La mortalidad materna por covid-19 en mayo de 2021 constituye una emergencia dentro de la emergencia, con el potencial de afectar el presente y el futuro de una manera irreversible.
Durante 2020 hasta diciembre, antes del incremento exponencial de casos, la afección había sido fundamentalmente en las mujeres más vulneradas en sus derechos, con el aumento, como reportamos, de resultados neonatales adversos como prematurez y restricción del crecimiento del feto.
Lamentablemente, en 2021, además de mantenerse y profundizarse la crisis económico- social, la salud biológica comenzó a ser gravemente afectada por la propia infección de SARS-CoV-2, lo que ha llevado a internaciones en cuidados intensivos y a la inédita cifra de cinco muertes maternas en mayo.
Es clarísimo hoy, como no lo era al comienzo de la pandemia, que la covid afecta gravemente a las embarazadas. Es una certeza, la primera. Ante ella, no hay muchas dudas de que lo que se debe hacer es disminuir la infección en las embarazadas ‒prevención primaria, se llama‒. Es una certeza, la segunda. Para hacerlo sabemos lo que hay que hacer: distanciamiento físico, higiene de manos, tapabocas, quedarse en casa o en la burbuja, y vacunas. Sí, las vacunas son imprescindibles antes, durante y después del embarazo. Son necesarias, pero no son suficientes. Nadie en su sano juicio expondría a una embarazada a la circulación viral que hoy existe en nuestro país y, por lo tanto, todos estaríamos de acuerdo con estas recomendaciones. Es una certeza, la tercera.
Pero a la hora de implementar esto, se precisa, además de la libertad responsable individual, el apoyo solidario del Estado y de la sociedad. Individual y colectivo. Hay que invertir fuertemente para proteger la reproducción en Uruguay, y hay que hacerlo ahora. Mañana puede ser demasiado tarde, como fue para las mujeres que ya murieron, sus familias y toda nuestra adolorida sociedad. Pero, siempre hay un pero, la inversión implicará un desajuste de las metas fiscales. Si lo ponemos en la balanza, ¿qué es más importante? Y aquí, lamentablemente, no hay certezas. Aquí hay intereses. Intereses económicos de clase, es decir de qué lado del mostrador se está; intereses políticos y de construcción de relatos, y discursos de justificación de lo injustificable. Incertidumbre: cierre para bajar la circulación viral versus mantener toda la maquinaria económico-financiera funcionando. Incertidumbre, una más en esta maldita pandemia, que nos enseña que lo único certero es, justamente, la incertidumbre. Y con la incertidumbre, el miedo a lo que vendrá. Y nos preguntamos qué puede pasar. No es por debilidad, no es por ignorancia, es por nuestra naturaleza, nuestro cerebro está organizado así: necesitamos certezas para vivir y evitar que el miedo nos paralice.
Esta naturaleza humana, desde el funcionamiento de nuestro cerebro, explica, desde nuestro punto de vista, la disociación entre la aparente aprobación de la gestión de la pandemia y los espantosos resultados que estamos teniendo como país. No hay que enojarse, no sirve de nada.
En momentos como estos, momentos de brutal incertidumbre, toma relevancia el posicionamiento responsable de los que deben o deberían tener certezas. Los humanos seguimos precisando eso. Ante la guerra, las crisis o las incertidumbres, el liderazgo firme emerge naturalmente. Tomar el timón y la responsabilidad. No se puede gobernar con incertidumbres, nadie confiaría. Tampoco se puede gobernar con base en falacias, tendría patas cortas.
El gobierno uruguayo capitaneó la crisis de 2020 con base en las certezas que provenían del conocimiento científico, y, a través de una cooptación de integrantes del grupo científico honorario, tuvo una práctica y un mensaje blindado. Ciencia y política, sin olvidar nunca una convincente y bien lograda comunicación y marketing, al servicio de las certezas.
Se comienza a desarrollar una visión seudonegacionista de lo que estaba y está pasando, y se naturaliza el dolor de que se muera medio centenar de uruguayos por día por covid-19.
Sin embargo, por motivos que no son del caso analizar, pero que se vinculan con la importancia que se le da al dogmático mantenimiento de los indicadores macroeconómicos y el bendito déficit fiscal, en febrero de 2021, el gobierno –la política– se desliga de la ciencia. Se comienza a desarrollar una visión seudonegacionista de lo que estaba y está pasando, y se naturaliza el dolor de que se muera medio centenar de uruguayos por día por covid-19. Sin prisa, pero sin pausa, nos colocamos en la oprobiosa peor posición del mundo en la gestión de la pandemia, cuando teníamos todo para estar entre los mejores. No podemos seguir relativizando la situación. No podemos confiar ilusoriamente en la vacunación, que es necesaria pero no suficiente. No podemos, no nos merecemos esto. Esto es una certeza, la cuarta.
Los y las uruguayos no somos los depositarios de la conciencia moral universal. No podemos decir que si fracasa la “libertad responsable” fracasa la humanidad. No estamos en posición, por más que nos creamos más de lo que somos, de sostener que el mundo y los países que han gestionado con más éxito la pandemia y que han recurrido a cierres totales, toques de queda y afines, muchas veces en este año y medio, no tienen conciencia ni libertad ni responsabilidad. ¡Por favor! Más bien todo lo contrario. Humildad y prudencia para retomar el camino de gestión, reacoplando ciencia y política. Eso es una certeza. La quinta.
Nuestro gobierno tiene que retomar el camino que fue exitoso en 2020, “para adelante todo lo posible y para atrás todo lo necesario”. Desde allí, el camino es reconstruir la unidad nacional que nos permita remontar la que es, probablemente, la crisis sanitaria más importante de la historia de nuestro país. Todos somos responsables, es cierto, pero, concomitantemente, no todos tenemos la misma responsabilidad. Culpar a la inconducta de la gente, cuando vemos figuras del gobierno, de la religión, de la sociedad, sin ejecutar la “libertad responsable”, es un pésimo mensaje. Todos y todas estamos para poner el hombro con compromiso y responsabilidad. Por la vida, los derechos y la libertad. Es ahora. Eso es una certeza. La sexta.
Leonel Briozzo es profesor titular de la Clínica Ginecotocológica de FMED-Udelar, y jefe del Departamento Maternidad de la Maternidad Augusto Turenne, Centro Hospitalario Pereira Rossell.