Desde 1993 hasta hoy, el proceso descentralizador en Montevideo ha recorrido un largo camino, que culminó en 2010 con la creación de los ocho municipios, con autoridades electas, con presupuesto propio para llevar adelante tareas propuestas y reclamadas por la comunidad de un territorio, y con el compromiso y la participación de la comunidad. Política y gestión de la mano, mayor y mejor democracia, gobiernos pegados al sentir ciudadano y decisión local para ejecutar. A más de 12 años de instalados los municipios, está claro que aún falta muchísimo para su aceptación ciudadana e institucional, para su mayor alcance y mejor gestión, para su visualización por parte de vecinos y vecinas, y para ser motor de la democracia y la participación en un territorio.

Hay señales de que se está corriendo el riesgo de que se conviertan en un mero escalón más del organigrama institucional del departamento, anodino e invisible o escalón de aspiraciones personales, en la carrera de hacer política, con los malos vicios del amiguismo. Podría ser una oficina más, en el caso de Montevideo sólo conocida por una letra, sin nombre propio, que daría pertenencia e identidad barrial y comunitaria, que atiende reclamos acotados, donde se da a la gente servicios, actividades, espectáculos, desde la centralidad del gobierno local, sin gestar verdaderos canales democráticos y participativos para que la gente transforme su sitio, y no que el gobierno, de por sí, pretenda transformar el sitio de la gente.

El interés y votación para los gobiernos municipales se da en el marco de la puja entre partidos y sectores, pero no amplía y rompe fronteras para irse transformando en un fenómeno más político que partidario.

Llevar adelante tareas que trasciendan la gestión y se conviertan en políticas democratizadoras necesita algo más que eficiencia en el diagnóstico y eficacia en la ejecución. La fortaleza no está exclusivamente en la cúspide de un gobierno, sino también en su base, que apoya, propone y participa en sus políticas y acompaña a sus representantes. Se necesitarían mayores potestades, mayores presupuestos, mayor reconocimiento político-partidario, mayor cantidad de municipios, en lugares más pequeños en habitantes y territorio.

El interés y la votación para los gobiernos municipales se da en el marco de la puja entre partidos y sectores, pero no amplía y rompe fronteras para irse transformando en un fenómeno más político que partidario, más de todos y no de algunos y algunas. El nivel de desconocimiento de estos gobiernos por parte de la población sigue siendo absolutamente mayoritario en todos los municipios, con el riesgo de que estos espacios de gobierno se conviertan en meras disputas de aspiraciones personales o partidarias, de espaldas a la vecindad que necesita y quiere una mejor ciudad en su barrio.

Hay que comunicar más y mejor -a través de las páginas web municipales o redes u otras formas- las resoluciones, las autoridades, las actas de las sesiones, los planes de desarrollo o el destino de los dineros públicos. Hay que salirse del círculo de lo conocido para meterse de lleno en las diferentes y desafiantes formas de participar y gestionar desde lo local. Hay que salirse, sin crear conflictos o falsas contradicciones, del paraguas central que todo lo tiene, todo lo dice y todo lo ejecuta, para potenciar lo local y sus identidades. La ciudadanía debe conocer, entender y comprometerse. Seguramente esto no sea lineal ni en todos los lados, y desde cada municipio se intenta avanzar para superar lo realizado hasta el momento. Desde ya, disculpas por mi ignorancia, que generaliza.

La transparencia fortalece, la opacidad debilita. No alcanza con hashtags, ni videos ni fotografías ni publicar cartelera de novedades, hay que desarrollar políticas, porque si no se termina de implantar la descentralización como un eje para gobernar diferente, todo será más un deseo que una realidad. Un riesgo hoy para el sistema democrático es el decaimiento de la popularidad de instituciones y representantes. Que los municipios no se sumen al riesgo y sean parte de la solución y no del problema.

Gastón Silva fue alcalde del Municipio G.