Luego de dos años y un mes de declarada la emergencia sanitaria por el ingreso del SARS- CoV-2 en nuestro país, el Poder Ejecutivo la ha dejado sin efecto. Ello no significa que la pandemia haya terminado ni que no perduren sus impactos sanitarios y socioeconómicos. La decisión gubernamental brinda una oportunidad para sistematizar una evaluación; en ese sentido, aquí van algunos apuntes al respecto.

1) De modo esquemático, la emergencia sanitaria puede ser subdividida temporalmente en cuatro períodos: a) el año 2020, a partir del primer diagnóstico de SARS-CoV-2; b) el primer semestre de 2021; c) el segundo semestre de 2021 y d) los primeros meses de 2022 hasta la fecha. Cada uno de ellos tuvo características epidemiológicas particulares respecto de circulación viral y tasas de contagio diario, morbilidad y mortalidad.

2) Aunque sería largo enumerarlas, las consecuencias sociales y económicas de la pandemia son evidentes y se han observado a lo largo de todo el planeta. Algunas eran ineludibles, pero la mayor o menor gravedad de otras debe relacionarse inevitablemente con medidas amortiguadoras adoptadas o no por los respectivos gobiernos. En nuestro país durante 2020 el producto interno bruto (PIB) cayó 6%, la pobreza aumentó en 100.000 personas, la desocupación ascendió a 11,2% y hubo una pérdida sostenida del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones. Si bien durante 2021 el PIB se ha recuperado a niveles prepandemia, el poder adquisitivo siguió disminuyendo y la pobreza continúa igualmente incrementada.

3) Desde el punto de vista sanitario, lo actuado durante el primer período puede globalmente evaluarse como positivo. A nuestro entender, confluyeron para ello, entre otros factores, el liderazgo del Poder Ejecutivo, sustentado en un asesoramiento científico pertinente proveniente del denominado Grupo Asesor Científico Honorario (GACH); la infraestructura sanitaria y científica heredada, que posibilitó gobernanza y respuestas eficaces en varios planos; y el activo involucramiento ciudadano, observado desde el primer día. Caracteriza el período los brotes epidémicos, la no existencia de vacunas, 19.400 diagnosticados como positivos durante el período y 181 fallecidos.

La finalización administrativa de la emergencia sanitaria pone un límite formal a un tiempo complejo y doloroso para todos caracterizado, según los períodos, tanto por aciertos como por desaciertos en el manejo sanitario.

4) Durante el segundo período surgieron divergencias relevantes entre la prospectiva científico-sanitaria aportada por el GACH y las decisiones gubernamentales. Es evidente que para el gobierno el inicio del plan de vacunación en marzo generó una excesiva y cortoplacista expectativa, máxime considerando que se utilizarían vacunas con eficacia inmunógena intermedia. Eso llevó a que ni en abril ni en mayo se adoptaran las medidas compactadas temporalmente recomendadas desde el GACH. Esto tuvo como resultado inmediato una mayor circulación comunitaria del virus, con incrementos relevantes en los contagios, los casos graves y la subsecuente mortalidad. Como se dijo en su momento, la vacuna finalmente le ganaría al virus, pero en el medio se tenía que actuar para no tener muertes prevenibles. Las consecuencias de la inacción no deberían ser obviadas en cualquier evaluación. En el período se pasó a la fase de transmisión viral comunitaria, inició la vacunación, que sobre el final alcanzó 40% de personas con doble dosis, los diagnósticos positivos fueron 350.000 y los fallecidos, 5.411.

5) A partir de julio, el tercer período y con el GACH disuelto, la inmunidad obtenida tras la exitosa campaña de vacunación –así como la derivada del propio contacto directo con el virus– permitió ir controlando la epidemia. El refuerzo con la otra variante de vacuna estabilizó el proceso hasta fin de año. Se mantuvo la transmisión comunitaria, la tasa de vacunación con doble dosis creció paulatinamente hasta 70%, hubo 44.000 nuevos positivos y 578 fallecidos.

6) El ingreso de la cepa ómicron abrió un cuarto período, caracterizado por una muy alta morbilidad, pero asociado con baja virulencia y mortalidad. Esto incrementó la inmunidad colectiva, lo que fue derivando en la situación actual, en que la enfermedad tiene características prácticamente de endémica, similar a otras virosis conocidas. Persiste la transmisión comunitaria, el total de los vacunados con doble dosis alcanza 80%; hubo 475.000 nuevos positivos y 1.000 fallecidos.

7) En resumen, la finalización administrativa de la emergencia sanitaria pone un límite formal a un tiempo complejo y doloroso para todos caracterizado, según los períodos, tanto por aciertos como por desaciertos en el manejo sanitario de la conducción gubernamental. Por su parte, muchas de las consecuencias sociales y económicas derivadas de la pandemia siguen presentes y sobre ellas se debería, al tiempo de ser reconocidas, poner foco en esta fase de “posemergencia”.

Edgardo Rubianes es doctor en Biología y fue presidente de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación.