Las elecciones se acercan y varios grupos políticos disputan las acciones y la memoria del “jefe de los orientales”. Parece un buen momento para reflexionar acerca de la muerte y en especial de la muerte del héroe máximo de nuestro país.

Como sociedad nos cuesta pensar en los héroes como muertos porque sobre ellos se ha construido precisamente una imagen que apunta a mantenerlos vivos. Si a cualquier uruguayo a partir de la edad escolar se le pregunta por la fecha de nacimiento del héroe máximo del país, responderá rápidamente 19 de junio de mil setecientos y pico, lo suficientes para ser un adulto en la época revolucionaria de principios del siglo XIX. Ahora, si preguntamos cuándo fallece, las respuestas no serán tan rápidas y claras. ¿Por qué? Porque como todo héroe, su deceso no es un tema tan recordable ni tan claro. La muerte es un tema tabú aún hoy en el siglo XXI (la muerte de un joven futbolista recientemente reafirma estas palabras).

Tanto la vida como la muerte y todo lo que viene después (olvido, reinterpretación, invención) es apropiado observarlo desde la perspectiva antropológica, en especial cuando lo vemos en los denominados héroes fundadores. Teniendo en cuenta las implicaciones sociales, culturales y simbólicas de este acontecimiento, es importante explorar el impacto en la identidad colectiva, los valores compartidos y el sentido del propósito nacional.

Los procesos simbólicos son expresados por medio de diversos recursos semióticos –ritos, cantos, visitas al cementerio o al cenotafio, disfraces, fotografías, desfiles– llevados adelante por familias, grupos y sociedades para mantener presente la memoria de los seres queridos que han fallecido.

José Artigas, este personaje hoy mítico, es para los uruguayos una figura viva y que goza de buena salud. Eso no es un elemento novedoso. Para ello basta ver los múltiples recursos semióticos como: la numismática actual y pasada, diversas plazas y avenidas llevan su nombre a lo largo y ancho del país, así como diversos edificios, y también las disputas por los sentidos que dan entre otros los cabildantes y muchos militares.

Su natalicio se recuerda cada 19 de junio, con un feriado nacional de exaltación y conmemoración patriótica de carácter laborable, como lo determina la Ley N° 9.935 promulgada en 1940. Esa fecha, en el calendario escolar, es grabada a fuego desde la escuela con actos y representaciones varias.

Además de múltiples evidencias de homenaje y recuerdo, la presencia de José Artigas en la memoria colectiva es una constante fomentada por diversos tipos de gobiernos de todos los partidos que han tenido el mando del Estado desde hace más de un siglo: “A comienzos del siglo XX parecía haber quedado atrás la ‘leyenda negra’ sobre José Artigas, a la par que era reconocido como ‘fundador de la nacionalidad oriental’” (Frega, 2023: 163).

Se le recuerda en discursos y actos oficiales y es objeto de estudio en todos los niveles de enseñanza. Después de un largo periplo es considerado el prócer nacional y un héroe fundador de Uruguay.

Como docentes de historia en enseñanza secundaria es permanente la presencia del héroe en las clases; para los estudiantes José Artigas no sólo es pasado, sino presente. Para ejemplificar esto se pretende realizar aquí una reflexión sobre el recuerdo de su muerte.

Relataremos una anécdota de nuestro deambular diario. Era un mediodía soleado y en la parada de ómnibus unos niños estaban hablando en voz alta y se referían a lo que habían estado estudiando ese día en la escuela: el tema de esa jornada había sido el artiguismo. Es un tema que siempre está presente: pero ¿cómo es trabajado? ¿Se continúa mostrando la imagen mítica de este personaje?

Llegó el ómnibus con destino a Canelones y su marcha comenzó a dejar la ciudad atrás. Al llegar a la localidad de Las Piedras, lugar emblemático para la mitología que se formó en torno al artiguismo, subió un cantor popular y entonó “A don José”. Esta quizá sea la composición más cantada al héroe, compuesta en 1964 por el maestro rural Rubén Lena e interpretada por diferentes músicos.

Al llegar al liceo, como siempre, se apreciaba el busto de Artigas. Al entrar, hay otra escultura del prócer. Al ir llegando a la sala de profesores, como todos los años en el mes de junio en los centros de enseñanza de Uruguay, comenzaba a discutirse la pertinencia o vigencia de la promesa y jura de la bandera que se realiza cada 19 de junio. Este era el tema de conversación en la sala. Los más escépticos discutían la existencia de esta festividad y otros lo tomaban como un día de fiesta para los estudiantes.

Sonó el timbre y el torbellino adolescente se fue escaleras arriba. En el salón, y comenzando a andar la clase, que ese día trataba sobre la conquista de América y el Río de la Plata, un estudiante hizo la puntualización con respecto al violento deceso de Solís. Ahí preguntaron cómo había muerto Pizarro y comenzaron a hacer comparaciones entre una muerte y la otra, y un estudiante que parecía ausente del intercambio consultó: ¿de qué murió José Artigas? Antes de que la automaticidad ganara, se logró que su planteo fuera observado por toda la clase y se les preguntó si todos tenían claro cuándo y dónde nació. A lo que al unísono respondieron: 19 de junio.

Como sospechaba, cuando se les preguntó la fecha de muerte, el silencio fue sepulcral, ninguno podía precisar cuándo y cómo había muerto; enseguida se continuó con la interrogación del estudiante sobre la muerte de José Artigas y la clase siguió su rumbo.

Las elecciones se acercan y varios grupos políticos disputan las acciones y la memoria del “jefe de los orientales”. Parece un buen momento para reflexionar acerca de la muerte del héroe máximo de nuestro país.

Se nos viene a la cabeza que, como plantea Philippe Aries, la muerte en el siglo XX se convierte en un tabú, algo innombrable y aterrador. Se evita hablar de ella y se excluye de la vida cotidiana. ¿Se niega la muerte incluso en el caso del héroe patrio? ¿Qué connotación simbólica implica la negación de la muerte del mayor prócer? ¿Cómo nos afecta este “esconder” la muerte a la sociedad en su conjunto?

La muerte biológica de Artigas y el periplo de sus restos

José Artigas murió físicamente el 23 de setiembre de 1850, a los 86 años, en la quinta de Ybyray en Asunción del Paraguay, donde vivió las últimas tres décadas de su vida. En el país nadie se acordaba de él o, si lo hacían, era para denostar los tiempos de la anarquía, eran tiempos de la “leyenda negra”.

El sacerdote Cornelio Contreras, de la Iglesia del Santísimo Sacramento de la Recoleta, realizó la anotación del enterramiento en el cementerio General, dando fe de la muerte física. Posteriormente, bajo el gobierno del general Venancio Flores, el gobierno uruguayo realizó los trámites pertinentes para traer a Montevideo los restos, que arribaron el 19 de setiembre de 1856 al puerto de Montevideo, donde se depositarían por un tiempo.

Artigas no siempre fue el héroe indiscutido que es hoy: no había “héroes” al comienzo de la vida independiente y las figuras que posteriormente encarnaron el ideal heroico, como Rivera, Lavalleja o el mismo Artigas, si bien fueron objetos de importantes honras fúnebres, no adquirieron la jerarquía de “héroe nacional” al momento de su muerte. Ellos también son el resultado de “una larga construcción que implicó un proceso de depuración” (Demasi, 2006: 88).

Posteriormente, en 1859 y ya bajo el gobierno de Gabriel Antonio Pereira, sobrino segundo de José Artigas, será trasladado al cementerio Central, al panteón familiar. En 1864 se inauguró en el mismo cementerio el Panteón Nacional, adonde se trasladaron sus restos hasta 1972.

Debido a la situación que vivía el país de conflictividad social y política previa a 1972, el gobierno de Juan María Bordaberry, por motivos de seguridad (años antes había sido robada la bandera de los 33 Orientales y hasta el día de hoy aparece esta acción como un “robo a la nación” para sectores de extrema derecha), trasladó los restos del prócer al cuartel de Blandengues y posteriormente, en 1977, a un mausoleo bajo su monumento en la plaza Independencia, donde se puede visitar al día de hoy. La dictadura, con este gesto, pretendió apropiarse de ese símbolo. Continuadores de este régimen, como el partido militar Cabildo Abierto, se dicen y reconocen como artiguistas.

Durante el primer mandato del presidente Dr. Tabaré Vázquez (2005-2009) se propuso un cambio de emplazamiento para los restos del prócer, que no fue aprobado y recibió diversas críticas, por lo que se procedió a un retiro temporal de los restos para realizar actividades de arreglos edilicios en el mausoleo, y posteriormente los mismos volvieron al recinto.

Para Edgard Morin, la muerte del héroe puede adquirir un significado simbólico que trasciende la pérdida individual. Su sacrificio o entrega por una causa noble puede inspirar a otros a actuar con valentía y compromiso, perpetuando su legado y valores en la sociedad.

Si bien el autor no analiza directamente la muerte de los héroes en El hombre y la muerte, sus ideas sobre la muerte, la heroicidad y la condición humana nos permiten ver que la muerte del héroe puede ser vista como un símbolo de sacrificio, un legado inspirador y una llamada a la acción para continuar luchando por un mundo mejor, aunque sea en el imaginario colectivo. Lo que en este caso se puede asociar al sentido de la muerte que se le pretende otorgar a José Artigas, transformándolo, como plantea el antropólogo Louis Vincent Thomas, en un muerto fecundo que se valoriza y es omnipresente.

José Artigas como hombre ha muerto y sufrido el deterioro biológico, pero con el paso del tiempo y de diversas circunstancias políticas ha nacido el héroe que vive en el imaginario colectivo y que sigue siendo objeto de disputa en el campo político contemporáneo.

Héctor Altamirano es docente de Historia.

Referencias

  • Aries, Philippe, (2000). La muerte en occidente, editorial Acantilado.
  • Assunção, Fernando y Pérez, Wilfredo (1978). Artigas: inauguración de su Mausoleo y glosario de homenajes. Biblioteca del Palacio Legislativo, Montevideo.
  • Demasi, Carlos (2006). “Héroes civiles y héroes guerreros: la fugaz apoteosis de J Suárez”, en Los héroes fundadores. Perspectivas desde el siglo XXI, CEIU-Udelar, pp. 87-98.
  • Frega, Ana (2023). A la sombra de Artigas: las derechas y los usos políticos del personaje, en Broquetas, Magdalena y Caetano, Gerardo, Historia de los conservadores y las derechas en el Uruguay. Pasado reciente: legados y nuevas realidades, editorial Banda Oriental.
  • Morin, Edgard, (1977). El hombre ante la muerte, Kairos.
  • Tomas, Louis, Vincent, (1994). Antropología de la muerte, FCE.