Durante años, el refugio Manuel Vicente Pagola ofició de “hogar” para diversos colectivos. Allí no sólo encontraban soportes básicos, como techo y alimento, sino que también fomentaban su autonomía y promovieron su identidad.
El 26 de abril, el cambio de rumbo de las políticas hacia las personas en situación de calle afectó de forma directa tanto a los usuarios como a los trabajadores. Cada equipo tendrá a cargo no sólo un centro, sino que debe atender a tres simultáneamente, un cambio que, obviamente, afecta la calidad de la atención. Ahora el centro funciona de 18.00 a 9.00.
Aquí comenzó la odisea de aquellos que, por diversas trayectorias, se encuentran hoy en situación de calle. Distintas historias, que he tenido el honor de escuchar, cada uno luchando con sus demonios y recibiendo el rechazo de los vecinos.
La aporofobia no tardó en llegar al barrio: vecinos se han juntado para recolectar firmas con el fin de erradicar a las personas en situación de calle, argumentando que molestaba que personas que no “pertenecían” al barrio arruinaran su “belleza”. Tomando fotografías a escondidas, mostrando el repudio, desde las sombras pedían el exilio del refugio.
Diversas autoridades se han hecho presentes, como la actual alcaldesa del Municipio CH, Matilde Antía, acompañada por personal del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), quienes después del acto de presencia, brillaron por su ausencia.
Un conjunto de varones, de diversas edades, esperan largas horas para entrar al refugio, para poder combatir el frío. Tantas historias, tantas violencias institucionales recibidas, que naturalizan el desprecio de los propios vecinos. Les llama la atención que alguien pueda prestar un oído, que se interese por su vida, porque claro, es más sencillo culpar a los “pobres” por su situación, pero nada decimos de la ausencia estatal ni y de cómo nosotros como sociedad debemos indignarnos.
No podemos ser indiferentes. Seamos empáticos, y dejemos de naturalizar la situación de calle. Nadie está libre de correr con la misma suerte.
Dejemos de estigmatizar a las personas en situación de calle. Nadie desea vivir en la calle, pero claramente las soluciones que actualmente se brindan desde el Estado, lejos de verlos como sujetos de derecho, los revictimizan.
Adicciones, enfermedades mentales, abusos, son moneda corriente en la vida de las personas en situación de calle, pero ¿qué respuesta brinda el Estado? ¿En quién pueden confiar? Muchas veces la propia desesperación de no pasar una noche a la intemperie, lejos de ser una convivencia idílica, lleva a diversos enfrentamientos y disputas que alimentan el rechazo de los vecinos, quienes están lejos de entender lo duro que es pasar una noche con un “colchón” de cartón y unos pocos diarios. Incluso los propios efectivos policiales, al hacerse presentes, siguen ejerciendo violencia institucional.
Atónita escuché las opciones que plantean los propios efectivos, quienes, sin parpadear, respondieron que esas personas tienen dos posibilidades: “terminan presos o muertos”. Y esta última era, para los efectivos, la mejor opción.
Alcemos la voz. No podemos ser indiferentes. Seamos empáticos y dejemos de naturalizar la situación de calle. Nadie está libre de correr con la misma suerte.
Seamos el cambio que se necesita. Utilicemos el mismo tiempo que se tomaron muchos de los vecinos de Pocitos para erradicar el refugio, para defender a quienes no son escuchados.
Cecilia Nodar es estudiante de Trabajo Social y vecina del refugio.