¿Cuántos 8M más vamos a tener que salir a tomar las calles, a alzar los puños? Me imagino que ya sabés la respuesta: todas las veces que sean necesarias.

¿Cuántas veces más tendremos que ser trending topic” en las redes sociales por ser malas; por ser putas, desagradecidas, malas madres, peores hijas; por ser tortas, travas, aborteras; por ser negras, pobres, gordas o histéricas?

¿Cuántas veces más vamos a tener que alzar la voz con todas sus expresiones, con todas sus impresiones, para ser escuchadas?

¿Cuándo van a entender que no paran de matarnos, de violarnos, de abusar de nuestros cuerpos, sentenciando nuestras vidas pero también nuestra salud mental, generando muchas veces daños irreversibles que nos condenarán por el resto de nuestras vidas?

¿Cuántas veces más vamos a tener que subir la foto de una amiga, de una hija, de una vecina preguntando: “¿Dónde están las gurisas?”.

¿Por cuánto tiempo más jugarán con nuestras necesidades y nuestra situación de vulnerabilidad a cambio de un “favor sexual”? ¿Cuántas más de nuestras pibas serán captadas por las redes de narcotráfico para luego ser introducidas en una red de trata?

¿Cuántas más de nosotras serán violadas en un patrullero, o toqueteadas en una detención policial frente a nuestrxs hijxs, frente a nuestrxs amigxs, o en la soledad de un descampado? ¿Y a nosotras quién nos cuida? “A mí me cuidan mis amigas, no la Policía”.

¿Cuánto valen nuestros cuerpos mercantilizados, cuánto valen nuestros cuerpos cosificados, domesticados y censurados?

¿Cuánto valen nuestros cuerpos al servicio de cánones de belleza basados en construcciones subjetivas que responden a un orden sexista y a la satisfacción de un deseo capitalista y patriarcal?

¿Cuánto vale nuestro tiempo invertido en la rueda del productivismo para que el mundo del capital siga girando a costa de nuestro trabajo no remunerado, mal llamado amor?

¿A cuántas personas más vamos a tener que cuidar nosotras por el solo hecho de ser mujer?

¿A cuántas más de nosotras va a matar una bala perdida en los barrios pobres, donde más circulamos y en donde sólo somos un número o con suerte un “efecto colateral” de un ajuste de cuentas? A esto necesitamos ponerle nombre y reclamar justicia.

¿A cuántas más de nosotras las silenciará el hambre, el hambre nuestro y el de nuestrxs hijxs? Nuestro hambre no tiene respuesta y se burocratiza. Nuestro tejido social que se organiza y da respuesta, se criminaliza.

¿Cuántos 8M más vamos a tener que salir a marchar para despatriarcalizar este sistema perverso y extractivista de nuestras identidades, de nuestra sexualidad, de nuestra cultura, de nuestra vida, de nuestros cuerpos?

Nuestra lucha organizada, en su diversa expresión, también se criminaliza.

¿Será que nos temen?

¿Cuántas más de nosotras seremos víctimas del sistemático ataque hacia las luchas ganadas en leyes ya aprobadas? ¿Cuántas más de nosotras seremos blanco fácil de nuevas leyes que evidencian un brutal retroceso, atentando contra la justicia de género y sus más profundas reivindicaciones, pero también atentando contra el derecho de nuestrx hijxs?

¿Cómo le explicamos al patriarcado que nuestros cuerpos, víctimas de sufrir las distintas violencias, son su responsabilidad y la de un Estado ausente que no se hace cargo?

¿Cuántos 8M más vamos a tener que salir a marchar para despatriarcalizar este sistema perverso y extractivista de nuestras identidades, de nuestra sexualidad, de nuestra cultura, de nuestra vida, de nuestros cuerpos, de nuestra salud mental, de nuestra salud sexual y reproductiva, de nuestros vínculos sexoafectivos?

¿Cuántos puños cerrados hacen falta para saldar esta deuda histórica que este sistema opresor y explotador tiene para con nosotras? Este sistema que se sustenta en la heteronorma, en el poder hegemónico y capitalista, de mirada biologicista, que impone el colonialismo y silencia la pluriculturalidad.

Lo que todavía no sabe el patriarcado es que en eso nos encontramos trabajando las feministas, activando la revolución contra todas las formas de dominación. Activando trincheras afectivas, de amor, de cuidados, de recursos, de redistribución, de economía circular, de huertas comunitarias, de soberanía alimentaria, quitando rosarios de nuestros ovarios, legitimando la epistemología feminista, teorizando a partir de nuestras prácticas, generando redes de denuncia.

Activando desde nuestros cuerpos políticos, desde nuestras colectivas, desde nuestra narrativa, desde nuestro arte, desde nuestra cultura, desde la producción de saberes. Desde una mirada que abarca las feminidades, mujeres y disidencias, reconociendo y valorando los saberes populares, partiendo de nuestra propia práctica de revolución donde la coherencia de decir y hacer van en una misma dirección. Y esa dirección inevitablemente es con las luchas colectivas.

Ampliando la experiencia del feminismo, creando y cocreando feminismos, donde quepamos todas y todes. Como dice Papina de Palma: “En manada no da miedo nada”.

Ximena Giani es integrante de la colectiva Resistencia Feminista, La Comité FA y Círculo feminista de Casa Grande.