Silicon Valley Bank (SVB) era el banco de referencia para las pequeñas empresas emergentes de mayor riesgo (startups). Estas empresas se vieron inundadas con el dinero de los inversores durante la pandemia y depositaron ese dinero en SVB.
Pero era demasiado dinero para que SVB lo manejara, y no podía prestarlo todo. Con el objetivo de obtener rendimientos ligeramente mejores de esos grandes depósitos, el banco invirtió una gran parte en bonos del gobierno de Estados Unidos a más largo plazo. Parecían ser inversiones de poco o ningún riesgo, lo que le daba al banco la oportunidad de obtener mejores ganancias casi sin costo alguno.
El problema es que esto sólo funcionó mientras las tasas de interés se mantuvieron bajas. Pero la era del dinero barato llegó a su fin cuando la inflación se disparó y los bancos centrales aumentaron drásticamente las tasas de interés. Las tasas de interés más altas hicieron que los rendimientos de los bonos aumentaran y el precio de esos bonos cayera.
A medida que las empresas de tecnología quemaron efectivo y les resultó mucho más difícil recaudar nuevos fondos de los inversores, retiraron dinero de los depósitos en SVB.
La dirección se vio obligada a vender un tramo de su cartera de bonos con una gran pérdida (1.800 millones de dólares) y necesitaba recaudar 2.250 millones de dólares para impulsar sus finanzas. Sin embargo, el aumento de capital planeado recibió la frialdad de los inversores.
En sólo unas horas, los clientes perdieron la confianza y comenzaron a sacar dinero, lo que provocó la insolvencia del banco.
El gobierno de Estados Unidos salió de respaldo sobre los depósitos y el banco HSBC se mostró rápidamente dispuesto a comprar SVB. Las pérdidas se “socializaron” y “el pez grande se comió al chico” en plena tormenta. La concentración del sistema financiero internacional aumenta, también su incidencia en el mercado global de capitales y en el poder implícito asociado.
Una vez más, las crisis financieras generan resultados negativos que son pagados por los estados, que se financian de los contribuyentes. Es, por lo tanto, muy importante contar con normas y entidades regulatorias fuertes.
Lecciones aprendidas
Una vez más, las crisis financieras generan resultados negativos que son pagados por los estados, que se financian de los contribuyentes. Es, por lo tanto, muy importante contar con normas y entidades regulatorias fuertes, que sustenten el sistema. Los agentes individuales (SVB), aun en su buena fe, tienen niveles de aversión al riesgo que los incitan a tomar acciones basados en escenarios “optimistas” por funcionarios (con remuneraciones bien interesantes) que al poco tiempo seguirán trabajando en la misma u otra entidad sin verse afectados, escenarios que, al no concretarse, suelen generar resultados negativos.
Luego de la crisis económico-financiera iniciada en 2001 en Uruguay, con clara responsabilidad de los gobernantes tanto para que sucediera como para que luego se profundizara, el sistema financiero local quedó afectado de tal forma que no tuvo capacidad de respuesta en ningún nivel (operativo, respaldo de capital, ascendencia política) y debió aceptar normas regulatorias significativas. Hoy contamos con un sistema fortalecido en todo sentido, aunque un poco más concentrado (hay menos instituciones privadas que otrora, pero más relevantes) y con un subsistema público (Banco República, Banco Hipotecario del Uruguay, Banco de Seguros del Estado, Banco Central) que tiene un rol regulatorio relevante desde sus acciones, al que debemos cuidar, valorar y fortalecer.
La gestión del riesgo debe efectuarse en forma profesional, integral, y sus interlocutores deben contar con voto calificado en las direcciones de las organizaciones. Los “cisnes negros” aparecen con mayor frecuencia que las que se asignaron en las probabilidades esperadas (cuando se las considera e incluye; ¿cuántos en 2018, al armar sus planes estratégicos, incluyeron la pandemia en 2020?). Siempre es bueno mirar dónde está el cartelito de salida en una sala de teatro.
La “vida rápida” tiene muchos atractivos y, por lo tanto, es muy tentadora, pero también los costos, en caso de fallo y/o error, son altísimos. Para el caso, es como volver a la casilla inicial en un juego y comenzar a construir todo nuevamente. Hay personas u organizaciones con alta capacidad de resiliencia, pero tampoco es infinita, por lo que la consideración cuidadosa de la dimensión tiempo siempre fue sustantiva y vale la pena detenerse un momento para ser más efectivos. En el caso, la concentración en el perfil de los depositantes, la ansiedad natural del depositante por hacerse de su dinero, tuvieron su incidencia para que el banco no pudiera esperar una subida de los títulos de deuda (sin entrar en detalles relativos a encajes, seguros, reaseguros, etcétera).
Cuidemos un sistema financiero sano.
Marcelo Marchesoni es contador y dirigente de Rumbo de Izquierda, Frente Amplio.