Durante años predominó en el Frente Amplio (FA) la idea (que parecía inamovible) de un solo programa, un solo candidato, manejada por algunos sectores muy poderosos en las definiciones internas.

Este concepto durante largo tiempo fue considerado “una cuestión de principios”, pero por suerte ha desaparecido en su expresión más dura. Ahora reaparece, metamorfoseado en variantes expresadas en términos tales como “candidaturas naturales”. Algo así ha expresado hace pocos días el dirigente Rafael Michelini. Con todo respeto, nos atrevemos a discrepar con un concepto poco “natural” en las ideas de la izquierda.

Los viejos esquemas de funcionamiento del FA, desde los ya lejanos tiempos predictatoriales, han evolucionado. Asuntos elevados a la categoría de “cuestiones de principios”, a partir de algunos cambios que alteraron la realidad, pasaron –a veces imperceptiblemente y sin alarmas ni quejas– a lucir menos solemnes o dramáticos. Claro que influyó en esos cambios el ajuste a las reglas de juego que el propio poder político, ejercido por los partidos tradicionales, se vio obligado a hacer: la eliminación, a partir de 1997, de la conjunción electoral de listas (la tristemente famosa Ley de Lemas) para la elección del presidente de la República. La regla se mantuvo sólo para las elecciones municipales, como un reaseguro de los éxitos en ese ámbito. El cambio tiró por tierra aquel viejo “principio” frenteamplista mencionado en el acápite.

En el FA hay un espacio flexible para las fuerzas que lo componen. Más acá de las bases generales programáticas, todo es negociable, con acuerdos (consensos) o con el juego democrático de las mayorías y minorías en sus organismos de cúpula o de base. Al haberse eliminado la presidencia del país de la Ley de Lemas, se activó el sistema de las elecciones internas de los partidos. En vez de presentar a varios candidatos en la elección nacional para presidente, los partidos debieron hacer una elección previa (primarias) del candidato/a. Bien mirado, fue una transformación revolucionaria en términos electorales. Pero las mentalidades demoran en cambiar, al decir de José Pedro Barrán, y entre la mayoría de la militancia del FA siguió por mucho tiempo la impronta indeleble de “un solo programa, un solo candidato”. Esto era innecesario, puesto que, una vez realizada la elección interna, el FA (como todos los demás partidos) presentaría un solo candidato a la ciudadanía, como todos los demás partidos. Y eso trajo dificultades serias.

Entonces ¿no era el “qué”, sino el “cómo”?

¿Dónde estaba el problema? En su momento, y en las discusiones supervinientes, lo discutimos con los sectores que tienen su militancia permanente en las estructuras del FA: con la nueva ley el problema de la cantidad pasaba a ser secundario. Ahora el asunto pasaba a ser la fórmula de elección directa de los candidatos. Esto sucedería si en esa elección el ganador o la ganadora no superaba el 40% de votos totales o el 10% sobre el segundo. En tal caso pasaría automáticamente a ser el Órgano Deliberativo Nacional (ODN), “electo también en forma directa en el mismo acto electoral”, el que elegiría el candidato/a. Este organismo pasaba a tener una importancia definitoria, todo lo cual formaba un escenario antipático para el paladar de la mayoría de la militancia de izquierda. Derivaba demasiada potestad decisoria al movimiento y al electorado frenteamplista, en detrimento de los sectores. Le sacaba potestades al Plenario Nacional, dominado por estos.

La mayoría de los sectores frenteamplistas, a regañadientes, no tuvo otra alternativa que seguir las nuevas reglas, pero le restaron fuerzas. Mantuvieron la fórmula estatutaria de elegir por Plenario Nacional (ad referéndum del Congreso) a quienes luego propondrían como candidatos en las primarias. O sea, la elección, directa en los papeles, pasaba por la fiscalización de la estructura en los hechos, merced a la aplicación irrestricta de los Estatutos del FA. El ODN pasó a ser una simple formalidad.

A partir de la elección interna de candidaturas, en el FA hubo multiplicidad de candidatos, previo pasaje por el tamiz del Plenario Nacional. Una fórmula que suavizaba la imposición legal, que en definitiva se aceptó e hizo olvidar aquella vieja consigna. Con muchas resistencias al principio (recordemos la “temeraria” candidatura de Constanza Moreira, disputándole a Tabaré Vázquez la postulación a la presidencia), el asunto pasó, aparentemente, a ser una cuestión del pasado (dejó de ser “de principios”).

Hoy, para nuestro asombro, sobrevuela en el ambiente otro tipo de argumentación desfavorable a la presentación de múltiples candidaturas. Se habla de “candidaturas naturales”. Me gustaría saber qué significa en la izquierda ese calificativo o fórmula para candidatear a alguien. Da la impresión, si la fundamentación no aparece con cierta racionalidad, que la consideración de determinadas candidaturas como “naturales” (u “obvias”) tiene como propósito impedir la presentación de otras candidaturas que no sean las que ya están planteadas.

El Frente Amplio es un gran espacio con subespacios en su interna. ¿Con qué fundamento se quiere impedir que otros espacios también proyecten o trabajen por sus candidaturas?

Nunca nadie negó (y es otra falsa contradicción) la necesidad de proyectar a ciertos compañeros para que lleguen a ser candidatos de la fuerza política. Esos espacios de opinión tienen todo el derecho de presentar a sus candidatos para el conjunto del FA. Y así se hizo y se hace. Tanto Yamandú Orsi como Carolina Cosse están en carrera y siempre estuvieron. Y eso está bien, no hay objeciones. El FA es un gran espacio con subespacios en su interna. Y si se ha proyectado la candidatura de ambos, ¿con qué fundamento se quiere impedir que otros espacios también proyecten o trabajen por sus candidaturas?

Otro de los fundamentos, por quienes (no todos) sostienen las ya confirmadas candidaturas, es que alguna de ellas se debilitará si se presenta una tercera. Es un argumento irrisorio y no sería tema de debate si no fuera porque está cobrando fuerza, en las actuales circunstancias, en el escenario binario que se creó en la interna del FA.

Es verdad que no lo han dicho, directamente, compañeros referentes de sectores importantes del FA, ni tampoco compañeros/as independientes. Pero se escuchan esas voces en comités de base y coordinadoras. Y lo hemos escuchado de compañeros muy allegados. Desde luego, tienen todo el derecho a decirlo. Pero tengo derecho a discrepar con sus argumentos.

Mario Bergara jamás se autopropuso (directamente, estamos de acuerdo) como candidato, aunque es obvia su posición y nadie pretende ocultarla. Pero nunca hubo proclamación ni autoproclamación de su candidatura. Se habló siempre de “trabajar para una candidatura del espacio seregnista”. Y se habló con todo derecho y, yo agregaría, hasta con obligación de hacerlo, porque lo requiere la gente (sectores, o espacios, o independientes) que integra Convocatoria Seregnista Progresistas dentro del FA y que pretende consolidarse y tener su representación en el mosaico de opiniones o de “diferentes sensibilidades” de la izquierda.

Carlos Pérez es militante de base de Fuerza Renovadora, Frente Amplio.