En una sociedad mediada por las imágenes, muchas veces la percepción y la realidad transitan por canales diferentes. Y aunque la construcción de un relato puede generar un encantamiento que conduzca a una determinada percepción, lo cierto es que la realidad siempre prevalece, porque son los hechos los que marcan el curso de los acontecimientos.

En efecto, el gobierno logró crear durante un buen tiempo una atmósfera favorable a sus decisiones, y consiguió que la percepción colectiva reforzara la imagen de un presidente comprometido y ocupado.

A su vez, generó la falsa sensación de un manejo adecuado de la pandemia, más allá de los reclamos que en el campo económico se le han realizado desde las organizaciones sociales y políticas.

Promovió la “libertad responsable”, pero al mismo tiempo le transfirió a la sociedad la obligación de extremar los cuidados, sin hacerse cargo de tomar las medidas preventivas que garantizaran la protección de la gente desde el punto de vista sanitario y económico.

Medidas efectistas como la reglamentación del artículo 38 de la Constitución sólo generaron confusión y un trato desigual, sin criterios ni límites suficientemente conocidos por la ciudadanía. También se recurrió a cortinas de humo para desviar la atención de la opinión pública con planteos trasnochados para que la gente pudiera conducir habiendo ingerido alcohol.

Sin embargo, mientras las percepciones colectivas indicaban aceptación de la gestión del gobierno, una imagen con cierta empatía y mucha prensa amiga que amplificaba esa imagen distendida, prudente y fraterna, la realidad transcurría silenciosamente, sin las luces de las marquesinas ni escenarios rimbombantes. Y habitualmente a los seres humanos nos pasa que cuando finalmente vemos la realidad que negamos o disimulamos, el desenlace es inexorable.

La circulación de la cepa brasileña ya era conocida por todos. Hace seis meses que Brasil vive una situación de descontrol absoluto de la pandemia, con un presidente que se burló de la situación, rompió todos los protocolos y condujo a su pueblo al caos total. Sin embargo, la respuesta de nuestro gobierno a principios de este año fue correr el paso fronterizo 27 kilómetros desde la ciudad de Chuy hasta La Coronilla, a pesar de las advertencias del propio Ministerio de Salud Pública (MSP) de que los turistas brasileños estaban ingresando sin control sanitario.

Vale destacar que a fines de enero de 2021 la Organización Panamericana de la Salud advertía sobre la circulación de las variantes sudafricana, inglesa y brasileña, instando a los países de América Latina a tomar medidas preventivas.

Hoy las medidas que se plantean o que puedan plantearse en los próximos días resultan tardías. Mucho del daño causado se pudo haber evitado.

Mientras tanto, en Uruguay se adoptaba una política flexible en la frontera con Brasil, permitiendo el ingreso de ciudadanos brasileños a través de Rivera en decenas de ómnibus que hasta hoy generan una circulación extraordinaria de personas sin los controles adecuados. No es casual que Rivera sea un foco constante de nuevos casos. Lo estamos viendo a diario.

Durante meses escuchamos las diatribas del ministro de Defensa Nacional arengando que por fin los uruguayos íbamos a estar protegidos contra el abigeato, el narcotráfico y el contrabando. Pero no conocimos ni una sola medida eficaz en el control del ingreso de turistas por la frontera con Brasil durante largo tiempo. La propia dinámica de las ciudades binacionales requería medidas específicas para proteger a la población y darle herramientas para poder subsistir en este contexto.

Se actuó con negligencia en la custodia de las fronteras, subestimando la situación. A nadie puede sorprender que la variante brasileña del SARS-CoV-2 esté circulando en el país. Era un evento esperable que debió preverse.

Capítulo aparte merece el manejo displicente de la negociación con los laboratorios, lo que llevó a la remoción de un jerarca en el MSP sin que quedara muy claro dónde estaban ubicadas las verdaderas responsabilidades que provocaron un retraso evitable en la llegada de las vacunas.

No sabemos que exista un Plan de Contingencia que permita una respuesta inmediata ante el colapso del sistema sanitario, hoy en riesgo inminente. El gobierno dispuso de un año de tiempo para instalar vacunatorios en todo el país y eventualmente construir un hospital de emergencia o disponer el uso de las instalaciones militares a esos efectos. No hubo una política de prevención ni una planificación efectiva de la logística física ni virtual. Hay cientos de miles de personas en listas de espera y gente que tiene que trasladarse hasta 200 kilómetros en un contexto de aumento exponencial de la expansión del virus.

Nada bueno puede ocurrir cuando la estrategia se basa únicamente en el manejo de la inmediatez a través de la improvisación y miradas de corto plazo que inciden en la percepción de la opinión pública, pero no modifican la realidad.

Tras el eslogan de la “libertad responsable” se esconde una visión retrógrada que pone por encima del bienestar social la preocupación por no aumentar el déficit fiscal, cuando la economía se desmoronó en el mundo y nadie, ni siquiera los gobiernos más liberales, está escatimando recursos del Estado para proteger a las familias y a los sectores más afectados.

Esa ortodoxia económica incomprensible expuso a la población a asumir riesgos, cuando debió brindársele garantías, asignando recursos para resolver necesidades básicas de alimentación y servicios públicos.

Se desoyeron las recomendaciones del Grupo Asesor Científico Honorario, los reclamos de la comunidad científica, las demandas de las organizaciones sociales, de los trabajadores, del sistema político en su conjunto.

Hoy las medidas que se plantean o que puedan plantearse en los próximos días resultan tardías. Mucho del daño causado se pudo haber evitado. Incertidumbre, angustia, pánico, miedo y muertes que no justifican la intransigencia. Había que escuchar, nada más.

Fracasaron. Esa es la realidad que no se puede negar.

Darío Mendiondo es integrante del Secretariado Ejecutivo del Frente Amplio y secretario de Organización del Nuevo Espacio.