La discusión sobre la transformación educativa es compleja. Por un lado, implica múltiples niveles de análisis: desde evaluar la evidencia empírica a debatir filosóficamente los objetivos de la educación. Por el otro, es un tema difícil, complicado y enmarañado, que mueve afectos y sensibilidades. No sorprende que –tanto en instancias profesionales como en medios de comunicación y redes sociales– las discusiones se estanquen o degeneren rápidamente.
Para aportar a la clarificación y complejización de la discusión, en este texto se analizan los documentos oficiales de la transformación curricular publicados por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) –el Marco Curricular, las Progresiones de Aprendizaje y el Plan de Educación Básica Integral– comparando su vocabulario con el de dos documentos publicados por las asambleas técnico docentes (ATD) de la Dirección General de Educación Inicial y Primaria (DGEIP) y de la Dirección General de Educación Secundaria (DGES). Más que argumentar sobre un punto de vista, se invita a reflexionar, explicando de manera llana la metodología, presentando los resultados y poniendo a disposición los materiales y datos.
Se abordan las siguientes preguntas generales: ¿Cuál es el vocabulario de la transformación curricular? ¿Qué características tiene el lenguaje utilizado al respecto de la afectividad y el vocabulario emocional? Poniendo el foco en un concepto teóricamente interesante, se explora la frecuencia y el contexto de uso del término “Habilidad”. Los análisis se hicieron en RStudio y LIWC-22.
Contar y clasificar palabras
El enfoque es muy sencillo: cada texto se entiende como un conjunto de palabras que pueden contarse y clasificarse automáticamente. Aunque esta simplificación no hace justicia a la complejidad del lenguaje, permite observar generalidades o detalles difíciles de captar cuando se lee naturalmente. ¿Qué palabras aparecen mucho o sorprendentemente poco? ¿Cuáles tienden a aparecer en la misma línea? ¿Cómo es el vocabulario utilizado? La relación del lenguaje con la experiencia es tan estrecha que incluso un método tan crudo permite captar dinámicas psicológicas y sociales interesantes.
Algunas de las observaciones son obvias: no sorprende que “educación” sea la palabra más frecuente en los documentos de ANEP y ATD (443 y 463 veces). A un nivel mayor de detalle, nos puede interesar saber qué otras palabras son frecuentes: ¿cuál es el vocabulario presente y ausente? El paradigma de interpretación dominante en el análisis psicológico de textos es el de las “palabras como atención”: el vocabulario ofrece una ventana a la forma en que se atiende a un determinado fenómeno. ¿En qué se está (o no) poniendo el foco atencional en el discurso de las autoridades? En la imagen 1 puede verse el vocabulario más común en los documentos de la ANEP (izquierda) y las palabras que son frecuentes en los documentos de ANEP pero no en los de ATD y viceversa (derecha).
Además de ver el vocabulario, podemos agrupar las palabras utilizando “diccionarios”, listas de miles de palabras clasificadas en categorías o puntuadas en dimensiones que permiten asignar valores numéricos a los textos. Por ejemplo, podemos calcular qué porcentaje de las palabras de un texto pertenecen a cierta categoría: en los documentos de ANEP el 2,3% de las palabras pertenece a la categoría Emociones Positivas del diccionario LIWC-2007, y solo el 0,4% a Emociones Negativas; en los de ATD son el 1,6% y el 0,8%, respectivamente. Tanto cuantitativa como cualitativamente parece haber una serie de asuntos negativos que son muy salientes para los/as docentes pero en los que las autoridades no ponen el foco.
Una forma un poco más refinada de representar la afectividad de los textos es puntuar sus palabras en dos dimensiones afectivas básicas: la valencia (muy desagradable a muy agradable) y el Arousal (muy bajo a muy alto nivel de activación). El diccionario EmoPro permite hacer esto para palabras típicamente emocionales (como “respeto”, “interés” y “curiosidad”). Aunque estas palabras representan un porcentaje bajo del texto, son muy ilustrativas en cuanto a su afectividad. En la imagen 2 pueden compararse los documentos de ANEP y ATD. Se observa que los documentos de ANEP tienen una preponderancia muy clara de términos con valencia agradable. En términos cualitativos es interesante observar cuáles son estas palabras y considerar con qué connotaciones se utilizan en cada discurso.
Palabras con significados difusos: el caso de “habilidades”
Una de las dificultades de la discusión educativa es que se utilizan palabras vagas, ambiguas y difíciles de definir. ¿Con cuántos términos nos sucede que “si nadie pregunta lo sé, pero si quiero explicarlo a quien pregunta no lo sé”? Un caso particular es el uso habitual de “términos paraguas” que agrupan una variopinta variedad de fenómenos y que, generalmente, no son definidos de manera explícita sino a través de ejemplos.
La palabra “Habilidad”, central en el vocabulario de las competencias (mencionada 52 veces en los documentos de ANEP), es un ejemplo de ello. Esta palabra –generalmente la traducción del inglés “skill”– ha sufrido a lo largo de las décadas una ampliación de su significado, dejando de referirse a un saber hacer concreto (muchas veces relacionado con lo manual) para pasar a incluir a todo un abanico de cualidades humanas –que van desde destrezas técnicas hasta actitudes y rasgos de personalidad (como la honestidad, la autoestima y la responsabilidad).
En los documentos de la ANEP, un indicador de este uso difuso del término puede leerse en que la inmensa mayoría de las veces se utiliza en plural: aparece 49 veces en plural y solo tres en singular. No se habla tanto de esta o aquella habilidad específica, sino de un conjunto de habilidades.
Para tener una idea más precisa de la forma en que este término es utilizado, podemos extraer los términos que más frecuentemente aparecen inmediatamente después, y calcular la correlación con otras palabras, explorando cuáles son las palabras que más frecuentemente aparecen en la misma línea. Así, vemos que muchas veces se utiliza en el contexto de enumeraciones generales (“habilidades, estrategias, conocimientos, actitudes”). También que cuando se usa propiamente, es para hacer referencia tanto a habilidades cognitivas y motrices como a “habilidades blandas” como las habilidades sociales y comunicacionales.
Esto no es necesariamente un problema. A veces necesitamos términos difusos para hablar sobre algo que intuimos aunque no podamos definir con precisión. Sin embargo, es fundamental ser conscientes de estas dificultades del lenguaje: hay una diferencia muy significativa entre, por ejemplo, estimular un saber hacer y modificar actitudes y rasgos.
Nigel Manchini es profesor de Filosofía y magíster en Neuropsicología y Educación