Juan Pablo Terra es una de las más grandes expresiones del humanismo cristiano. Su carácter humanista nos hace acordar a los grandes del Renacimiento, como Leonardo, con tan múltiples y diversas acciones, todas brillantes, que hacen imposible clasificarlo sólo en una.
Terra fue arquitecto, impulsor de políticas de vivienda, impulsor de políticas de urbanismo y ordenamiento territorial, sociólogo, eximio investigador en el área social con sus investigaciones sobre las clases sociales, sobre el Uruguay rural, sobre la infancia en situación de pobreza, político, legislador, destacado ideólogo, impulsor del cooperativismo, cristiano comprometido, fundador del Claeh, de la cátedra de sociología en la Facultad de Arquitectura junto con otros, de la Facultad de Ciencias Sociales, consejero de dos Facultades, en su intimidad buen pintor, además de una persona de mucha vida familiar.
Sin dudas, la forma en que siempre encaró su compromiso cristiano lo determinó en todas sus facetas. La influencia que recibió del padre Lebret fue decisiva. Su “visión del mundo actual, del funcionamiento del sistema social y económico, las condiciones de vida de la gente, las corrientes de ideas y el desafío que todo ello planteaba a la conciencia cristiana”, en palabras de Terra. Su concepto de economía humana, “la disciplina que permite el paso de una fase menos humana a una fase más humana, al costo más reducido posible y en el menor tiempo posible”, de orientación comunitaria, de preeminencia de la comunidad territorial basada en la descentralización para garantizar la participación. Todas estas ideas, sumadas a su afirmación de la necesidad de un diálogo con pensamientos no cristianos, como el marxismo, constituyen el sustento de toda su acción, diría, de toda su vida.
Terra, en su Mística, desarrollo y revolución, fantástico libro que recomiendo mucho su lectura, se extiende en el ideal democrático y, junto con él, en el ideal comunitario. Allí afirma que “es irrealizable un grado avanzado de democracia si no se apoya en una distribución mucho más igualitaria, compartida y racional de los bienes: en formas nuevas de vivir en sociedad y de usar y gozar los bienes sociales”. “El ideal comunitario es un ideal de vida social caracterizado por el convivir y el compartir. El convivir de personas íntegras, no la figura jurídica, la sociedad del contrato, limitada a los derechos y obligaciones racionalmente establecidos, sino la aceptación mutua de la totalidad humana de cada uno, la aceptación y la acentuación de la relación humana total, contrapuesta a las actuales relaciones descarnadas a lo puro utilitario, como la del obrero en la fábrica capitalista, en que interesa como suministrador de trabajo con total prescindencia de su cultura, sus opiniones, su familia, sus capacidades y sus angustias. Y, por otra parte, el compartir, la búsqueda de formas que escapen al encasillamiento de lo propio y la exclusión de lo ajeno, a la rígida cristalización de derechos de un mundo dividido en parcelas atrincheradas, de un mundo en que las necesidades pueden quedar insatisfechas cuando existen los bienes que pueden satisfacerlas, porque están acantonados detrás de las barricadas defensivas de la apropiación individual”. “El ideal comunitario apunta a una vida social organizada para el bien común. Acentúa el uso común de los bienes y multiplica las formas de propiedad compartida”.
Cada vez que lo releemos nos impresiona su profundidad y originalidad. Me detuve en esto porque creo que su ideal comunitario es la esencia de su pensamiento.
Y, como hombre múltiple, luchó en el campo político por llevar adelante sus ideas. Diputado y presidente del Partido Demócrata Cristiano desde 1967, fue un factor esencial en la fundación del Frente Amplio. El 23 de junio de 1968, en medio de medidas prontas de seguridad decretadas por el gobierno de Pacheco Areco, realizó el primer llamado que hubo en nuestro país a la unidad de todas las fuerzas de izquierda y progresistas. Habló por Canal 12 y varias radios simultáneamente. “Hoy venimos a preguntar públicamente: ¿es o no posible, en esta grave emergencia nacional, en torno a un programa mínimo común, sumar los esfuerzos para proponer y sostener una alternativa distinta de política? Los que discrepamos en la línea actual, ¿somos capaces de formar un programa mínimo común y unir nuestros esfuerzos para defender y sostener la sustitución de la actual política por una distinta?”.
De ahí en más trabajó incansablemente hasta que el Frente nació el 5 de febrero de 1971. Trabajó mucho con Zelmar Michelini y juntos formaron el Frente del Pueblo, como paso previo. Trabajó mucho con Rodney Arismendi, con quien tenía notorias diferencias ideológicas, pero ambos se tenían un profundo respeto. Carlos Quijano, en esos momentos de creación del FA, puso en la portada de Cuadernos de Marcha “Frente Amplio, cristianos y marxistas”, como su mejor forma de caracterización de lo que surgía.
Juan Pablo Terra fue actor fundamental en la fundación de la fuerza política que desde hace un cuarto de siglo es la mayor de nuestro país.
“Sin Terra no hubiera habido Frente Amplio”, me han dicho compañeros en estos días. Coincido totalmente. Claro que fue una construcción colectiva, sin dudas, pero su convicción y su coraje al buscar un acuerdo político que incluyera al Partido Comunista fue decisiva. Recordemos que estábamos en plena Guerra Fría. No era fácil.
En estos días escuché a Oscar Bottinelli valorar el impulso frentista de Terra como un gran aporte a la esperanza; en un momento de autoritarismo y violencia política, se jugaba por un camino de paz y de esperanza, sobre todo para los jóvenes.
Juan Pablo Terra fue actor fundamental en la fundación de la fuerza política que desde hace un cuarto de siglo es la mayor de nuestro país.
En el plano político quiero destacar también otra característica de Juan Pablo: su capacidad de diálogo y construcción por encima de las diferencias. La Ley Nacional de Vivienda, cumbre de su acción como legislador, surge en medio del pachecato, del cual era de los principales opositores. Desde el PDC, que tenía en esos años tres diputados, logró hacer un acuerdo político en un tema clave de Uruguay, como es la vivienda, que culminó en una votación unánime en el Parlamento. Introdujo capítulos enteros en el proyecto que había enviado el Poder Ejecutivo, como el del cooperativismo de vivienda, y conceptos claves para el futuro de las políticas en esa materia. Fue miembro informante. En el Uruguay de la división y confrontación, logró unanimidad en un tema nacional.
Ya como senador del PDC y el FA, a partir de 1971, se destacó por su coraje. Denunció la primera muerte por torturas en Uruguay en mayo de 1972, en un cuartel de Treinta y Tres, de Luis Batalla, militante del PDC. Denunció en el Senado al escuadrón de la muerte, que asesinaba a militantes de izquierda y logró que se instalara una comisión investigadora sobre el tema. Cuando el golpe de Estado, se encontraba en el exterior y resolvió volver. Combatió a la dictadura en todos los planos, político, internacional, cultural y humano. Fue absolutamente leal al general Seregni y su familia. Fue perseguido y encarcelado muchas veces. Tuvo la posibilidad de irse al exilio por su relacionamiento internacional, era vicepresidente de la Internacional Demócrata Cristiana de la época, pero nunca aceptó los ofrecimientos de asilo que recibió. Junto al general Seregni impulsó con fuerza el voto en blanco en 1982.
De la multiplicidad de aspectos de la acción de Juan Pablo, en esta columna hago hincapié en particular en su propuesta ideológica y su acción político partidaria. En realidad todo su accionar fue político en un sentido amplio. Sin dudas, su formidable investigación sobre la infantilización de la pobreza tuvo enormes consecuencias políticas. Lo mismo sus trabajos sobre el cooperativismo en Uruguay o sobre el Uruguay rural. En estos días ha habido una gran cantidad de eventos de reconocimiento por el centenario de su nacimiento. En cada uno de ellos se encararon sus distintas facetas. En la Facultad de Arquitectura, en la de Ciencias Sociales, en el Parlamento, en el Instituto Humanista Cristiano Juan Pablo Terra, en el cooperativismo de vivienda, en el cooperativismo en general, en varias juntas departamentales, entre otros.
Los jóvenes democratacristianos de mi generación, a la salida de la dictadura, tuvimos encuentros y desencuentros en el plano estratégico con Juan Pablo. Pero la perspectiva que nos da el tiempo nos hace afirmar, sin lugar a dudas, que nadie como Juan Pablo Terra expresa el ser demócrata cristiano con mayor nitidez. Él fue el mejor de todos nosotros.
Indudablemente su figura trasciende la democracia cristiana y es un capital de todo el sistema político uruguayo. Nos deja a todos el gran legado de hacer política con base en ideas. Como dijo Gerardo Caetano, “estamos muy en deuda con Juan Pablo Terra”.
Jorge Rodríguez es presidente del Partido Demócrata Cristiano (Seregnistas 95-FA).