Con la ocasión del lanzamiento del Proyecto Audiovisual sobre Gentrificación del colectivo Miles de Ciudades, abordamos la temática de la gentrificación en América Latina. En estas líneas anticipamos algunas reflexiones y contenidos de las entrevistas, en ellas está la gravedad de un proceso que aumenta las desigualdades sociales y la acumulación del capital global. Pero está también el gérmen de la transformación, la búsqueda de construir alternativas a la actual forma mercantilista de construir ciudad. Las entrevistas relatan la centralidad de las revueltas sociales de los últimos años, desde la creación de asambleas populares en Chile, hasta la lucha por la reforma urbana en Brasil. Una joven generación de militantes por el derecho a la ciudad emerge con la claridad de tener que disputar los espacios urbanos, recuperar la memoria organizacional de los barrios y construir bienes comunes que saquen el monopolio a los especuladores inmobiliarios en construir la ciudad que necesitamos.

“La gentrificación es un proceso global”, señala en las entrevistas Raquel Rolnik, urbanista brasileña, activista y relatora de la ONU en tema del derecho a la vivienda. Estamos hablando de un capital financiero global que está acumulado y que encuentra en el espacio construido un elemento central para el circuito de su valorización y crecimiento. El mismo procura bajar en algunas partes para generar activos inmobiliarios, por eso estamos hablando de un complejo inmobiliario- financiero con proyección global. Tanto quienes gestionan los mercados locales como los mismos Estados están interesados en competir por atraer estos capitales, a veces por motivos de grandes ganancias para los empresarios que apoyan algunos partidos políticos, otras con la falsa ilusión de que de esa forma se ayudará a la regeneración urbana en los países pobres y esto derramará beneficios sobre la población en general. Lo que proponen estos capitales son modelos predefinidos de negocios, desde torres corporativas, hoteles de bandera internacional, hasta shopping malls, pero también se adaptan a las condiciones locales y a las exigencias del mercado de altos ingresos de cada país.

América Latina es el continente más urbanizado del planeta y también el más desigual, sin embargo estos fenómenos no son reconocidos y afrontados por los gobiernos de las principales metrópolis. Con el objetivo de amplificar la voz de estudiosos, activistas y comunicadores que desde hace años están estudiando y denunciando estos fenómenos, el colectivo Miles de Ciudades ha decidido multiplicar los lugares de enunciación y hermanar las luchas locales.

Miles de Ciudades es un proyecto audiovisual que nace en Montevideo a iniciativa de Gonzalo Cortizo y Álvaro Moreno, técnicos con trabajo en el área del hábitat popular y el desarrollo urbano, así como en la comunicación y el audiovisual. El proyecto surge en mayo de 2020 y se propone, desde una mirada interdisciplinar, instalar en la agenda pública temáticas vinculadas a la ciudad, vivienda y aspectos generales del hábitat en la contemporaneidad. La estrategia desplegada para ello es la construcción de audiovisuales y la consolidación de vías de comunicación que oficien de soporte para la divulgación y debate sobre el material. Lo que inició como un proceso local ahora rompe fronteras y abre el diálogo entre varios países y realidades de América Latina.

¿Qué es la gentrificación para América Latina?

La gentrificación es un proceso de transformación urbana, que en apariencia mejora barrios con un alto patrimonio arquitectónico o inmaterial pero en estado de abandono, en donde existe un stock de viviendas o suelos urbanos a bajo costo disponibles a operaciones de mercado convenientes y lucrativas. El término fue acuñado por la socióloga británica Ruth Glass para definir un nuevo tipo de población, entre la alta burguesía y la baja nobleza, que con su poder de consumo estaba siendo central en el mercado inmobiliario y en la transformación de la ciudad. Los primeros estudios de gentrificación se concentraron en comprender que otros componentes hacían estos barrios atractivos para las inversiones de los nuevos grupos. En un mundo globalizado que construye ciudades anónimas de edificios altos, sin comunicación y vida en las calles, la tipología de casas bajas y ambientes detenidos en el tiempo generaban componentes de historia, memoria e identidad que atraían a estos barrios a personas con recursos pero interesadas también en la cultura. Por un lado estaban los centros históricos de las ciudades, abandonados por casas modernas y confortables en barrios nuevos, pero también las sedes de fábricas importantes con una fuerte agregación obrera y arquitectura industrial. Estos componentes podían ser aprovechados por el mercado para diferenciar algunos barrios de otros.

En Buenos Aires, si miramos los barrios turistificados, como Palermo, dice Fernando Bercovich, sociólogo y comunicador, vemos claramente la construcción de un branding que hace el mercado para poder vender el barrio a nuevos públicos. Lo que pudo empezar como recuperar algunas exindustrias que quedaron en el centro de la ciudad, se ha modificado por lugares de actividades comerciales y turísticas, al punto que hoy en día se lo denomina con sobrenombres como Palermo Hollywood.

Se genera así una gradual sustitución de actividades residenciales por otras de ocio, turísticas, culturales, lo que transforma el tejido urbano en una mera mercancía por su valor de cambio y encarece la vida cotidiana en los barrios afectados. Nos han preguntado si puede existir una gentrificación buena; en realidad el concepto de gentrificación en sí es negativo y se lo relaciona con la expulsión de población de bajos ingresos de algunas zonas y barrios céntricos de las ciudades. La confusión viene por el lado de pensarlo como un proceso de mejoramiento y regeneración urbana, este concepto efectivamente nace para repensar barrios que cambian su uso, por ejemplo de frente a las grandes deslocalizaciones de fábricas, que generan la mudanza de las personas que allí trabajaban dejando edificios e infraestructuras abandonadas. Pueden existir formas de transformación urbana positiva con la recuperación de inmuebles abandonados en barrios degradados, pero se deben planificar teniendo en cuenta la justicia social, el acceso universal al suelo urbano y una sustitución de usos graduales para brindar vivienda a precios moderados o por programas sociales.

Federico Poore, periodista especializado en temas urbanos en Buenos Aires, señala cómo la intervención del Estado puede también generar nuevas figuras de desarrollo urbano, que coloca en diversos barrios ya existentes, creando las condiciones para una gentrificación planificada. Por ejemplo, en Buenos Aires, como nos cuenta en la entrevista, se propone la estrategia de generar distritos especializados, en el caso que relata de Parque Patricios se trata de un distrito tecnológico para la ciudad. Para promover su creación se propone una serie de acciones, con la iniciativa pública a la cabeza. Se ubica la nueva sede del gobierno porteño, se extiende hasta allí una línea de metro, y se dan exenciones impositivas para que se instalen allí empresas de base tecnológica. Pero no se pensó en medidas precautorias, no se pensó que eso haría subir los precios de la vivienda, por lo tanto las personas que no son dueñas de las casas vivieron una clara expulsión por la suba de los alquileres.

De la escala distrito saltamos a la escala ciudad, como nos cuenta Rosalba Gonzalez Loyde, comunicadora, investigadora y docente de la UNAM, México. El gobierno planifica ciudades sátelite en torno a la megalópolis del DF, para descomprimir su crecimiento. Se eligen pueblos urbanos ya existentes alrededor, como el caso de Santa Fe, donde se decidió aplicar esta política urbana de instalar una ciudad empresarial. El mismo mecanismo que en Parque Patricios pero a una escala mayor y pensando en la escala de planificación regional o metropolitana. Se tematizan pueblos que se transforman en ciudades donde se instalan universidades, empresas, centros de investigación y desarrollo, con nuevos pobladores con sueldos y costumbres bien distintas a los pobladores originales. La decisión se basa en la posición del pueblo por ser fácilmente alcanzable a través de una movilidad directa, a diferencia de implantar un Silicon Valley desde cero, estos pueblos con su trama urbana ya tienen una base de servicios y mano de obra económica, por lo que a las empresas les cuesta menos. Este proceso es completamente ajeno a las poblaciones locales, que en pocos años son desposeídas de sus tierras y casas, expulsadas para construir este nuevo desarrollo, del que tal vez obtengan algún trabajo precario y mal pago en las áreas de mantenimiento.

Mientras, en Europa el fenómeno fue claro, en particular en los centros históricos a inicios de los 2000. La gentrificación es más lenta o más veloz, según el interés comercial y turístico que presentan los territorios, por ejemplo en la ciudad de Roma se dio en cinco años, entre 2001 y 2006 se expulsaron inquilinos y se compraron edificios enteros, transformándolos en bed & breakfast. Luego con la crisis de 2008 se detuvo parcialmente. Cuando retomó el proceso ya había mutado, los comercios de barrio cerraban, los artesanos se retiraban, mientras que los restaurantes turísticos, al paso, y los negocios de venta de souvenirs aumentaron. Algunos gobiernos locales dieron escucha a las Plataformas contra los desalojos, como la ciudad de Barcelona, proponiendo acciones para afrontar la gentrificación a través de normar el mercado turístico de los Airb&b, o impedir los desalojos masivos.

En América Latina este tipo de procesos urbanos existen pero son negados por los gobiernos locales, en la medida en que si se reconocen se deben generar medidas para evitarlos y los gobiernos están convencidos de que los grandes capitales privados que promueven la gentrificación son la única vía en la tarea de mejorar la ciudad. Pero más que aliados son los que están construyendo una ciudad de ghettos, ya no son sólo los barrios privados, sino que hay un interés por realizar “intervenciones urbanas” con todos los servicios en la ciudad consolidada. Por ejemplo, torres que empiezan a colonizar barrios tradicionales para una clase media, media alta joven, en particular en las áreas patrimoniales, costeras y características más preciadas de las ciudades.

Colaborar con tu propio desalojo. La soledad de los movimientos sociales y los comités de barrio

En Yungay, Santiago de Chile, nos cuenta Maca Valdés, cooperativista y militante del barrio, la gentrificación nace absurdamente de una batalla de los vecinos por detener el avance del mercado en un barrio patrimonial para defender sus características y oponerse a la demolición de edificios históricos y a su sustitución. Lograron protegerlo luego de una ardua batalla, pero el terremoto de 2010 demolió muchas casas y bajaron los precios. Y en 2011 el mercado compra y empiezan a cambiar los usos más residenciales a gastronomía, comercio y apartamentos turísticos. El comité barrial ocupado por el terremoto no logra reaccionar y varios de sus componentes deben irse, debilitándose el movimiento y sin apoyo del gobierno de la ciudad, gana el mercado. Queda una amarga sensación de haber facilitado con una batalla social la identificación del valor patrimonial y la construcción del atractivo de esa área. La paradoja de preparar tu propio lanzamiento, decía Leslie Kern, en su libro La gentrificación es inevitable, refiriéndose a los artistas o personas con capital cultural que aprecian realmente el patrimonio, que lo defienden a través de vivir en él, recuperarlo gradualmente, pero que en realidad son instrumentalizados y luego expulsadas por capitales que especulan sobre esos valores culturales.

En Barrio Sur de Montevideo, Leticia Rodríguez Taborda, investigadora y documentalista, cuenta cómo se da un proceso similar, ya que son las poblaciones afrodescendientes las que dan valor al barrio y lo hacen único. Con una larga historia que inicia en la época colonial, cuando son expulsadas de la ciudad intramuros y luego ganan su libertad, han llenado las calles y los edificios de música, arte, cultos y valores solidarios. Sin embargo el racismo imperante hizo que durante la dictadura militar, en los años 70, los militares movidos por ideales fascistas desalojaran a varias familias afrodescendientes, ya que no se querían estas poblaciones en el centro de la ciudad. En la actualidad este barrio está bajo presión y especulación inmobiliaria por encontrarse en el centro de la ciudad, sobre la costa del Río de la Plata. Es contiguo al centro histórico, que en su Plan Especial propuso como proyecto de detalle recuperar la sede de Presidencia, luego un viejo mercado que hoy es sede del Banco de Desarrollo de América Latina y de un complejo de cines. Frente a estas mejoras urbanas no tardaron en llegar capitales argentinos de inversión, que en menos de cinco años construyeron una fila de torres en Barrio Sur, demoliendo todas las casas antiguas, y elevando el precio de toda la zona. Guiado por la inversión del Estado, hace cinco años un inversor argentino de gran porte propuso un shopping y hotel de bandera internacional en un complejo de edificios abandonados de la ex compañía del gas, a la misma altura que estas mejoras urbanas. Los vecinos de Barrio Sur, activistas y académicos, realizaron una batalla para salvar el complejo y el Dique Mauá anexo aún en funcionamiento. Este caso nos muestra por un lado que la gentrificación puede transportar ideologías aún más peligrosas que las de la especulación inmobiliaria de la mano de racismos y fascismos, que piensan poder seleccionar quiénes viven en las áreas visibles de la ciudad. Por otro lado, una interpretación y ejecución parcial de los Planes Urbanos Especiales, lo que genera el efecto contrario al que se lee en sus objetivos de preservar el patrimonio histórico y promover la conviviencia de una población policlasista con espíritu integrador.

Estas ideas generan una inmovilidad también en la población general, dejan en gran soledad a los movimientos contra la gentrificación. Cada caso viene tratado como algo excepcional y si sale a la prensa se ve disminuida su importancia por los beneficios de la creación de nuevo empleo.

Nos surgen varias preguntas: ¿quiénes tienen el derecho a decidir dónde vivir? ¿Quiénes tienen derecho de vivir en áreas centrales? ¿Qué sucede con el resto de la población cuando una parte viene expulsada? ¿Existen reacciones, se saben leer estos fenómenos que llevan a injusticias sociales? ¿Cuán arraigado está en nuestra cultura vivir en los mismos círculos sociales, no convivir con quienes tienen menos, o con situaciones de extrema pobreza? ¿Cúan arraigado está en nuestra sociedad que quien tiene para pagar tiene el derecho de estar en los mejores barrios con las mejores vistas y los mejores lugares de la ciudad? ¿Cómo hacer para detener este fenómeno arrasador que gradualmente o de golpe se insinúa y expulsa a las personas de sus lugares de vida?

Adriana Goñi Mazzitelli es antropóloga, investigadora y docente de la Universidad de la República