Con el triunfo del primer gobierno de izquierda en Colombia, las actitudes cínicas se han aliado con el racismo, el clasismo, el sexismo y otras formas de discurso intolerante en el país. Si bien era de esperarse que la desconfianza y el cinismo se exacerbaran en los sectores de derecha, dicha cooperación entre el discurso cínico y el discriminatorio es un fenómeno nuevo y alarmante. Y esta alianza se observa con especial ahínco en las respuestas de periodistas, personalidades públicas o ciudadanos en general a los discursos y actuaciones de la vicepresidenta Francia Márquez (mujer afrocolombiana, lideresa social, activista del medio ambiente, feminista y defensora de los derechos humanos) en medios masivos y redes sociales.
El cinismo contemporáneo es, sin duda, un fenómeno polifacético y difícil de comprender. En los años ochenta el término se empezó a usar, sobre todo en Estados Unidos, para designar una especie de pesimismo endémico fundado en la constatación decepcionante, por parte de la ciudadanía, de que el debate político y las instituciones estatales se habían convertido en el escenario de disputas entre intereses personales o de grupos económicos para el beneficio de los ricos urbanos y a expensas de los pobres.
En aquel momento, esta actitud cínica fue considerada como una marca de inteligencia, sana desconfianza y sofisticada frialdad; una señal de que uno no puede ser embaucado sin más. Durante los noventa, el cinismo se extendió a todos los ámbitos de la vida social y se convirtió en la convicción generalizada (tal vez a causa de la lógica capitalista) de que las únicas fuentes de motivación humana son los intereses económicos. Así, el sofisticado realismo de unos pocos, la sana decepción que daba lugar a una visión crítica de la actividad política, se transformó en una actitud de total desconfianza en las intenciones de las personas.
Desde comienzos del siglo XXI, este nuevo cinismo se empezó a autoproclamar como una especie de “realismo político”, es decir, como una visión clara del mundo como es. Pero, a pesar de que esta autodefinición parece inofensiva, el cinismo es el mejor caldo de cultivo para el extremismo político tanto de derecha como de izquierda. Y esto es evidente en la esfera pública colombiana mediante el apoyo a actitudes de intolerancia social como el clasismo, el racismo, el sexismo y la xenofobia en contra de la vicepresidenta colombiana, Francia Márquez.
Esta alianza entre cínicos y facciones supremacistas, racistas y sexistas en el país es muy visible en varios comentarios de este carácter sobre la mandataria, que se expresan sin la más mínima vergüenza en redes sociales y medios masivos como la revista Semana. Un ciudadano, por ejemplo, escribió en Twitter: “Ya comenzó el show. Ahora será ‘ser rico es malo’ (para los demás, no para ellos)”, “Los de mi color hemos sido oprimidos”, “Hay que ayudar a los más pobres”, “Igualdad para todos”, “Salud gratuita para todos”, (ellos, a las clínicas privadas), “Educación gratuita”, (ellos, a las universidades privadas). En este tuit, los prejuicios de clase social son expresados mediante la consigna de la desconfianza cínica.
Las reivindicaciones sociales de izquierda, como la “igualdad para todos”, la “salud gratuita para todos”, etc., son puestas entre comillas para indicar que Márquez las sostiene falsamente y que lo que le interesa es obtener los privilegios de los que han gozado las élites para su clase social. Así, sentimientos antidemocráticos e intolerantes son escondidos bajo el manto de la “inteligente y sofisticada” desconfianza cínica, del “realismo político” que considera los ideales de justicia social como falsas consignas de sectores sociales que, en realidad, no tienen derecho a reivindicación alguna.
También hay formas en las que el cinismo permite la expresión del racismo y el sexismo, y mediante un tono conciliador, desvía la atención del público de las ofensas directas que ha sufrido Márquez por ser negra y mujer. Por ejemplo, la revista Semana dedica más de un artículo al comentario de una ciudadana sobre Márquez durante una marcha de protesta contra el Gobierno: “Y el simio ese, ¿que porque puso un millón de votos, se considera la verraca del paseo? Pobre simio, los simios gobernando. (…) Es un simio… ¿Qué educación puede tener un negro? Los negros roban, atracan y matan, ¿Qué educación puede tener un negro?”.
La revista en cuestión, en vez de criticar el discurso intolerante de esta mujer, consignó, con indignación, la respuesta pública de Márquez a la ofensa después de que afirmara que no tolerará el racismo y, en consecuencia, denunciará a la mujer ante la justicia. La respuesta del medio fue la publicación de testimonios de políticos críticos con la decisión de Márquez. Entre ellos, el exsecretario de gobierno de Bogotá, Luis Ernesto Gómez, quien señaló: “El racismo de la señora uribista lo describe perfectamente el adagio popular: ‘la ignorancia es atrevida’. Querida Francia Márquez, reconsidera tu decisión de no conciliar. Puedes darle una lección a la señora Luz Fabiola y a todo un país que anhela la reconciliación (…)”.
El comentario de Gómez minimiza la intolerancia de las expresiones de racismo contra la vicepresidenta del país y las explica por la mera “ignorancia”: un mal, al parecer, menor y que deberíamos tolerar. Partiendo de su cínica sofisticación y condescendencia, solicita a la víctima que concilie con la victimaria, es decir, que, por voluntad propia, y en virtud de un fin colectivo mayor (la reconciliación nacional), no use los canales del Estado para denunciarla y que permita el trato ofensivo y abiertamente racista.
Al parecer, el hombre blanco privilegiado, partiendo de su cínico reconocimiento de que los intereses egoístas son lo único que impera, pide a la mandataria que evite el conflicto y permita la continuación de un statu quo racista, porque, en realidad, la ofensa de la que fue víctima no es importante. Estamos ante un cínico que justifica el racismo y el sexismo mediante discursos que parecen ser “bien intencionados”, pero que, en última, no propugnan una verdadera reconciliación nacional.
En conclusión, este nuevo cinismo que se alía con la intolerancia para echar fuego al extremismo político debería ser denunciado. Nuestra anuencia a la fría desconfianza del cínico ha permitido que el cinismo oculte y perpetúe la opresión de grupos marginalizados, desviando así la atención de lo que realmente es importante. Esto mediante la consigna de que en una sociedad en la que solo imperan los intereses económicos personales, las reivindicaciones sociales son innecesarias y, quienes las expresan, son deshonestos.
Catalina González es doctora en Filosofía y profesora asociada de Filosofía en la Universidad de los Andes de Bogotá (Colombia). Allison Wolf es profesora asociada e investigadora del Centro de Estudios Migratorios de la Universidad de los Andes, Colombia.