Hace unos días, el Instituto Nacional de Estadística publicó el dato de salario real correspondiente a setiembre. Este reveló que por tercer mes consecutivo, el valor del salario real mensual se ubicó algo por encima de su nivel promedio de 2019. Esto suscitó la celebración y el festejo por parte de algunos jerarcas de gobierno. Sin embargo, hay varias razones que muestran que hay poco para celebrar sobre la trayectoria reciente del poder de compra del salario.
Tratando de mirar el bosque...
En efecto, el último dato de salario real publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) –indicador que da cuenta de los cambios en el poder de compra del salario– marca que por tercer mes consecutivo el salario real se ubicó levemente por encima de su nivel promedio de 2019. Tomando un poco de distancia en la mirada: el salario real cayó desde marzo de 2020 por 30 meses consecutivos, de manera que durante todo este período los precios al consumo aumentaron más que los salarios. Recién en la última parte de 2022, el salario real dejó de caer y comenzó el proceso “cuesta arriba” para acercarse a los niveles medios de 2019 tras haberse ubicado 4% por debajo de este nivel.
Además, a pesar del crecimiento de estos últimos 12 meses, el salario real promedio todavía no alcanzó el nivel de poder de compra de 2019, sino que se encuentra un punto por debajo. Una mirada un poco más larga de la trayectoria reciente del salario real parece ser la primera razón por la que parece haber poco para festejar.
Por otra parte, es la variable que más ha tardado en recuperarse. Mientras el salario real medio anual todavía no alcanzó su nivel promedio de 2019, el producto bruto interno superó, hace bastante, los niveles prepandemia y se ubica 3% por encima de ese nivel. También el empleo superó los niveles prepandemia y otras variables del mercado laboral parecen asimismo haberse recuperado de la caída.
Sin embargo, al salario real le está tomando más tiempo retornar a los niveles de partida, en buena medida como resultado de la política salarial aplicada y en la que se han enmarcado los lineamientos gubernamentales para la negociación colectiva. Prolongar el período de caída del salario real (que se extendió 30 meses) y postergar en el tiempo el retorno a los niveles previos aumenta la pérdida salarial que no se recupera. La mal llamada recuperación consiste en que el salario real retorne a los niveles que tenía previamente, pero la pérdida en la que se incurrió en el trayecto no se recupera. Y cuanto más largo es este trayecto, mayor es la pérdida acumulada por haber percibido durante meses un poder de compra inferior al de partida. Entre los asalariados públicos y privados, dicha pérdida se aproxima en más de un salario promedio por trabajador. Esta es otra de las razones por la cual no parece muy apropiado el festejo.
Otra razón que deja entrever que no hay mucho para celebrar es la comparación de la trayectoria del salario real con la generación de riqueza nacional y las connotaciones distributivas que la divergencia de ambas trayectorias implica. Hasta el momento, como se dijo, el salario real está rezagado en materia de recuperación mientras que el producto total (y por ende el total de ingresos de la economía) ya superó los niveles prepandemia. Incluso si se agrega en esta comparación la trayectoria del empleo –que ya superó los niveles prepandemia– y se obtiene así la masa salarial (que es el conjunto de ingresos de los trabajadores asalariados), esta creció menos que los ingresos totales. De esta manera, los salarios del conjunto de trabajadores dependientes (masa salarial) disminuyeron su participación en los ingresos totales y se verificó una transferencia de riqueza desde los trabajadores hacia otros sectores de la sociedad.
Los salarios del conjunto de trabajadores dependientes disminuyeron su participación en los ingresos totales y se verificó una transferencia de riqueza desde los trabajadores hacia otros sectores de la sociedad.
Dicha transferencia de riqueza (al igual que la pérdida salarial que no se recupera) también es cuantificable a lo largo de estos años y algunos analistas la han estimado en unos 1.000 millones de dólares.
Por último, como es obvio, la trayectoria antes mencionada del salario real refiere a la situación promedio, y como todos los promedios, este se compone de trabajadores cuyos salarios tuvieron un mejor desempeño y posiblemente registren crecimiento del salario real en el período, y trabajadores cuyos salarios seguirán en niveles inferiores a los de 2019 al finalizar esta administración. Esto es lo que seguramente sucederá con los salarios de los trabajadores de los sectores considerados más afectados por la pandemia (gastronomía, hotelería y otros vinculados al turismo), a partir de las resoluciones adoptadas en el marco de la negociación colectiva de acuerdo a los lineamientos presentados por el gobierno. En su mayoría dichas resoluciones fueron adoptadas a partir de votaciones y con el voto negativo de los trabajadores. Las fuertes desigualdades a las que ha dado lugar la política salarial implementada es otra de las razones que enflaquece el festejo, más aún cuando esto perjudica de manera más fuerte a los trabajadores de menores ingresos.
El aumento, tanto en cantidad como en porcentaje del total, de trabajadores con ingresos inferiores a los 25.000 pesos mensuales que se verificó entre 2019 y 2022 es otra de las razones que opaca los magros avances.
En definitiva, que el salario real empiece a crecer es sin duda una buena noticia y también que nos acerquemos en materia de ingresos salariales a los niveles de poder de compra de 2019. Sin embargo, la trayectoria reciente, la pérdida salarial incurrida en el trayecto y que no se recupera, el efecto distributivo y el impacto en los salarios más bajos dan cuenta de que hay poco para festejar en este plano.
Alejandra Picco es economista, coordinadora del Equipo de Investigación Económica del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT.