Con el comienzo de la pandemia en 2020, vimos en Montevideo un crecimiento exponencial de ollas populares a lo largo y ancho del departamento de Montevideo y del interior del país. El gobierno entrante no supo amortiguar los efectos que tuvo la pandemia en la economía de las y los uruguayos, a tal punto que no supo cubrir un derecho tan básico y fundamental como es la alimentación. Frente a esto, cientos de personas nos organizamos en los diferentes territorios para estar donde el gobierno no llegaba. En ese comienzo, incluso el presidente de la República nos llamó “héroes”, siendo nuestra labor voluntaria lo que hacía posible la alimentación de miles de uruguayas y uruguayos.

Lejos estamos hoy, más de dos años después y con la pandemia oficialmente terminada, de poder retirarnos de los territorios. Es indiscutible para las personas que integramos las ollas populares que se despliegan en todo el territorio de Montevideo, la zona metropolitana y los departamentos del interior del país que en Uruguay hay hambre. Para respaldar nuestras afirmaciones, en agosto del presente año, las compañeras de solidaridad.uy presentaron su informe anual 2021-2022 sobre el trabajo (también voluntario) que realiza, a la par de las ollas, de relevamiento de datos y sistematización. De este trabajo surge que las porciones en ollas y merenderos que se sirven mensualmente son 1.246.600 y las horas voluntarias semanales ascienden a 60.400. En términos económicos, el Estado ahorra, a costa de la solidaridad del pueblo uruguayo, 93 millones de pesos.

El proceso de sostener en el tiempo las ollas y los merenderos no es fácil. Venimos denunciando desde hace dos años no sólo que en Uruguay existe inseguridad alimentaria sino también que nos hemos convertido en un país más desigual, donde un número pequeño de personas aumenta sus ganancias y el ingreso de los hogares de la mayoría cae mes a mes. Actualmente, para el gobierno, estamos lejos de ser “héroes”; nuestra autonomía les incomoda, la denuncia de la situación actual les incomoda. Ante la pregunta del ministro de Desarrollo Social, Martín Lema: “¿es tan complicado decir dónde están y cómo funcionan para mantener el apoyo?”, me pregunto si ante el país de las maravillas que nos venden, es tan complicado crear políticas públicas que atiendan a cubrir el derecho básico de la alimentación. ¿Cómo es posible que en un país que produce alimentos para 30 millones de personas exista inseguridad alimentaria? ¿Cómo es posible que un gobierno que se jacta del ahorro y de la baja del déficit fiscal no sea capaz de llegar a los territorios donde las personas trabajan horas y horas de manera voluntaria para conseguir insumos y sacar la olla? ¿Al gobierno no le parece prioridad atender la inseguridad alimentaria que hace más de dos años existe en nuestro país?

Nos preocupa cada vez más el desconocimiento del actual gobierno sobre la situación que transitamos en las ollas y merenderos, un desconocimiento que parte del desinterés, ya que nuestros datos son públicos e incluso la prensa les dio más trascendencia en su análisis y lectura que el propio gobierno. Aun así, cada actor que públicamente se pronuncia demuestra más desconocimiento que el anterior, a tal punto que la vicepresidenta Beatriz Argimón nos pide transparencia. ¿Sabrá ella que cocinamos con lo justo pero muchas veces no con lo necesario? ¿Que cada 12 pesos que aporta el Ministerio de Desarrollo Social la solidaridad del pueblo uruguayo pone más de 50? Esto (vale la aclaración) sólo en el plato de comida, sin sumarle las horas voluntarias, la luz, el agua y otros insumos.

Nos preocupa cada vez más el desconocimiento del actual gobierno sobre la situación que transitamos en las ollas y merenderos, un desconocimiento que parte del desinterés.

Ante este marco de inseguridad alimentaria, ¿siquiera contemplan la carencia de derechos, también fundamentales para tener una vida digna como lo son el trabajo, la vivienda, la educación, la salud?

Hasta hoy, la preocupación más grande del gobierno en torno a las ollas populares es callarnos, desarticularnos, amedrentarnos e invisibilizarnos, dando a entender incluso que si no cooperamos cortarán insumos que de por sí son insuficientes, como una especie de amenaza en la lógica patrón/empleado. En su afán de no hacerse cargo de esta situación actual dan a entender que estamos bajo el halo de la actividad solidaria porque queremos y el Estado simplemente tiene un rol generoso de ayudar con insumos, y en esta confusión por parte de nuestros gobernantes es que elijo centrarme: estamos y seguimos porque del otro lado lo que hay es un Estado ausente.

Cuando nuevamente no estemos en la agenda pública, seremos las mismas personas en las mismas ollas y merenderos, las mismas vecinas y vecinos quienes sigamos poniendo el cuerpo para sacar la olla, buscando alternativas para trascender el plato de comida, acercando la cultura y construyendo comunidades solidarias.

Carla Maciel es integrante de la olla Palermo.