Luego de leer el muy interesante artículo de Germán Deagosto sobre China en la diaria, me pareció oportuno desempolvar algunas notas sobre socialismo, y en especial respecto del proceso de China, aportando ideas para el “asado” que Deagosto propone para reflexionar.
Teniendo presente las diversas experiencias socialistas con sus virtudes, fracasos e incluso sorpresas, surge la duda de cuáles son las bases conceptuales del socialismo, en especial si se tienen en cuenta los actuales procesos en China, Vietnam y Cuba, donde se revisan conceptos como la propiedad y el mercado, en especial, lo que el Partido Comunista Chino (PCCh) define como “socialismo de mercado” o “socialismo a la manera china”.
¿Qué es el socialismo?
Los trabajos de Marx y Engels estuvieron centrados en comprender el desarrollo de la sociedad humana a través de la lucha de clases en los diferentes modos de producción, bajo una visión materialista, tanto dialéctica como histórica.
El gran aporte de Marx es que la lucha de clases en el capitalismo, entre trabajadores y empresarios, a diferencia de los demás modos de producción, se resuelve con la desaparición de las clases sociales, o sea, la lucha del proletariado implica su desaparición.
El carácter revolucionario del proletariado es que tiene conciencia de que no habrá otra clase que genere el nuevo modo de producción, su lucha culmina con el establecimiento en todo el planeta de un sistema comunista, sin clases, en que “dé cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. Esa conciencia es clave para encarar la lucha política. El propio Marx como actor político, muy joven, ya afirmaba: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
En ese tránsito al comunismo, los trabajadores organizados tienen el desafío de proponer un modo de producción socialista que acelere el desarrollo de las fuerzas productivas, superando lo establecido por la burguesía, los terratenientes y el sector financiero. Al respecto Marx, en Crítica al Programa de Gotha, cuestionaba a los socialistas alemanes que formulaban “el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución”.
Esa lucha se desarrolla en el mercado nacional, así como en el global existente. Para ambos modos de producción, socialista y capitalista, es válida la teoría del valor expresada por Marx en El capital, por ello “cada uno aporta a la sociedad según su capacidad y cada uno recibe de la sociedad según su trabajo”. Lo cual significa que en el modo socialista se mantiene la propiedad privada, excepto en aquellas áreas estratégicas que, por soberanía o para evitar el monopolio privado, lo exijan.
Para que exista una justa competencia en el mercado, es necesario asegurar un desarrollo de las capacidades partiendo desde un punto similar, para ello hay que privilegiar un sistema de salud público que asegure la atención al neurodesarrollo y la alimentación del niño, niña y adolescente, así como el acceso universal al sistema educativo, desde el nivel preescolar al universitario.
Para el desarrollo de las fuerzas productivas, es necesario impulsar un vigoroso sistema científico-tecnológico, y un estímulo a la innovación que permita participar en forma competitiva en un mercado global en que el mayor valor es el conocimiento.
A nivel planetario, la lucha entre socialismo y capitalismo está centrada en el contenido de las reglas de funcionamiento del mercado global, a través de los organismos multilaterales, y en la competitividad de las infraestructuras de transporte que facilite integrar al mercado global a la mayor parte de la población del planeta, asegurando un comercio que habilite la resolución de las necesidades básicas de los habitantes.
Algunos hechos de dos experiencias “socialistas”
En el último siglo y medio se desarrollaron diversas experiencias calificadas como “socialistas”, entre las cuales se destacan el “socialismo real” en Rusia y el “socialismo de mercado” en China.
Evitando entrar en la lógica de Occidente, del “sujeto omitido” que predomina en la crítica occidental, tal como lo describe Deagosto, y teniendo como contexto lo rescatado de Marx, se jerarquizarán y analizarán alguno hechos de esas experiencias “socialistas”, con unas pocas referencias a Lenin, Luxemburgo y Gramsci en la Revolución rusa, y a Mao y Xiaoping en la Revolución china.
La Revolución rusa
Fue el primer gran intento de crear una sociedad socialista como transición al comunismo, con una férrea conducción del Partido Comunista (PCUS) liderado por los bolcheviques.
Una vez instalados en el gobierno, los revolucionarios rusos, e internacionalistas europeos como Rosa Luxemburgo y Antonio Gramsci, en un marco internacional y nacional muy desfavorable, tuvieron que afrontar el desafío de organizar social y económicamente el heredado imperio zarista.
Luxemburgo debatió con Lenin y Gramsci sobre la vigencia de El capital en la fase socialista, en particular que esa vigencia no podía ser evitada por la dictadura del proletariado. Gramsci fue transparente cuando en La revoluzione contro il Capitale (1917) afirmaba que la rusa era “una revolución contra El capital de Karl Marx”, y que “El capital de Marx era en Rusia más el libro de los burgueses que el de los proletarios”.
No obstante, en los pocos años que Lenin acompañó la construcción de la Unión Soviética intentó abrir la economía al mercado global y llevar adelante una Nueva Economía Política, que definía como un «capitalismo de Estado». En el PCUS predominó una visión idealista, llevada luego de la muerte de Lenin a su mayor extremo por Stalin, siendo Gramsci uno de sus ideólogos.
El aislamiento del mercado global de la URSS por parte de Occidente llevó posiblemente a “profundizar la revolución” incorporando principios de la fase comunista, pero lo más relevante es que el PCUS fracasó en igualar y superar a Occidente en el desarrollo de las fuerzas productivas. Eric Hobsbawm, en La historia del siglo XX, lo expresa así: “Cuando Lenin, siempre realista, estuvo dispuesto, y hasta ansioso, para hacer las mayores concesiones imaginables a los inversores extranjeros a cambio de su contribución al desarrollo económico de Rusia, se encontró con que nadie aceptaba su oferta. Así pues, la joven URSS se vio obligada a emprender un desarrollo autárquico, prácticamente aislada del resto de la economía mundial”.
La Revolución china
En la primera década de construcción de la República Popular China existieron diversas contradicciones, al no disponer de claridad en la conducción económica, que tuvo su corolario en el Gran Salto Adelante (GSA). Si bien, a diferencia de Rusia, no se generaron fuertes contradicciones entre el proletariado urbano y el campesinado, que era la amplia mayoría de los trabajadores, China sufrió un preocupante estancamiento económico y hambruna.
Formalmente el GSA duró menos de tres años, pero su evaluación llevó a fuertes enfrentamientos a nivel del Comité Central del PCCh. En enero de 1962, el partido realizó en Beijing la conferencia ampliada más grande de su historia, con la participación de 7.000 cuadros, en la que Liu Shaoqi, presidente de la República Popular China, redactó junto a Deng Xiaoping, secretario general del PCCh, el documento autocrítico que abrió el encuentro. La declaración final, que redactó Liu Shaoqi, apoyado por el primer ministro Zhou Enlai, Mao la revisó varias veces para matizar una autocrítica, que Liu resumió de manera clara: “Si nosotros nos rehusamos fundamentalmente a reconocer que hemos tenido errores y deficiencias, o alegamos que eso fueron cosas menores y tratamos de golpear alrededor de la maleza y ocultar las cosas, y no reconocemos de manera práctica, realista y completa nuestras deficiencias pasadas, entonces no podremos hacer la síntesis de la experiencia, ni tampoco convertir lo malo en bueno”.
Durante la conferencia ampliada Mao realizó una apuesta al futuro: “Construir una economía capitalista grande y poderosa tomó de 300 a 400 años; ¿qué habría de malo en construir una economía socialista grande y poderosa en nuestro país en los próximos 50 o 100 años?”.
Pocos meses después Liu Shaoqi, Deng Xiaoping y Zhou Enlai presentaron a Mao el plan de acciones que había convenido el núcleo de liderazgo del PCCh. En apariencia Mao estuvo de acuerdo, pero en julio de ese año expresó a Liu su enojo porque no se había corregido la parte negativa del documento referida al balance autocrítico.
Luego de la conferencia ampliada de Beijing, durante los siguientes 14 años, en el PCCh se desarrollan enfrentamientos entre dos tendencias: la liderada por Deng Xiaoping y la liderada por la esposa de Mao. Rescataremos algunos hechos que permiten visualizar la continuidad de la estrategia del PCCh, con sus avances y retrocesos, y los equilibrios realizados por Mao, que era reconocido por todos como el conductor de la Revolución y a su vez aseguraba la unidad del partido.
El resurgimiento de la economía china significó que en muy pocas décadas cientos de millones de personas se integraron al mercado global, con lo que ese país se transformó en un factor clave del desarrollo social y económico del planeta.
En 1966, en el inicio de la revolución cultural, con el protagonismo del Grupo de los Cuatro, liderado por la esposa de Mao, fueron desplazados Liu Shaoqi y Deng Xiaoping y sometidos a humillantes autocríticas. Liu expulsado del partido y, preso, fallece en 1969. Deng fue enviado a un exilio interno, pero a instancias de Mao no se lo expulsó del partido.
Los años duros de la revolución cultural, principalmente la actividad de los Guardias Rojos, tuvo un significativo vuelco cuando Mao, a mediados de 1968, los desautorizó por sus acciones y restauró el rol de los soldados.
En 1969, durante el IX congreso del PCCh, se dio relevancia a los temas internacionales, dado el riesgo de que China tuviera que sostener conflictos militares en dos frentes: con Estados Unidos en la frontera con Vietnam, y con la Unión Soviética en la frontera con Mongolia Exterior. Atento a este análisis, Mao, bajo la coordinación de Zhou Enlai, convocó, para que estudiaran la situación mundial, a cuatro exmariscales, que dos años antes habían integrado la contracorriente revolucionaria de febrero, en oposición a la revolución cultural. En mayo, el grupo de mariscales entregó un informe en el que se resaltaba la importancia de que China retrasara cualquier enfrentamiento con las dos potencias rivales hasta que hubiera fortalecido sus posiciones económica, militar, política y diplomática. Se agregó al informe escrito un comentario verbal, que se le hizo a Zhou, en el sentido de que sería necesario intentar una reunión a nivel ministerial con Estados Unidos.
En paralelo a esos acontecimientos, Estados Unidos inició el acercamiento con la República Popular China. A mediados de 1969 el presidente Richard Nixon anuncia la denominada doctrina Guam, que en lo básico consistía en la renuncia de su gobierno a volver a intervenir militarmente en Asia Sudoriental para apoyar regímenes en peligro de caer en manos de grupos comunistas.
A fines de 1969 Mao pone énfasis en que la situación mundial era más propicia para la revolución que para la guerra, lo cual quería decir que China tenía mayor campo de acción política que militar para lidiar con el “imperialismo yanqui y el social imperialismo soviético”.
En 1971 se inicia entre Zhou y Kissinger el diálogo diplomático entre China y Estados Unidos. El presidente Nixon reveló a mediados de 1971 que el siguiente año, en una fecha temprana, visitaría la República Popular China. Por su parte, el secretario de Estado William Rogers señalaría poco después y de manera pública que su país ya no se opondría al ingreso de China Popular a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pero que defendería el derecho de Taiwán de permanecer en esa organización.
El 25 de octubre de 1971 la Asamblea General ordinaria de la ONU aprobó por 76 votos a favor, 25 en contra y 17 abstenciones que se admitiera a la República Popular como la legítima y única representante de China en la organización, y la consecuente expulsión de Taiwán de esta.
En febrero de 1972, luego de las complejas negociaciones, se produce el encuentro de Mao y Nixon.
En 1973 Deng Xiaoping es rehabilitado, y también se inicia un proceso de desmantelar el culto a la personalidad de Mao desarrollado en la última década.
En definitiva, a pesar del entorno de la revolución cultural, entre 1969 y 1974, se impusieron los aspectos estratégicos de las posturas de Liu Shaoqi, Deng Xiaoping, Zhou Enlai, y de los exmariscales críticos con la revolución cultural, defendidos en el interior del PCCh, iniciándose de esa forma el proceso de apertura al mundo.
Previo a su muerte, en setiembre de 1976, Mao no participa en febrero de las exequias oficiales de Zhou Enlai, y en abril vuelve a separar a Deng del gobierno, sin expulsarlo del partido, y le asegura una residencia secreta, situada en Beijing, para evitar que el ala radical de la Banda de los Cuatro manipulara a grupos de gente para humillar públicamente a Deng, como lo habían hecho en 1966.
Un mes después de la muerte de Mao, su sucesor arrestó a los dirigentes de la Banda de los Cuatro, dando rápidamente señales de cuál era, desde 1960, la corriente mayoritaria del PCCh. Se consolidó así la conducción de Deng Xiaoping, quien expresaba en su programa que el proletariado era quien mejor debía atender el “desarrollo de las fuerzas productivas”. El programa de modernización, en 1977, Deng Xiaoping lo describe así: “La clave para alcanzar la modernidad es el desarrollo de la ciencia y la tecnología [...] Las discusiones vacías no llevarán nuestro programa de modernización a ninguna parte; debemos tener los conocimientos y el personal especializado necesarios. [...] Ahora parece que China lleva 20 años de retraso con respecto a los países desarrollados en ciencia, tecnología y educación [...] Ya desde la restauración Meiji los japoneses realizaron grandes inversiones en ciencia, tecnología y educación. La restauración Meiji fue una especie de impulso modernizador llevado a cabo por la burguesía japonesa. Como proletarios debemos, y podemos, hacerlo mejor” (extraído de Hobsbawm, La historia del siglo XX).
Con los planes liderados por Deng Xiaoping, la República Popular China siguió los conceptos establecidos por Marx respecto de cómo desarrollar el modo de producción socialista, compitiendo con el capitalismo durante la etapa de transición al comunismo. Priorizó el desarrollo de las fuerzas productivas, primero en la producción de manufacturas, y actualmente en ciencia, tecnología e innovación, luego de que su temprana inversión en la calificación de los recursos humanos comenzó a dar sus frutos.
Conclusiones
Las diferencias ideológicas entre el PCUS y el PCCh se pueden caracterizar contrastando lo expresado por Gramsci: “La revolución de los bolcheviques está armada de ideología más que de hechos”, y lo formulado por Mao: “La realidad material es el único criterio de verdad”.
Posiblemente, a comienzos del siglo XX, el capitalismo liderado por Reino Unido no estaba suficientemente desarrollado como para demandar la incorporación del territorio zarista al mercado global, menos aún ya transformado en la Unión Soviética.
Mientras tanto, 50 años después, consolidada la supremacía de Estados Unidos, con la expansión de empresas transnacionales en la búsqueda de nuevos mercados, al capitalismo, para mantener su crecimiento, le fue imprescindible estimular la incorporación de China al mercado global.
Después de dos siglos, que incluyen el siglo de la humillación, el resurgimiento de la economía china significó que en muy pocas décadas cientos de millones de personas se integraron al mercado global, con lo que ese país se transformó en un factor clave del desarrollo social y económico del planeta.
En las futuras décadas, posiblemente en forma aún más acelerada, además de completarse la participación de los 1.400 millones de habitantes de China, será un gran desafío la integración al mercado global de las poblaciones de India, África, Medio Oriente y América Latina, donde los modos de producción en disputa, dejando atrás el colonialismo y el imperialismo, competirán en el desarrollo de las fuerzas productivas, bajo los principios de la paz y la libre autodeterminación de los pueblos.
José Luis Genta integró los Grupos de Acción Unificadora, participa desde su fundación en el Frente Amplio, fue preso político entre 1973 y 1979, y exiliado en España y Nicaragua entre 1979 y 1985, e integra la Vertiente Artiguista.