la memoria, en la inclaudicable lucha por verdad y justicia, donde se unen las generaciones bajo un manto de silencio y dignidad; en este encuentro de generaciones, hay un pasar de postas, identificando los sitios de la memoria en cada pueblo, en cada testimonio, apropiándose de la verdad, hay un marcar camino, hay un renovar compromisos que une al pueblo.
En segundo lugar, la fortaleza de una herramienta colectiva como es nuestra fuerza política. Una unidad forjada con generosidad por aquellos grandes hombres, los históricos de 1971 junto a Seregni, Juan José Crottogini, Hugo Villar. Los extraordinarios referentes contemporáneos Tabaré Vázquez, José Pepe Mujica, Danilo Astori. Una unidad que ha tenido, y que con certeza y convicción decimos que tiene, un potencial creciente de recambios. Lo vemos hoy en los diferentes frentes de lucha, donde hay que poner el compromiso diario, donde hay que construir pensamiento crítico, donde hay que mostrar responsabilidad ciudadana, encontramos un extraordinario grupo de compañeras y compañeros, con experiencia de gestión, en diferentes roles, en diferentes puntos del territorio, en diferentes escalas de gestión política. Debemos garantizar, desde esa construcción colectiva que es el Frente, el surgimiento de nuevos liderazgos, sin sectorialismos estériles, sin prisas, pero sin pausa. La construcción colectiva nos debe iluminar el camino para poder llegar, no primeros, sino juntos. Esta no puede ser una carrera individual, sino que el Frente todo debe ser capaz de cobijar, de ayudar a crecer, de rodear a estos queridos compañeros y compañeras desde ya.
Y en tercer lugar, la principal fortaleza: nuestra gente, el pueblo frenteamplista. Ese colectivo que no siempre es tan nítido, pero que mantiene su capacidad de hacerse sentir. Ese colectivo que nos muestra siempre que su aval y su confianza es lo único que mantiene fuerte al Frente Amplio. Los militantes, los votantes, los cercanos, los que nos dan su entera confianza y los que la prestan y renuevan en cada decisión. Nuestros principales apoyos, pero también los que deben ser nuestros principales jueces; esos que no claudicaron en octubre y los que dieron todo en ese noviembre sin triunfo de votos, pero victoriosos en la dignidad de la lucha hasta el último minuto. En cada uno de estos frenteamplistas sabemos que está la voluntad de poner todo para no retroceder en las conquistas, para defender los avances, para no claudicar en la lucha por los derechos largamente defendidos.
Superar tempestades apoyados en las fortalezas cultivadas
2020 fue un año muy duro para nuestro pueblo y también para el mundo. Al tiempo que transitábamos día a día en la incertidumbre que nos generó esta pandemia, fuimos testigos de hechos que nos dejaron profundas enseñanzas. Entre ellos, el incremento de los miedos colectivos, pero también la revalorización de la ciencia para entender lo que sucedía, la importancia de la comunidad, la solidaridad y fundamentalmente la comprensión del otro para poder sostener nuestras vidas.
Pero en este camino de aprendizaje primero hemos debido aprender de los golpes que sufrimos durante este duro proceso. El fallecimiento de Tabaré y con él la pérdida de un líder y referente en nuestra fuerza política. Pero quizás, como personas y como sociedad, su última gran lección estuvo dada por su dignidad y serenidad para aceptar lo inevitable, y en ello nos dio a todos una lección de vida.
Hubo otras pérdidas también muy dolorosas, como la partida de muy queridos amigos y extraordinarias personas. El escribano Gustavo Fernández, con sus enormes cualidades de bondad, inteligencia, solvencia, humor, acompañadas de su frenteamplismo siempre. También el doctor Enrique Soto, colega, médico en toda su dimensión, militante de todas las horas del sindicato médico, de la salud pública, pilar de los valores éticos de nuestra profesión.
En el recuerdo de estas pérdidas que duelen mucho, va también un abrazo a todos y todas los que han sufrido golpes como estos a lo largo de estos meses; y como ellos, sabemos que parte de nuestra vida compartida se va con nuestros afectos que ya no están. Quienes quedamos debemos seguir velando y luchando por sus sueños, que son los nuestros.
Nuestro presente está absorbido por una pandemia que crece sin parar en el mundo entero y que se cobra vidas en forma implacable; pensemos que en nuestro hermano pueblo argentino han fallecido al día de hoy 47.000 personas, y en nuestra América Latina, 600.000. Y aquí, en Uruguay, si bien nos ha impactado menos, ya han fallecido más de 460 compatriotas.
Ante esta situación incierta y desafiante, intentamos abrir el diálogo con todos y todas. Lo hacemos una y otra vez, para dar toda nuestra voluntad en un compromiso ciudadano por la vida, porque esta es una causa nacional. Lo hicieron y lo hacen nuestros legisladores, nuestros gobiernos departamentales, nuestros compañeros en cada comité, en cada barrio. En esta opción asumida por los frenteamplistas, sentimos que nos guía siempre, y ante todo, la enseñanza de Seregni: la ética de la responsabilidad.
Enfrentamos esta realidad siendo conscientes de que el mundo asiste, en forma más evidente que nunca, a la voraz política hegemónica de los principales líderes del capitalismo. Estos países han mostrado una explícita voluntad de no distribuir en forma equitativa las soluciones que van surgiendo para este problema mundial, dejando en evidencia las nefastas consecuencias de esta desigualdad injusta, que no nace ni termina en esta pandemia.
Estos hechos, pero también el tiempo, nos enseñan una vez más la necesidad de cerrar filas que tienen los países de la región, para afrontar juntos esta desigualdad. Y en nuestro país, como sociedad, como comunidad, también debemos asumir una respuesta conjunta, con medidas concretas de prevención y mitigación, pero por sobre todo, apelando a lo que nos distingue como pueblo: la solidaridad ante la profunda crisis sanitaria y sus graves consecuencias económicas y sociales
Estamos recolectando las firmas contra la ley de urgente consideración (LUC); los gremios defienden las empresas públicas y sus derechos; 2021 y los años venideros serán muy duros, muy difíciles para nuestro pueblo, pero tenemos hoy, como hace ya 50 años, una esperanza, “una irrenunciable esperanza”. En 2024 volveremos para bien de nuestra gente.
Debemos seguir creyendo en la construcción de consensos como fortaleza ideológica de nuestra fuerza política y seguir afirmando esa idea que nos distingue y hace fuertes. Esta idea, que puede hoy parecer perimida, debe ser redimensionada en este presente de incertidumbres. Es arduo alcanzar acuerdos y también es cierto que acordar no es ceder, pero el objetivo sigue siendo construir colectivamente consensos, con respeto y profunda lealtad al colectivo y a cada compañera y compañero. Es necesario escuchar todas las voces, desde el pensamiento y la experiencia.
Y a los queridos compañeros y compañeras, si pueden, en estos tiempos difíciles y con todos los cuidados, cerca del 5 de febrero, pasen por la plaza Seregni en Costa Azul. A media cuadra hacia el mar, entre laureles, el cuarto árbol es el roble del general. Verán qué lindo que está.