En épocas en que lo inmediato es lo que prima, en que rápidamente damos vuelta la página y olvidamos, es cuando se hace más importante el rescate de nuestra memoria. Una forma de comprometernos desde la arquitectura es participar en el cuidado de nuestro patrimonio.

Nuestro país cuenta con varios sitios patrimoniales declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Ellos son el barrio histórico de Colonia del Sacramento, el frigorífico Anglo en Fray Bentos, el tango (compartido con Argentina) y el candombe.

Asimismo, hay múltiples bienes protegidos a nivel nacional declarados Monumento Histórico Nacional por la Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación, que depende del Ministerio de Educación y Cultura.

También la protección se realiza a nivel de los gobiernos departamentales con la declaración de Bien de Interés Departamental y finalmente, en el tercer nivel de gobierno, los municipios tienen la facultad de declarar bienes de Interés Municipal.

Una de las urgencias para mejorar la gestión es la actualización de la Ley de Patrimonio a nivel nacional. Para ello debe establecerse una mejor institucionalidad, la necesidad de actualizar definiciones y categorías de protección, establecer un claro financiamiento y un marco sancionatorio para las agresiones al patrimonio de nuestro país.

“No hay peor uso que el no uso”, reza una frase muy utilizada en el ámbito patrimonial.

Sin embargo, existen hoy edificios emblemáticos en todo nuestro país que han permanecido –y aún permanecen– por décadas sin función ni destino. Concretar que los distintos organismos del Estado unan esfuerzos para refuncionalizarlos y así recuperar su esplendor –o por lo menos su dignidad– debería ser prioridad en el futuro inmediato.

Mencionamos a continuación algunos ejemplos sobresalientes de esto.

El Hotel Nacional, en la punta de la península de Montevideo, en nuestra Ciudad Vieja, desarrollado por Emilio Reus y proyectado por el arquitecto Juan Tosi. Construido a fines del siglo XIX, fue parte de un gran complejo médico e hidrotermo-terápico, pasando luego a funcionar la Facultad de Matemáticas, donde se formaron los primeros arquitectos e ingenieros, para finalmente albergar la Facultad de Humanidades y Ciencias. Luego adquirido por Tsakos Industrias Navales SA durante la subasta de 2007, se encuentra abandonado desde esa fecha.

Una de las urgencias para mejorar la gestión es la actualización de la Ley de Patrimonio a nivel nacional. Para ello debe establecerse una mejor institucionalidad, la necesidad de actualizar definiciones.

Otro bien que preocupa es la Estación Central General Artigas, diseñada por el ingeniero Luigi Andreoni, también de la misma época. Por este edificio pasaron ciudadanos llegando a la capital o saliendo hacia todos los destinos del interior, y es sin duda un edificio muy querido por todos los uruguayos, como quedó demostrado cuando finalmente, y luego de prolongados procesos judiciales, cuando pasó a ser custodiado por el Ministerio de Transporte y Obras Públicas, al ser abierto para visitas en el fin de semana del patrimonio, la concurrencia fue desbordante, contándose por miles los asistentes.

Ambos edificios tienen los máximos grados de protección, Monumento Histórico Nacional y Bien de Interés Departamental. Sin embargo, no hemos logrado como país darles un destino y una protección efectiva.

En una escala menor, los “quioscos policiales” diseñados por el arquitecto Juan Carlos Costa Lemes en 1940 se encuentran –en su mayoría– sin uso desde hace largo tiempo. Declarados Bien de Interés Departamental en Montevideo, están ubicados en distintos hitos urbanísticos tanto de la capital como del resto del país. Su escala pequeña permite hacer una restauración en forma escalonada y a bajo costo, constituyendo una excelente oportunidad para refuncionalizarlos y así aprovechar para cubrir necesidades de nuestras ciudades: podrían constituirse en puestos de orientación turística, lugares de recarga de teléfonos móviles, puntos de conexión a redes, pequeños bares con baño público, redes de puestos para bicicletas... Las posibilidades parecen infinitas.

La conservación de la ciudad, por supuesto, también incluye el resto de la trama urbana. Viviendas, propias o rentadas, cualquiera sea su tipología, dan forma a la ciudad y el mantenimiento que hagamos de estas constituirá la imagen de nuestro entorno inmediato, del barrio y, finalmente, de la ciudad toda.

La memoria

Cuidar nuestro patrimonio es ni más ni menos que cuidar también nuestra memoria. En ella está nuestro pasado, pero también nuestro presente y se juega nuestro futuro. Esta tarea no es sólo de especialistas y técnicos, del Estado, del gobierno nacional, de los gobiernos departamentales y de los municipales, sino que alcanza a todos los ciudadanos. Somos todos quienes debemos cuidar y mejorar nuestras ciudades, en particular aquellos edificios icónicos que guardan el recuerdo de varias generaciones, y que debemos preservar para las que vienen, para que sepan de dónde venimos y también buscar juntos hacia dónde deseamos ir.

Es necesario seguir trabajando por el patrimonio y participar activamente en la construcción del patrimonio del mañana, que no es otra cosa que trabajar por todos los uruguayos y su futuro.

Alberto Leira es arquitecto, especialista en patrimonio, integrante de la Comisión de Patrimonio de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay (SAU).