El 21 de setiembre de 1991, en plena vigencia de la Unión Soviética, Armenia convocó a un referéndum histórico para consultar al pueblo su decisión sobre la independencia. Uno de los pueblos más antiguos del mundo, varias veces milenario, respondía así con un acto de ejercicio democrático al desafío de ser libre y, sobre la base y con el peso de muchos siglos, encaraba la construcción de un país moderno. En menos de un décimo del territorio histórico que alcanzara su apogeo en el siglo V, Armenia se transformó en República.

Comenzó así la epopeya de depositar en uno de los pueblos más antiguos del mundo la responsabilidad de crear un estado moderno. A tres décadas de aquella jornada épica, el proceso no ha concluido. En 70 años, el esquema soviético había establecido las estructuras básicas. La dependencia de un poder centralizado y moderador debía ser reemplazado por un gobierno local y nacional.

La historia de Armenia es el devenir de sus vicisitudes. Es un ejemplo válido de matices entre los conceptos de pueblo, nación, país y estado. Los orígenes indoeuropeos definen su componente étnico y lingüístico. Los rasgos comunes de identidad individualizan a la nación. El país es su ámbito geográfico arraigado en el tiempo. El estado es la versión organizada de los elementos anteriores.

La vecindad y el intercambio en tiempos remotos con culturas preponderantes de la Antigüedad, como las de Asia Menor, Mesopotamia y Persia, determinaron el contacto estrecho con los albores de la civilización. El pasado grecorromano instauró en el país las virtudes de lo más avanzado del mundo antiguo, que abrió el camino a la integración de Armenia en los rumbos europeos.

La evangelización de Armenia comenzó en el siglo I con los apóstoles San Judas Tadeo y San Bartolomé. El proceso de implantación de la nueva fe no fue fácil ni inmediato: culminó en el año 301, cuando, merced a la predicación de San Gregorio el Iluminador, Armenia fue el primer país en adoptar el cristianismo como religión nacional. El alfabeto armenio, que hoy es de uso oficial en Armenia y Artsaj, y se enseña en la diáspora, fue creado en 406 para traducir la Biblia y la liturgia, elementos que se fusionaron con la identidad étnica y cultural.

En más de tres milenios de existencia, los períodos de independencia fueron mucho más breves que los de diversas dominaciones. La cohesión de la identidad nacional preservó la existencia de la armenidad, que mantuvo sus rasgos étnicos, culturales, espirituales y lingüísticos a pesar de las persecuciones y aun luego de sufrir entre 1915 y 1923 más de un millón y medio de víctimas, durante el primer genocidio del siglo XX, planificado y ejecutado por el Imperio Otomano contra la Nación Armenia.

Luego de una breve independencia entre 1918 y 1920, Armenia fue sovietizada. Después de casi 70 años de régimen de partido único y economía centralizada socialista, la república emancipada hace 30 años recuperó los emblemas y la mística de aquel estado efímero. La bandera tricolor, el escudo nacional y el himno fueron restituidos como símbolos nacionales.

La soberanía creó las condiciones necesarias para el ejercicio pleno de los derechos ciudadanos. Se instauró el voto universal y el pluripartidismo, cesó la propaganda ideológica y el adoctrinamiento educativo, se consagró la libertad de expresión y se dividieron los tres poderes del Estado. Hasta 2018, el Poder Ejecutivo fue semipresidencialista. Desde ese año rige un sistema parlamentario de gobierno.

La división administrativa de la época soviética fue reagrupada en diez provincias, además de Ereván, capital del estado, que constituye una unidad autónoma. Armenia se halla en el Cáucaso Sur, que siempre ha sido una zona conflictiva, un paso obligado de invasiones y conquistadores y, más actualmente, una región geopolíticamente complicada. Desde hace casi 30 años, Azerbaiyán y Turquía ejercen un bloqueo inhumano contra Armenia, ahogando sus posibilidades de libre comunicación con el mundo y el desarrollo del comercio exterior, ya que el país no tiene salida al mar.

Con tres millones de habitantes, la República de Armenia alberga sólo a menos de un tercio de la nación, dispersa por el mundo en los cinco continentes. Tres décadas de soberanía han servido al fortalecimiento de los lazos y a la interacción con las comunidades de la diáspora, comprometidas con el estado renacido y cimientos sólidos de la relación bilateral con numerosos países amigos.

En el 30° aniversario de la joven independencia de uno de los pueblos más antiguos del mundo, Armenia se presenta como un oasis democrático en circunstancias particularmente desventajosas desde el punto de vista geopolítico, pero con la aureola de prestigio que le significa su profundo respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales, su inserción definitiva en la comunidad internacional y la plena vigencia del estado de derecho.

Ciudadanos de los más diversos países que comparten el mismo origen armenio se destacan en las más variadas profesiones y especialidades y constituyen verdaderos puentes de hermandad y confianza entre Armenia y el mundo. Las iniciativas y adhesiones de la República de Armenia en el campo de desarrollo de la humanidad le garantizan el respeto y la consideración que van más allá de su potencial político y económico.

Su alto índice de desarrollo humano, el avance de las tecnologías informáticas, la alta calificación de sus casas de estudios superiores y universitarios y un culto irrenunciable por las expresiones más genuinas de la cultura y el arte despiertan el respeto y la admiración por el hecho de constituir una demostración de que, aun en circunstancias difíciles, las genialidades de los pueblos afloran y fertilizan proyectos y planes que avizoran un futuro de paz, bienestar y grandeza.

Las tradicionales, sinceras y amistosas relaciones armenio-uruguayas se han visto recientemente fortalecidas con la visita del canciller Francisco Bustillo a Ereván, donde una vez más recibió el tradicional afecto que las autoridades y el pueblo de Armenia exteriorizan siempre hacia Uruguay. Mantuvo con la dirigencia local conversaciones en el más alto nivel sobre temas que están llamados a iniciar una nueva etapa en el estrechamiento de la relación bilateral y la presencia diplomática recíproca de ambas naciones.

Alicia Aprahamian Kelek es cónsul honoraria de la República de Armenia en Uruguay.