El ciclo electoral comenzó con las internas de los partidos en junio. En esa oportunidad se dio una campaña electoral basada en elementos que desde el inicio buscaron crear una realidad que no tuviera nada que ver con asuntos políticos o propuestas de fondo. La operación montada en contra de Yamandú Orsi dejó claro desde un principio que la tónica de la campaña sería marcada por aspectos que maneja la nueva derecha internacional: noticias falsas de cualquier índole.
Nunca quedó claro y seguramente nunca se sabrá quiénes impulsaron esta operación. Tampoco es arriesgado hacer algunas hipótesis al respecto. La coalición conservadora liderada por el Partido Nacional tuvo durante estos cinco años varios personajes que se dedicaron a denigrar a la oposición (sea política o social).
Esa operación puede ser vista como un escalón más sofisticado (o más grosero) de esa escalera que se emprendió desde el mismo Senado de la República, con la complacencia de los más altos gobernantes, cuando algunos senadores que fueron continuamente exagerados en sus dichos fueron premiados colocándoselos en los primeros puestos de las listas al Senado.
No es posible desligar lo que sucedió el domingo 27 de octubre con todos los aspectos que mencioné antes de manera muy gruesa. No puedo tampoco obviar que algunos sectores de la derecha contaron con millones de dólares para convencer a los votantes (la diaria, 8 de noviembre). ¿Se sabrá de dónde se obtiene ese dinero?
Pese a esta situación, el partido político más votado en octubre volvió a ser el Frente Amplio. Esto le permite tener una mayoría en la Cámara de Senadores que es clave para dar sustento político al próximo gobierno.
Con la decisión de este 24 de noviembre quedó claro que era difícil imaginar que la fórmula encabezada por Álvaro Delgado pudiera gobernar un país sin tener mayoría en ninguna de las dos cámaras. En la Cámara de Representantes ingresó el partido Identidad Soberana de Gustavo Salle y esto rompió la posibilidad de tener la mayoría para cualquiera de los dos bloques en pugna.
Dos bloques políticos
En el país existen dos bloques políticos marcados que pueden cambiar sus internas, pero las diferencias siguen existiendo en los grandes conglomerados. En este escenario no es lo mismo la interna de la coalición conservadora que la del Frente Amplio. Esto también quedó demostrado luego de la segunda vuelta.
La participación de miles es un aspecto constitutivo del frenteamplismo porque viene desde sus orígenes, que se remontan a las luchas obreras de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX.
Este último partido es el que tiene desde diciembre de 2023 un proyecto de gobierno, discutido por miles de militantes en diversas instancias. En cambio, el otro bloque hace acuerdos por lo alto entre sus dirigentes. No existen bases que puedan discutir o aportar en ese nuevo escenario de la segunda vuelta; su lógica es la de ordenar y seguir al caudillo de turno.
En esta oportunidad las reuniones de los líderes fueron como un relámpago y en menos de tres días cinco partidos “acordaron” un programa para gobernar un país. Eran conscientes de que demorar una semana era no estar presentes en el espacio público mucho tiempo.
Este aspecto no fue menor a la hora de salir a conversar con la sociedad a partir del lunes posterior al cierre de los escrutinios de octubre. Mientras que la militancia frentista tenía clara cuál era la propuesta de gobierno, los multicolores no sabían qué iban a presentar como programa. La coalición conservadora se sostiene en eslóganes sin sustancia profunda.
La participación de miles es un aspecto constitutivo del frenteamplismo porque viene desde sus orígenes, que se remontan a las luchas obreras de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, hasta los largos años 60 y la resistencia a la dictadura. Esa es la diferencia más fuerte que tienen estos dos proyectos políticos. La potencia de la movilización social es el aspecto que remueve al sistema político en su conjunto y es lo que permite la disputa política.
Esto quedó demostrado con el plebiscito de la papeleta blanca del Sí para revisar la Ley de la Seguridad Social votada por este gobierno, en lo que quienes tuvieron un rol activo fueron los movimientos sociales y los militantes que trillaron las calles, las plazas y los pasajes de todos los barrios y localidades del país. Esta propuesta no logró los consensos ni las alianzas con todos los sectores de las izquierdas, de hecho la mayoría de los sectores frenteamplistas no ensobraron la papeleta. A pesar de esa situación, casi el 40% de la población rechazó la propuesta del gobierno. Algo se deberá reformular para generar acuerdos amplios en la población.
Es clave en esta hora recordar que uno de los puntos más notorios de los motivos que llevaron a la pérdida del gobierno en 2019 había sido el alejamiento de los movimientos sociales y sindicatos, de los sectores que más se movilizan para reclamar por una sociedad más justa. Estos sectores forman parte de las grandes mayorías que en este período fueron vapuleados por el conservadurismo multicolor, es en la organización de estos sectores que se apoyó la victoria electoral del bloque progresista.
Hay elementos para afirmar que el próximo lustro tendrá otro signo político que el actual conservadurismo. Pero esto depende de la capacidad de movilización que tenga el movimiento popular para colocar en el centro del escenario político las propuestas más avanzadas para profundizar en derechos y ganar la conciencia de esas mayorías que deberán promover y defender sus derechos.
El final de este proceso electoral y la victoria creció desde el pie, lo definió la movilización de cientos de miles que caminaron todo el país para mostrar que otro Uruguay es posible y es necesario.
Héctor Altamirano es docente de Historia.