Lo que sucedió al día siguiente de la oficialización de la reforma del bachillerato no se trataba de una fake news. La foto del presidente de la República recibiendo en la casa presidencial a la futura concursante del programa televisivo Bailando 2023, que conduce Marcelo Tinelli, era parte de la agenda de noticias, junto a la reforma de la Educación Media Superior.
La noticia que afirmaba que la modelo trabajó desde los 13 años y ahora llega a la gloria de la pantalla argentina, embanderada con el pabellón nacional que el primer mandatario le encomendó para que nos represente, puede parecer un sueño absurdo para algunos críticos lectores. Para otros, quizás haya sido una entretenida noticia que evadió su atención de lo importante.
Días antes, en una entrevista televisiva en Desayunos informales, la precandidata por el partido de gobierno había manifestado la necesidad de profundizar la transformación educativa, señalando que “los conocimientos universales no ayudan a cumplir tus sueños ni a conseguir un mejor trabajo”. En cambio, depositó grandes ilusiones en una educación que permita que un adolescente de Punta de Rieles egrese del liceo, no hacia la universidad, sino con las habilidades en el uso del celular que “le permita cumplir sus sueños”, como por ejemplo el de ser contratado por Netflix.
Estas imágenes, tan oníricas como reales, no merecen más análisis que su evocación para poner de relieve la atmósfera política e ideológica en la que se desarrolla la reforma del bachillerato. La institución nacional que coquetea con el Bailando y una perspectiva ideológica cargada de pensamiento mágico que priva del acceso a los conocimientos producidos a lo largo de la humanidad a las grandes mayorías retrotrae la sensación de entrada en lo que podríamos denominar una “Edad Media de entretenimiento digital”.
Quienes defendemos una perspectiva humanista, como antes José Pedro Varela, Carlos Vaz Ferreira, Pedro Figari o Reina Reyes, creemos que las personas que asisten a la educación pública también tienen derecho a una educación con profundidad cultural y crítica, ya sea para entrar a la universidad, a otras formas de educación terciaria, o a las diversas formas de organización del mundo del trabajo.
Al observar los cambios propuestos por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), queda claro que las autoridades no comparten nuestra posición. El ejemplo que señalaremos en este artículo es a partir del análisis de “Emprendedurismo”, que se pretende sustituya a la asignatura Economía. El enfoque epistemológico de la economía pretende ser cambiado por el entrenamiento técnico para montar una empresa propia.
Esta tendencia ha sido experimentada en España, uno de los países que inspiran nuestra reforma, según dijo la directora ejecutiva de Políticas Educativas del Codicen, Adriana Aristimuño, entrevistada por En perspectiva. Los doctores en Economía Francisco Murillo y Mario del Rosal, en su análisis de la Ley de Educación Española de 20131, plantearon sobre el “emprendedurismo” que “estas materias no ayudan a la gestación de una necesaria actitud crítica entre el profesorado y el alumnado ante la catastrófica economía realmente existente. Al contrario: optan por un perfil supuestamente técnico y neutral cuya pretensión no es procurar un conocimiento pleno y razonado del funcionamiento real de la economía capitalista y de su papel en la sociedad, sino alcanzar metas utilitaristas y no poco discutibles, como las de mejorar la empleabilidad o potenciar el espíritu emprendedor”.
Lo mismo aplica para los mencionados estudiantes de Punta de Rieles. Trocar habilidades por sueños no parece un trato justo si implica renunciar al conocimiento de las estructuras que impiden alcanzarlos. El informe de la Universidad de la República publicado en julio es preocupante en ese sentido: indica que 39,7% de los adolescentes de Punta de Rieles y Bella Italia son víctimas de “inseguridad alimentaria”. Es decir, pasan hambre.
Ante la falta de profundidad epistémica de la asignatura “emprendedurismo”, vamos a realizar un recorrido histórico para entender la herencia y la matriz política de este concepto en el presente. Seguiremos la línea de análisis del doctor en Humanidades Joan Morro en su estudio doctoral publicado en 2019 para la Universidad de Barcelona, titulado “La destrucción creadora de Schumpeter. Su significado histórico y su proyección actual”.
Breve genealogía del emprendedurismo
Cuando el destacado economista austro-estadounidense Joseph Schumpeter publica en 1942 su obra Capitalismo, socialismo y democracia, ocho años antes de su muerte, seguramente no imaginó que su análisis del capitalismo industrial de la primera mitad del siglo XX sería reversionado 40 años más tarde por un grupo de economistas que rechazaban el modelo keynesiano del Estado de bienestar.
Schumpeter sostenía que los prototipos de emprendedores fueron personalidades como Henry Ford o Thomas Edison, que a través de la introducción de innovaciones tecnológicas en la industria creaban nuevas lógicas industriales que destruían las relaciones productivas precedentes. Según la teoría que denominó “destrucción creativa”, el impacto de las innovaciones genera crisis, produce un desequilibrio en las estructuras productivas, hasta que se instaura el nuevo modelo. El economista creía que el capitalismo llegaría a su fin con su propio éxito, al alcanzar un nivel de desarrollo industrial tal que permitiera, mediante la administración público-estatal, distribuir la riqueza equitativamente, poniendo fin a los trágicos ciclos económicos.
Lo que este economista no pudo predecir fue la caída del modelo del Estado de bienestar en el que su teoría estaba circunscripta. Aún menos predecir el ascenso de un proyecto político, económico y financiero a nivel global que limita la intervención del Estado en el mercado y deslinda su responsabilidad por el bienestar social al individuo: el neoliberalismo.2
Una cuestión de sentido común
Este proyecto político se pone a prueba en la década del 70 con el golpe de Estado en Chile y luego en Latinoamérica, también con dictaduras militares. Su consolidación global culmina en 1982 con el ascenso del bloque conservador en Inglaterra, Estados Unidos y Alemania (Thatcher-Reagan-Köhl). El principal promotor intelectual fue el economista Milton Friedman, que bajo la consigna free to choose (libertad de elección) actualiza su marco teórico para la implantación del neoliberalismo.
Ahora bien, para conservar su legitimidad y sostenerse también en democracia, esta concepción política requirió un fuerte contrapeso cultural, ante la carencia de perspectivas de un sistema económico precario que agudiza la pobreza y no encuentra respuestas sostenibles a la problemática del desempleo.
El doctor en Ciencias Sociales y coordinador del Programa Cultura, Comunicación y Transformaciones Sociales de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela Daniel Mato, en su artículo “Think tanks, fundaciones y profesionales en la promoción de ideas (neo)liberales en América Latina”, señala que la principal articuladora de los preceptos que promueven la consolidación de la economía de mercado es la red impulsada por la Fundación Internacional para la Libertad (FIL), que preside el conocido escritor peruano-español Mario Vargas Llosa desde su fundación en 2002. La divulgación de estas ideas se realiza mediante la “celebración de premiaciones, la organización de encuentros y actividades de formación dirigidas a empresarios, dirigentes sociales y políticos, economistas y periodistas”, para “incidir en los intelectuales con argumentos sólidos, porque estos a su vez influirían en la opinión pública y los políticos la seguirán”.3 El fin de esta red es crear un “sentido común” a nivel global en torno a “asuntos económicos, políticos y sociales en general”.
La idea de que los individuos alcanzan el éxito en base a su esfuerzo personal se ha promovido, y se promueve, con constancia en medios de comunicación masivos y digitales a lo largo de las últimas décadas, así como la idea de que las personas se encuentran en situación de pobreza o desempleo por su falta de capacidad, formación o voluntad.
Este supuesto, además de naturalizar la ausencia del Estado como garante de derechos, omite el análisis de las estructuras económicas que generan la desigualdad. La condena social suele recaer en las víctimas, sobre las que proliferan prácticas y discursos cargadas de aporofobia: “es pobre porque quiere” o “no estudia porque prefiere andar en la calle”.
El mito del emprendedor
La nueva concepción de emprendedurismo se forja bajo los mismos cánones, ya no asociada a destacadas figuras que revolucionaron la industria como planteó Schumpeter, sino a individuos que serán responsables de su propio éxito o fracaso laboral conforme al desarrollo de capacidades asociadas a “competencias blandas”. La investigación del doctor Morro sostiene que estos atributos se expresan en una “lengua emprendedorista”, cargada de una semántica en la que “sobreabundan expresiones tales como ‘flexible’, ‘original’, ‘resiliencia’, ‘creativo’, ‘proactividad’, ‘dinámico’ e ‘innovador’”.
El discurso articulado sobre el concepto de “emprendedurismo” se basa en la idea romantizada de ser un trabajador “libre” o “tu propio jefe”, pero esconde la precariedad de las nuevas condiciones laborales en las que se circunscribe, así como las dificultades económicas que tienen los sectores sociales más desfavorecidos para emprender su propio negocio.
Sobre este aspecto, Michel Foucault ya nos advertía en 1979, en el curso llamado El nacimiento de la biopolítica, cuando incorpora el concepto “empresario de sí mismo” para referirse a lo que en ese momento comenzaba a esbozarse como una nueva forma de trabajo. El filósofo Byung Chul Han, en su obra Psicopolítica, desarrolla las consecuencias de esta concepción en la actualidad y observa que el efecto psíquico-patológico dominante en esta era signada por la “autoexplotación” es la depresión: “Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. (…) En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”.
Esta forma de organización del trabajo es provechosa para muchas empresas; en vez de empleados a cargo, pasan a tener clientes que prestan servicios. La responsabilidad por el cumplimiento de los derechos laborales se deslinda y así se evita el pago de licencias o liquidaciones. Esta individualización del trabajo obstaculiza las posibilidades de organización para formar un sindicato, evita reclamos salariales y genera las condiciones para que los trabajadores compitan entre sí.
Aristimuño, en el mencionado programa radial, justificó la formación en “competencias blandas” a partir de la demanda de “muchas personas que vienen del mundo productivo” que le solicitan que a los estudiantes “no los formen demasiado en nada, fórmenlos en cosas generales que nosotros luego en el mundo del trabajo los vamos moldeando”.
Según Morro, la concepción de emprendedor de Schumpeter ha sido sometida a una lectura revisionista que contradice su propio pensamiento: “Tratan de actualizarlo con datos y recursos disponibles en la actualidad, desde fórmulas a estadísticas, a fin de poder homologar lo que dijo en su momento dentro de los estándares de la ciencia económica contemporánea y poder citarlo como a un clásico para el estudio de los sistemas de innovación, en el sentido promocionado en el siglo XXI por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Relacionado con esto, un aspecto implícito en el neoschumpeterismo es lo que llamo ‘la asunción del mito del emprendedor’. Mediante este mito se postula que el imperativo ‘¡emprende!’ es un criterio para explicar y potenciar la optimización de la economía en cualquier sociedad humana".
Un ajuste sutil
Como hemos analizado, en la medida en que el Estado se retira, el ajuste económico se compensa con un ajuste discursivo, cultural y ciudadano. Un sistema de acumulación irracional de capital, que enriquece desmesuradamente a una pequeña élite y condena a la pobreza a las mayorías también necesita de un sistema educativo y un enfoque cultural acorde para sostener su hegemonía.
Los golpes de facto a las democracias ya no son necesarios para instrumentar políticas neoconservadoras. Lo necesario es que las condiciones culturales soplen a favor. El ajuste cultural pretende dar un paso adelante en esta fase histórica y busca introducirse en el corazón de la sociedad: el sistema educativo público.
La “navegabilidad” a través de la revalidación competencial que propone la reforma del bachillerato favorece la ruptura de las grupalidades estudiantiles y diluye lo colectivo en favor de preferencias individuales. A su vez, es un sofisticado mecanismo que quebranta el diálogo entre asignaturas como Filosofía, Economía, Historia o Matemática, que ayudan a analizar el mundo en su complejidad.
La “navegabilidad” a través de la revalidación competencial que propone la reforma del bachillerato favorece la ruptura de las grupalidades estudiantiles y diluye lo colectivo en favor de preferencias individuales.
En el mismo sentido, se extirpa Crítica de los saberes, Ética, Filosofía política, Bioética, Derechos humanos, Metafísica y Estética de la enseñanza de la filosofía. Del mismo modo, Literatura cambia de nombre y pierde su especificidad al pasar a ser “Comunicación”, al igual que Filosofía de sexto, que pasa a ser “Epistemología”. También se mantiene en duda el carácter obligatorio de asignaturas como Astronomía, Geografía y Educación física.
¿Ficción o realidad?
Volviendo a lo planteado en el principio del artículo, la noticia de la modelo, el presidente y el Bailando, al mismo tiempo que una honda preocupación acaecía entre docentes y gran parte de la ciudadanía por el recorte de contenidos en el bachillerato, deja de parecer un sueño absurdo y cobra sentido si la analizamos en su contexto.
El desdibujamiento entre las fronteras del entretenimiento, la racionalidad empresarial y la política conforma un escenario auspiciante para la legitimación de un sentido común que va a contrapelo de los conocimientos universales para la realización social de los sujetos. Esta puesta en escena coloca en el lugar de “idealistas” o al “margen de la realidad” a quienes defendemos la importancia de una educación culturalmente honda, crítica y colectiva. Pero las aulas, los barrios y la calle corroboran cotidianamente nuestra posición y son las razones que movilizan la ética de nuestro pensamiento.
Los recientes datos proporcionados por el Instituto Nacional de la Juventud constatan que la cantidad de jóvenes que se sienten “tristes o desesperados” se duplicó en el último decenio. El especialista en la temática Pablo Hein sostuvo en una nota publicada en la diaria que “la salud mental también se relaciona con encerrar al individuo en la individualidad, con la pérdida de la colectividad y de la cohesión social. Hemos perdido los elementos que nos dan colectividad”.
¿Estamos a tiempo de detener esta avanzada? La honestidad intelectual es un imperativo categórico que no debería ser retaceado en tiempos de contiendas preelectorales. La importante carga social de la educación pública no se sostiene sobre los hombros de un pequeño grupo de iluminados. El giro social y cultural se construye y se sostiene sobre la base sólida de una participación tan amplia como popular.
Gonzalo Irigoyen es licenciado en Ciencias de la Comunicación, docente de audiovisual en DGETP-UTU, músico e integrante del equipo del consejero electo por los docentes, Julián Mazzoni, en el Codicen.